lunes, 4 de marzo de 2019

La combinación de menos crecimiento y más gasto agravará el desvío del déficit público en 2019

Daniel Rodríguez Asensio analiza la más que irresponsable política de Pedro Sánchez (PSOE) ante el creciente deterioro de la economía española, y como afectará negativamente a los ciudadanos (lo que puede además suponer un dardo muy envenenado a su sucesor en la presidencia). 

Lo pagaremos y de qué manera todos, pero lo importante en el político es el poder, a costa de lo que sea, mientras habla con la boca llena de su preocupación por los ciudadanos, su bienestar y demás fachada dialéctica con la que tratan de embaucarnos. 
Artículo de Libre Mercado: 
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez | EFE
Leo con atención los ríos de tinta que se están vertiendo sobre el agujero que va a dejar Pedro Sánchez al próximo Gobierno. Las cifras oscilan entre 12.000 y 16.000 millones de euros de ajuste para cumplir los acuerdos en materia de déficit con Bruselas (1,3% sobre el PIB en 2019) tras la aprobación de medidas como ligar las pensiones al IPC o la subida del 2,2% de los sueldos a los funcionarios públicos.
Los que me sigan saben que no soy devoto de Sánchez. No obstante, un incremento de gasto per se no es motivo de preocupación. Lo que realmente es motivo de preocupación es un incremento de gasto en un entorno de desaceleración económica de, al menos, cuatro décimas. Y con serios riesgos a la baja. Ya lo venimos advirtiendo en esta columna. Un Gobierno no puede evitar una desaceleración económica, pero sí puede gestionarla para minimizar sus efectos o para convertirla en una crisis. Y el PSOE apuesta por lo segundo.
Hasta ahora, los gestores gubernamentales y analistas económicos del PSOE miraban hacia otro lado cuando se les hablaba de la desaceleración acudiendo, fundamentalmente, a dos razones: i) "Crecemos ampliamente por encima de Europa"; ii) "Los agoreros de derechas sólo miráis el sector industrial; el sector servicios crece a buen ritmo."
Afortunadamente, desmontar estos argumentos tan débiles es cuestión de tiempo. Para el primero debemos esperar unos meses, pero los datos que desdicen la falacia de la fortaleza del sector servicios ya están aquí. El Índice general de cifra de negocios del Sector Servicios registró en el mes de diciembre un descenso del -1,4% mensual. Estamos hablando de un mes en el que las compras navideñas suelen ser un aliciente para el crecimiento sectorial, Y, sin embargo, no debemos perder de vista el descenso en el comercio minorista del -0,6% y, sobre todo, el desplome del comercio mayorista, que asciende al -3,2% mensual.

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El turismo, uno de los principales ejes del sector servicios, tampoco levanta cabeza. La desaceleración europea se profundiza y se dilata en el tiempo, y España es uno de los países más afectados vía recepción de turistas. Si a esto le añadimos las "excelentes" medidas de fomento sectorial, como son la regulación restrictiva de los alojamientos compartidos, la salida de Uber/Cabify de una ciudad marcadamente turística como Barcelona o la colección de tasas y restricciones adicionales, la conclusión es una caída interanual en las pernoctaciones hoteleras.
Un panorama alentador, sin duda. ¿Solución de un Gobierno -aún más- deslegitimado por la disolución de las Cortes? Seguir aumentando la incertidumbre económica… Y adulterar la máquina de compra de votos. Los 30.000 empleados públicos que pretende contratar Sánchez es una fiesta privada para 30.000 personas invitadas con el dinero de 46 millones de españoles.
Los datos del último trimestre de contabilidad nacional muestran un crecimiento económico en el último trimestre del año más débil de lo esperado. El análisis por componentes muestra que el único motor de crecimiento fue la demanda doméstica, y especialmente el consumo de las Administraciones Públicas, que creció un 1,2% en el último trimestre del año y un 2,3% interanual para el conjunto del año. La variación trimestral del cuarto trimestre de 2018 es tres veces superior a la registrada en el mismo período de 2017.
El gasto en consumo final de los hogares ha crecido un 0,5%, tres décimas menos que en el tercer trimestre del pasado año. La debilidad de la demanda doméstica también se refleja claramente en el crecimiento del sector industrial y en las importaciones de bienes.
Y un elemento de especial preocupación: la formación bruta de capital fijo, que es usado como variable capaz de medir la inversión y la confianza en el crecimiento de la economía en el medio plazo, cayó un -0,2% trimestral, con la subpartida de maquinaria y bienes de equipo, que afecta directamente a la evolución industrial, mostrando un claro descenso del -1,5% trimestral, frente al +0,5% del cuarto trimestre del 2017.

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Todo lo anterior en un año en el que hemos sido uno de los líderes europeos en incremento de gasto públicosolamente superados por países "referentes" como Malta y Lituania. El resumen, para que todo el mundo lo entienda: todo lo que no está afectado por injerencias electorales entra en fase decadente. ¿Adivinan lo que va a ocurrir tras el 26 de mayo? La enorme cortina de humo se diluirá y de la fiesta comenzarán a quedar las resacas y la casa hecha un cristo.

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Entonces, el desvío del déficit será lo de menos. Para que se hagan ustedes una idea, a falta de los datos de recaudación pública del mes de diciembre, el incremento en las arcas públicas ascendió a 14.000 millones en 2018. Por si esto fuera poco, en 2014 se creó la AIReF, un organismo cuya función principal pasa por "el cumplimiento efectivo por parte de las Administraciones Públicas del principio de estabilidad presupuestaria previsto en el artículo 135 de la Constitución Española, mediante la evaluación continua del ciclo presupuestario y del endeudamiento público".
O, lo que es lo mismo, el Gobierno entrante va a disponer de 6 meses para gestionar un incremento de gastos, ya sea mediante la aprobación de nuevos impuestos o la menos probable contención presupuestaria. Problema resuelto… O no, ya que si el frenazo de la economía sigue el curso, el crecimiento en los ingresos públicos se va a resentir y el agujero fiscal, por tanto, se acabará agrandando sí o sí. La factura, como siempre, la pagaremos nosotros, sin tan siquiera haber votado a Pedro Sánchez.

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