lunes, 19 de agosto de 2019

Al borde de la extinción

Luís I. Gómez analiza la cuestión del alarmismo climático, las múltiples caras y estrategias que va tomando para pretenden aumentar el miedo y sus feligreses y la agenda política que hay detrás. 
Artículo de Disidentia:
Ayer las portadas de todos los medios de comunicación nos daban la pésima noticia: ¡estamos a punto (pasado mañana, como quien dice) de provocar la extinción de un millón de especies! ¡Y lo hacemos a un ritmo sin precedentes! Esta apocalíptica afirmación se desprende de un informe de la “Plataforma Intergubernamental sobre la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos (IPBES)”, organismo auspiciado por Naciones Unidas. No me digan que no es para ponerse a temblar. Además, nos los cuenta un grupo de científicos, ¡líderes mundiales en su especialidad! No hay nada que podamos hacer excepto seguir sus consejos para lograr devolver al planeta al punto perfecto de equilibrio del que le hemos sacado.
Llama poderosamente la atención el hecho de que la dialéctica utilizada por los medios y la propia ONU para presentar este informe sea prácticamente la misma que se utiliza cada vez que nos hablan del IPCC (ya saben el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático): la catástrofe es inevitable si seguimos así, lo dicen científicos expertos y la fiabilidad de lo que nos cuentan es prácticamente del 100%. Casi se puede pensar que la “idea” del IPCC es un concepto diseñado para ser multiplicado cada vez que se necesite aumentar el grado de tensión catastrofista a las pretensiones políticas de ciertos sectores. Tal vez sea una idea ridícula, pero todo esto me suena a que, como el asunto del Calentamiento Global/Cambio Climático parece que se va encontrando con cada vez más voces discordantes y no termina de contribuir a un clima de alarma suficiente, lo más “adecuado” es sacar un nuevo tema a las portadas siguiendo el esquema narrativo preestablecido.
Cuando leemos en el informe los resultados de las investigaciones llevadas a cabo no queda más remedio que reconocer que muy probablemente estén en lo cierto cuando valoran los datos actuales: el cambio en los usos del suelo, la sobrepesca en los océanos, la contaminación arrojada sin tratamiento de ningún tipo son, sin duda, factores que contribuyen a la desaparición de especies de nuestros ecosistemas. Nuestro recelo debe surgir, sin embargo, cuando de los resultados de diferentes trabajos de campo (en algunos casos, en otros se trata únicamente de extrapolaciones de datos) se diseña un futuro, sea este estremecedor o no. Y se diseña ese futuro ignorando las medidas de corrección que ya están siendo aplicadas o están teniendo lugar precisamente sobre esos elementos de impacto. Cada vez necesitamos menos suelo para cultivar y alimentar a la enorme población mundial, las reglamentaciones y cuotas de pesca son año tras año más restrictivas -y la piscicultura se desarrolla por todo el planeta-, los sistemas de reciclado y tratamiento de basura funcionan francamente bien en occidente y empiezan a implantarse en el resto del mundo. Parecía que no íbamos por el mal camino… hasta que llegó el informe del IPBES el otro día en París.
Armados con “argumentos”, los políticos se han lanzado de nuevo a la carrera del miedo y la alarma. Oiga, ¿cómo dice que los políticos, si eso lo dicen científicos? Bueno, en realidad los científicos hicieron varios documentos de trabajo que terminaron en forma de informe … político. La ONU toma resúmenes científicos y los transforma en una masa políticamente aceptable. El documento resultante es lo que una sala llena de agentes políticos ha acordado decir en voz alta. No deben creerme a mí, el mecanismo de “redacción” del Informe lo pueden encontrar fácilmente en la Guía de Funcionamiento del propio IPBES (página 39):
Nada de esto es nuevo. Tiene mucho de neomalthusianismo, derrama un fuerte aroma a la filosofía de Paul Ehrlich: la sobrepoblación y su alimentación son el grave problema, el único problema. No importa que las tesis de Malthus o Ehrilch hayan sido desmontadas una y otra vez. Y cuadra perfectamente con el reciente cambio de matiz del alarmismo impulsado por el movimiento “Fridays for Future” ya decididamente abrazado a las consignas del famoso “decrecimiento” o derrumbamiento del sistema económico actual. No se a ustedes, pero a mí esto me suena a agenda política más que otra cosa.
No he leído nada en el informe sobre las especies nuevas descubiertas en los últimos 20 años. la ciencia, mediante descubrimientos y mejores métodos de catalogación de especies, garantiza que el número de especies crezca de manera constante y, a veces, rápidamente. Por ejemplo, un grupo de científicos descubrió en 2016 que no solo hay un tipo de jirafa, sino cuatro. Y que de esas cuatro dos, la “jirafa del norte” y la “jirafa reticulada” presentan números que las convierten en “especies en peligro de extinción”. Y la jirafa no es un caso aislado. Investigadores del Museo Americano de Historia Natural han llegado recientemente a la conclusión de que la cantidad de especies de aves no parece ser de 9,000, sino de 18,000. Hasta hace poco, el género de líquenes Cora consistía en una sola especie. Los nuevos métodos de secuenciación del ADN llevaron a la distinción de más de cien especies. También podemos observar lo mismo con los insectos. En lugar de 6,8 millones parece que pueda haber 40 millones de especies.
Por otro lado, los procesos de extinción también son muy comunes. Durante el largo período de evolución en este planeta, más del 99 por ciento de todas las especies que alguna vez existieron se han extinguido. En algunas ocasiones estos procesos son más rápidos, en otras más lento. Los mamíferos, por ejemplo, tienen un tiempo medio de supervivencia de un millón de años. También encontramos serios problemas de biodiversidad en el género Homo. Todas las especies de Homo excepto una están extintas. Todo lo que queda es el Homo sapiens (la única especie que tiene una idea de lo que es una especie). Cuanto más prósperos somos, mejor es nuestra implicación medioambiental. La economía de mercado es en sí misma una garantía de desarrollo sostenible y eficiente. Está demostrado que los países en los que el mercado es más libre, el balance medioambiental es claramente mejor que en aquellos países con economías planificadas o en situación de pobreza. La pobreza y la AUSENCIA de desarrollo económico son los verdaderos enemigos del medio ambiente. El alarmismo y los llamamientos al decrecimiento económico son simplemente herramientas políticas, no tienen que ver con la protección y conservación de nuestro medioambiente.

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