Fernando Díaz Villanueva analiza el terror en Occidente y sus tres principales causas en las últimas décadas.
Artículo de su página personal:
De enero de 1970 a diciembre de 2015 el terrorismo se cobró en Europa un total 10.537 vidas en 18.803 atentados. 1,8 víctimas mortales por atentado. Un terrorismo muy personalizado, muy de tiro en la nuca. Desde el punto de vista geográfico no ha estado bien repartido. Hay una serie de puntos calientes que pueden verse en el mapa inferior. Tres de ellos están en España, dos en el Reino Unido, en Francia y en Rusia. A eso habría que sumarle el valle del Ruhr en Alemania, Kosovo y la cuenca del Don en Ucrania. El Cáucaso es caso aparte.
Artículo de su página personal:
De enero de 1970 a diciembre de 2015 el terrorismo se cobró en Europa un total 10.537 vidas en 18.803 atentados. 1,8 víctimas mortales por atentado. Un terrorismo muy personalizado, muy de tiro en la nuca. Desde el punto de vista geográfico no ha estado bien repartido. Hay una serie de puntos calientes que pueden verse en el mapa inferior. Tres de ellos están en España, dos en el Reino Unido, en Francia y en Rusia. A eso habría que sumarle el valle del Ruhr en Alemania, Kosovo y la cuenca del Don en Ucrania. El Cáucaso es caso aparte.
En el mapa aparece consignada las principales causas que movían a los terroristas. Hay básicamente tres: el nacionalismo, el islamismo y el comunismo. La primera es la predominante en países como España, que padeció el flagelo de la ETA durante medio siglo. Ídem con el IRA en Gran Bretaña o con los nacionalistas chechenos en Rusia. El terror comunista es el propio de los años de la Guerra Fría, cuando este mismo terror se promovía desde la extinta Unión Soviética para ir ablandando con sangre al enemigo. En España el mejor representante de esa variedad de terrorismo es el GRAPO, en Alemania la Fracción del Ejército Rojo y en Italia las Brigadas Rojas.
Por último, el factor islámico no es cosa de ahora. Ya en los años 70 comandos palestinos secuestraban aviones o perpetraban matanzas como la de las Olimpiadas de Múnich en el 72. Pero este terrorismo palestino no era propiamente islamista sino nacionalista. La OLP de Arafat poco tenía que ver con el actual ISIS, al menos en cuanto a objetivos. El islamismo propiamente dicho aparece más tarde, después de la revolución islámica de Irán en el 79. Desde entonces no ha hecho sino crecer. Hoy por hoy, de hecho, conforma el núcleo casi único de la amenaza en el viejo continente, por lo menos en su parte occidental.
Porque hay un elemento curioso. Si miramos la línea de tiempo (debajo del mapa) observamos que el momento álgido del terrorismo en el oeste son las décadas de los 70 y 80, a partir de la caída del Muro de Berlín el este toma el relevo. Esto nos dice dos cosas. La primera que las tiranías del socialismo real contenían tensiones que estallaron con furia una vez desaparecidos aquellos regímenes. La segunda, que enlaza con lo anterior, es que esos regímenes y el terrorismo occidental de las décadas anteriores estaban íntimamente relacionados. Tanto que el terrorismo ideológico desaparece casi por completo a lo largo de los veinte años siguientes.
Una cosa más, esta ya entrando de lleno en el pensamiento político. Nacionalismo, comunismo e islamismo comparten ambiciones comunes. Los tres prometen un mundo nuevo habitado por seres humanos nuevos, debidamente ahormados ya sea por la doctrina política o por los mandatos del Corán. Ese nuevo mundo unos lo llamaban “comunidad nacional”, otros “república de los trabajadores” y otros “Umma” o comunidad de creyentes. Para ninguno de ellos el individuo tomado de uno en uno contaba demasiado. Quizá por eso había que ir matándolos. Y lo hicieron casi de uno en uno.
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