Brendan Brown analiza algunos errores graves que está cometiendo Trump, empezando por la continuidad en materia monetaria del gobierno anterior, así como en materia fiscal.
Artículo de Mises Hispano:
Llevamos tres meses con la nueva administración y más de un año desde el inicio de un poderoso estímulo monetario de final de ciclo (descrito también como “el toque Yellen” en el que se detuvieron todas las subidas de tipos planeadas para 2016) por parte de la Reserva Federal. Pero no hemos oído ninguna queja de los republicanos acerca de los intentos extremadamente tímidos de la Fed de acabar con su política de dinero ultrabarato. Se han centrado por el contrario en el Ryancare y el impuesto de ajuste de fronteras. Entretanto en el mercado, los observadores de la Fed han vuelto al trabajo habitual: descifrar cada palabra y gráfico de puntos de los principales funcionarios monetarios que siguen en sus puestos.
Los historiadores contrafactuales pueden preguntarse lo diferente y mejor que podría ser la situación en este momento si conservadores y nacionalistas hubieran empezado la era Trump con intentos de controlar la Fed. Por el contrario, lo que obtuvimos fue una fracasada derogación y reemplazo del Obamacare y ahora una “reforma fiscal” planeada que sigue apareciendo muy lejos en el horizonte. Sí, cualquier propuesta de reforma monetaria muy probablemente habría afrontado el filibusterismo en el Senado, pero el Presidente tiene poder para al menos señalarnos la dirección de una moneda fuerte ocupando los puestos vacantes en la Fed y nominando sucesores in pectore de los profesores Fischer y Yellen.
Lo que debería haber hecho Trump
Varios mercados profundamente infectados por la inflación de precios de activos podrían realmente haber experimentado fuertes caídas en su temperatura especulativa. Pero se podría haber culpado a la administración precedente de una fase final acelerada hacia la actual gran inflación (más prominente en los mercados de activos) con sus raíces en el Gran Experimento Monetario.
Esta habría sido una estrategia política mejor que permitir que la Fed de Obama disfrute de una nueva oportunidad después de la salida del presidente que los nominó. Por el contrario, la Fed buscó libremente extender el veranillo de San Martín en los mercados de activos (compatible con dos diminutos aumentos en la tasa monetaria oficial que indican el “éxito” de su objetivo de inflación).
Pero la administración Trump parece estar de acuerdo con esto y ha estado considerando la continua inflación de precios de los activos como un reflejo del optimismo de empresarios y consumidores con respecto a sus políticas. Trump ha estado aprovechando el presente ciclo de crecimiento estimulado por el toque Yellen de 2016 para aumentar la credibilidad de su objetivo de crecimiento, que no hace ninguna referencia a una recesión más adelante.
Los supuestos ingenuos detrás del plan fiscal de Trump
Además, los supuestos de Trump de un crecimiento continuo desempeñan un papel esencial en la aritmética presupuestaria que se usará para demostrar que los recortes fiscales propuestos por este están completamente justificados, a pesar de los aumentos planeados en gasto en defensa y la falta de marcha atrás en los derechos del Obamacare .
El núcleo de la reforma es un recorte en el tipo fiscal básico sobre beneficios empresariales generados nacionalmente, junto con una “modesta” exacción sobre los beneficios de jurisdicciones extranjeras de bajos impuestos. Los conservadores están dispuestos aceptar esto como parte de un recorte general de los tipos fiscales marginales que estaría en línea con la vieja reforma del lado de la oferta que se remonta a la época de Reagan. Aquí se hacen muchas ilusiones.
En realidad, un gran recorte fiscal empresarial que no conlleve recortes en el gasto es una parodia de una reforma del lado de la oferta. La gente puede ver el truco de que los impuestos aumentarán el futuro o de que se verá gravada subrepticiamente por el impuesto de la inflación.
Sí, los cambios en el impuesto de sociedades deberían inducir una mayor demanda de mano de obra en EEUU como parte de una repatriación inducida de actividad económica. Pero esto se unirá a un impulso a los niveles salariales nacionales y acabará disminuyendo los márgenes de beneficio antes de impuestos en el total en toda la economía de EEUU. En la práctica, los cambios fiscales equivalen a un régimen de subvenciones que protegerá los beneficios de la erosión al poner una capa protectora para la mano de obra nacional.
Lecciones desde Europa: trasladando la carga fiscal
Implantados así, los recortes descompensados en los tipos del impuesto de sociedades pueden convertirse en una fuente de ineficiencia y desigualdad económica. El problema deriva en parte de los incentivos creados para mantener los beneficios en lugar de distribuirlos (como ocurriría si los tipos de los impuestos personales no siguieran el paso de los tipos básicos de los impuestos de sociedades) y en parte de la carga fiscal definitiva que se traslada para pagar los recortes. Veamos, por ejemplo cómo ha funcionado en Europa la “carrera hacia el fondo” de los recortes en el impuesto de sociedades.
Reino Unido presume de uno de los impuestos de sociedades más bajos (que será del 17% en 2020) pero los tipos efectivos marginales en el resto de la economía (teniendo en cuenta los recortes en deducciones) han estado aumentando. Un estudio reciente del Daily Telegraph demostraba que el 1% superior de los contribuyentes de rentas ahora pagan casi un tercio de todo el impuesto de la renta, algo que hay que comparar con el régimen fiscal notoriamente alto anterior a la llegada de Margaret Thatcher como PM, en el que pagaban solo el 11% del total.
Hagamos más pequeño el gobierno, no nos limitemos a favorecer ciertos intereses especiales
Se habla mucho de la bondad de la competencia fiscal global desatada por los recortes en los impuestos de sociedades. Pero la competencia que importa es la que reprime al gran gobierno y causa una repugnancia general contra los tipos de los impuestos personales (incluidos consumo y capital). Sin embargo, históricamente, en la era de Reagan y Thatcher, la competencia decisiva estuvo entre las economías nacionales y el mundo offshore del cual Londres era el centro.
En esa época, los ingresos fiscales nacionales podían aumentarse rebajando tipos marginales altos, ya que esto reducía el incentivo para el arbitraje fiscal entre el onshore y el offshore. Este arbitraje ha desaparecido en buena parte en años recientes. Como consecuencia, los gobiernos con jurisdicciones con altos impuestos tienen un tremendo nuevo poder para aplicar altos tipos marginales en todas partes.
Los recortes en tipos fiscales empresariales ocasionados por una carrera nacionalista hacia el fondo podrían acabar favoreciendo principalmente a los perceptores de rentas altas (escondidas como beneficios empresariales), ya sea derivando en un capitalismo de compinches o en un poder de monopolio o en rescates a empresas demasiado grandes como para quebrar. Muchos críticos ven en el fuerte aumento de los beneficios empresariales en este ciclo un reflejo parcial de la debilidad del poder de los recién entrados en el mercado, gracias a una carga fiscal y regulatoria que recae de una forma especialmente dura sobre nuevas empresas y pequeños negocios. Los grandes recortes en los tipos básicos de los impuestos a las empresas no hacen nada por arreglar esa situación. De hecho pueden empeorarla.
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