Artículo de PlazaMoyua:
El kindergarten de arriba protesta porque la administradora (presidente) de la universidad no quiere saber nada de safe spaces en su campus. Y piden su dimisión, explicando a la prensa que la dra. Rita Chang no es en absoluto adecuada para el cargo.
La -perfectamente inútil- explicación de la adulta es la convencional en estos casos.
Creo que como estudiantes debéis desarrollar las habilidades para tener éxito en este mundo, y tenemos que proporcionaros la oportunidad del debate y el diálogo, y la indagación académica.
Jon Haidt, psicólogo social, explica que se trata de una revolución moral. Y que la última guinda, lo de los safe spaces en las universidades de EEUU, Canadá y Gran Bretaña, ha estallado en 2015. Imparable.
Traigo una entrevista que me parece muy interesante, en la que explica las investigaciones que hay sobre el fenómeno. Con varias líneas que confluyen para producirlo. Destaco una de ellas que me parece novedosa, y muy “natural”. Muy en la línea de las siempre inevitables consecuencias imprevistas de las grandes ideas bondadosas.
Una de las sorpresas es que ahora son los estudiantes los que lo demandan regulaciones. Normalmente los estudiantes siempre habían estado por la libertad y por saltarse las reglas, pero ahora son los que más impulsan imponerlas.
Tú no puedes decir eso. ¡Deja de decir eso! Necesitamos unas reglas para que este no pueda decir eso.
El término clave, explica, es la dependencia moral. La cultura del victimismo. Transcribo:
Muchas culturas eran culturas de honor, en las que un pequeño insulto debe ser atendido por ti. No puedes mirar alrededor para que alguien te lo solucione. Después pasamos a culturas de dignidad, en las que las cosas no nos hacen mucho daño y tendemos a dejarlas pasar. Esa es una gran forma de tener diversidad. Si tienes una sociedad diversa, lo que quieres es una cultura de dignidad, porque entonces la gente pasa por encima de los pequeños malentendidos. Pero lo que vieron los autores es que en algunas universidades, las que eran más igualitarias, hay una autoridad a la que puedes llamar para castigar a otro. Y todo el mundo está desesperado por conseguir prestigio, o bien a base de hacerse la víctima, o bien a través de castigar a gente que ha abusado de víctimas — llamando a la administración para que intervenga.
En los 80 y 90 América cambió la crianza (parenting). En vez de que los niños estuvieran mucho tiempo entre ellos y más o menos a su albur, el miedo a los raptos, y a los acosos entre ellos (los traumas y tal), hizo que pasaran a estar siempre bajo la supervisión de un adulto. Y entonces los niños se acostumbran a resolver sus cuitas a través del adulto. Si quieres joder al compi lo que tienes es que conseguir que el adulto le castigue. Y la defensa es que él no consiga hacer lo mismo contigo. Así que han crecido sin tener la oportunidad de aprender a digerir los insultos, o a ser excluidos. Que son cosas que nos pasan a todos y son completamente inevitables.
Y queda implícito: Es de niños cuando aprendemos los trucos para solucionar los conflictos . Y si has pasado la infancia bajo supervisión, el truco es ligarte al que pueda hacer la función de “adulto”, poniendo cara de víctima para que castigue al que le tienes manía — con o sin razón. En el caso de la universidad, su administración. Cuando lleguen al mercado laboral … supongo que el macho alfa Coleta Morada, y los vengadores de Potemos.
Si Haidt tiene razón, y esa pinta lleva, puede ocurrir que en este caso no funcione el cambio usual de “ideología” -o mentalidad- con la edad. Que se es más proclive en edades tiernas a las grandes ideas que nunca funcionan, y al crecer se le va dando más peso a la p*t* realidad. Pero si vienen embarcados en el uso del truqui del victimismo y las prohibiciones morales, podría ocurrir que eso perdure en el tiempo. Y que el mundo cambie, por una interrupción del tránsito de la infancia al adulterio. Vaya, el kindergarten.
Y en todo caso esa sería sólo una de las líneas que convergen hacia el mismo kindergarten. Toda esa exaltación de los sentimientos; del buenismo; del “es mi opinión” (la opinocracia de la telebasura); de las identidades y colectivos y etnias artificiales. Y no creo que todo eso salga de no dejar a los niños sueltos por las calles, fostiándose alegremente entre sí.
En fin, la entrevista:
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Fuentes:
Haidt:
Heat Street:
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