martes, 18 de abril de 2017

La mayoría de los ricos lo son porque nosotros queremos que lo sean

Droblo sobre los ricos, cómo surgen (mayoritariamente), y el grave error e injusticia de limitar sus ganancias. 

De origen modesto (doblemente ya que su padre era el dueño de una papelería y se crió en Modesto, California), George Lucas (1944- ) estudió en la Escuela de Artes Cinematográficas, empezó a dirigir cortometrajes, se hizo amigo de Coppola y con 27 años fundó Lucasfilm Ltd. Con 29 una película que él dirige, American Graffiti (cuya banda sonora recomiendo) gana el Globo de Oro, con 30 años ya tiene preparado el guión de Star Wars y con 31 funda Industrial Light & Magic para producir los efectos especiales que necesitaba para la película. Sin embargo, no encuentra un estudio que se deje convencer por el proyecto. Finalmente, unos directivos de la Twenty Century Fox (que demostraron muy poco olfato comercial) aceptaron la novedosa propuesta de George Lucas: no cobrar nada como director pero a cambio recibir el 40% de las ganancias de taquilla y todos los derechos del merchandising. Tras el éxito de Star Wars en 1977, prescindió del estudio y consiguió créditos bancarios para las dos siguientes (y para las más recientes le bastó con su propia fortuna: en 1980 escribió y produjo En busca del Arca Perdida con la que también ganó mucho dinero). Hoy es lo que denominaríamos un rico de los del “1%”.
Por supuesto hay ricos que lo son por herencia o que lo son porque roban a los demás pero la mayoría son como él: personas que con su trabajo y su talento han conseguido hacer una fortuna, sea en el mundo del espectáculo o en el de los negocios. Y creo que del ejemplo de George Lucas podemos extraer dos conclusiones:
No tiene sentido limitar los beneficios que puede obtener alguien por su trabajo o limitar su riqueza. Si hubiéramos prohibido a George Lucas ganar más dinero no hubiera podido financiar ni filmar nuevas películas, igual que si se lo hubiéramos impedido a Amancio Ortega no hubiera seguido abriendo tiendas por el mundo ni Bill Gates hubiera seguido mejorando el Windows. Tampoco parece justo que les pidamos que trabajen gratis y nos guste o no, la perspectiva de un beneficio económico es la motivación principal por la que la mayoría nos esforzamos en mejorar en nuestra profesión. En un mundo ideal esto no sería así, y por ejemplo los científicos que han creado la vacuna contra el ébola, al haber hecho más bien por la humanidad que por ejemplo Messi, deberían ganar mucho más en lugar de menos del 1% que él pero eso tiene mucho que ver con la segunda conclusión.
La mayoría de los ricos lo son porque nosotros queremos que lo sean, porque ofrecen un producto que los demás adquirimos, ¿Cuántas películas de ciencia ficción han fracasado o han proporcionado un pingüe beneficio a sus autores? Muchísimas, igual que hay muchos futbolistas que no triunfan, ni cantantes, ni empresarios. Al final los que ganan más dinero –en general, siempre hay excepciones- son los que mejor han sabido conectar con los consumidores que hemos ejercido la libertad de adquirir su producto en lugar de otros. Somos nosotros los que aceptamos que nuestro jugador favorito (o nuestro cantante o nuestro actor) gane mucho más que un científico que arregla una enfermedad, que el talento de Fernando Alonso sea monetariamente más premiado que el de la mejor gimnasta rítmica del mundo o que los gorgoritos de Justin Bieber le proporcionen más beneficio a él que el virtuosismo con su instrumento al mejor acordeonista del planeta. Por eso estoy tan en contra de los monopolios o los cárteles, que todos compitan en igualdad y nosotros decidamos. Sin nosotros no habría ricos, incluso los que lo son porque les ha tocado la Loto, ganan lo que ganan porque los demás hemos jugado también, si no lo hubiéramos hecho no habría dinero destinado para los premios.
Así pues, si en general los que más ganan lo hacen porque su trabajo –o su talento, o su suerte- es mejor que los del resto y sus beneficios proceden de nuestra libertad como consumidores, no sólo sería contraproducente establecer límites salariales o a la riqueza (porque iría en nuestra contra ya que perderíamos esos productos que tanto nos gustan), es que además sería muy injusto. Ya hay un sistema de impuestos en el que el porcentaje mayor lo pagan quienes más ganan y quienes más beneficios obtienen, lo cual también es injusto pero es adecuado socialmente, más allá de eso no tiene sentido pretender que si alguien es capaz de generar millones, no se lleve un porcentaje de ello. Si un productor de Hollywood paga millones a una actriz es porque cree que su presencia le reportará mucho más beneficio en taquilla, si un club de la NBA paga muchísimo a un jugador es para que no se vaya a otro equipo y no perder aficionados y si una gran empresa proporciona un gran salario a un directivo es porque cree que su gestión lo vale.
En cada oficina hay quien cree que debería ganar más que otro, casi en cada profesión también, y además casi todos tenemos una opinión respecto a ello (por ejemplo, a mí me parece vergonzoso lo poco que gana el presidente del gobierno español, especialmente si lo comparamos con lo que gana el seleccionador nacional de fútbol). Por desgracia hay numerosos empleos en los que es muy difícil cuantificar la importancia de una labor pero en general no creo que los empresarios o los inversores o los directivos que deciden los grandes sueldos sean estúpidos, si los pagan es porque creen que merece la pena hacerlo. Soy el primero que no entiende la cantidad de muchos emolumentos pero mientras todo sea legal y el dinero con el que se les paga proceda de la libre voluntad de los consumidores, que al fin y al cabo somos los que proporcionamos el beneficio con el que se les paga, ¿qué problema hay? Que George Lucas tenga unos millones menos o que CR7 vea rebajado su sueldo no me va a proporcionar nada a mí. Que mientras se lo curren y lo generen, ganen lo que puedan y paguen impuestos por ello; como hacemos todos, incluso los que no tenemos tanto favor del público consumidor como para obtener millones por nuestro trabajo.

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