Emilio Meneses analiza el declive cultural de la izquierda y el peligroso camino hacia el que está derivando.
Artículo de Letras Libertarias:
Nota al autor: cuando hablo aquí de ‘Izquierda’ no me estoy refiriendo a grupos social-cristianos, de centro-izquierda o izquierda liberal. Por dar ejemplos: la DC chilena en general, Andrés Velasco o en el extranjero Hillary Clinton y Tony Blair no pertenecen al grupo referido.
En los últimos 20 o quizás 30 años ha habido un proceso de monopolización de las carreras humanistas y áreas administrativas de las universidades por parte de la izquierda a nivel mundial, y con gran impacto en EEUU[1]. Este dominio se ha traducido lentamente desde hace años primero animadversión, y de a poco hasta la completa violencia promovida por profesores de izquierda contra alumnos, profesores o invitados de derecha en los campuses. Como escribía Thomas Sowell el 2005, este fenómeno no es nuevo.[2]
Los violentos incidentes en la universidad de Berkeley[3] contra la exposición de Milo Yiannopoulos en febrero de 2017 puso el tema de nuevo en el centro de la opinión pública, donde se demostró solamente el nivel de odio contra ideas que no coinciden con la izquierda. Berkeley, que alguna vez fue cuna de la libertad de expresión, hoy es una fábrica de enemigos de las libertades básicas. El resto de las universidades occidentales no se quedan atrás egresando alumnos pésimamente preparados para enfrentar el mundo real, como dice Jordan B. Peterson[4], sino además –en mi opinión– con un sesgo antitético a los valores liberales.
Para empeorar las cosas, la prédica de izquierda no sólo se limita a teorías de lucha de clase y dominación o economía centralizada, sino que ha tomado ahora un vuelco en otras áreas basadas en un constructivismo social exacerbado: todo tiene una explicación y origen cultural, la biología no es relevante. Esto, sumado al feminismo de tercera ola, redefinición de racismo, uso forzoso de pronombres por género (e infinitos géneros), estudios femeninos, de transgénero y reeducación cultural, se propone cambios sociales que parecen no conocer límites.
La mayor parte de estas propuestas, como mencionan Gad Saad, psicólogo evolucionista, y Jordan B. Peterson, psicólogo clínico, carecen de cualquier base científica y es únicamente ideología pura. Peterson va aún más allá: presiente que las carreras humanistas están condenadas al fracaso, y que los actuales postulados planteados, que ya penetran la ley en Canadá, conducirán pronto a la violencia.[5]
Ahora bien, sus detractores dirían que Saad es un judío de origen libanés y Peterson tiene tendencias cristianas, pero cuando quienes denuncian el actual estado de los centros de pensamiento son feministas con currículo intachable como Christina Hoff Sommers o pensadores de izquierda como Sam Harris o Dave Rubin, la cosa toma otro tono.
Harris ha denunciado hasta el hastío la virulencia de la izquierda actual y de lo irremediable de su situación, volviéndola incapaz de tener una alternativa frente al auge de Trump[6]. Rubin, gay y de izquierda, comenta cómo la actual izquierda está más preocupada en clasificar a la gente por grupos étnicos o sexuales que como personas iguales ante la ley[7]. Como lo han vivido en carne propia Harris y Rubin, la izquierda se ha vuelto muy cruenta con sus correligionarios que se salen de línea y no mantienen la pureza ideológica.
El intento de esta nueva izquierda de imponer sus propuestas mediante matonaje y presión social y/o gubernamental ha generado una contracultura a ésta, de la que hablaré en otra oportunidad.
Este fenómeno podría ser manejable para los políticos de centro-izquierda, tomando las medidas correctas para sacar de las universidades a profesores radicalizados que amenazan los valores liberales, salvar las carreras humanistas y restaurar la confianza de sus votantes. Una buena idea sería educar a los alumnos en el conocimiento científico más serio sobre sexualidad y género. Como comenta Angelo Fasce, filósofo y neurocientífico, el problema también radica en la ignorancia del tema tanto en gente de derecha como de izquierda[8].
En mi opinión, la centro izquierda habría tenido una excelente oportunidad para detener esto 10 años atrás, pero hoy un nuevo fenómeno ha cambiado las prioridades en occidente: la migración del votante de clase media-pobre de izquierda hacia partidos nacionalistas, que ya no es controlable y llegó en mal momento para la izquierda en Europa y EEUU.
Notas.
[5] Íbid.
[6] https://www.samharris.org/podcast/item/ask-me-anything-6 lamentablemente no hay transcripción del audio. Pero el extracto puede ser encontrado en vario videos en Youtube bajo el nombre “The left is irredeemable”
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