sábado, 24 de junio de 2017

Pagar a los 'ninis'

Juan Rallo analiza la propuesta de paga a los "ninis" del PP, que cuenta con el aval ideológico explícito de Ciudadanos (e implícito del resto de formaciones), que está lejos de solucionar un problema de mucho mayor calado, contra el que no se quiere actuar. 
Artículo de su página personal:
Pagar a los 'ninis'
La ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, ha propuesta una ayuda pública de 430 euros para que aquellos jóvenes que ni estudian ni trabajan (los famosos ‘ninis’) se incorporen al mercado laboral a través de un contrato de formación y aprendizaje. La medida no ha sido una iniciativa exclusiva del PP, sino que cuenta con el aval ideológico de Ciudadanos y, aunque no lo hayan explicitado, también del resto de formaciones políticas; a la postre, se trata de una política consustancial a nuestro dadivoso Estado del Bienestar: primero genera pobreza y luego la subsidia para consolidar sus redes clientelares y de dependencia. Es verdad que, al menos, esta paga pública se condiciona a la suscripción de un contrato de formación por parte de los jóvenes reacios a instruirse o a trabajar, pero si verdaderamente bastara un beneficio de 430 euros mensuales para que muchos de los ‘ninis’ se lanzaran de cabeza a adquirir un oficio, ¿acaso no podríamos pensar en otras reformas menos paternalistas y menos lesivas de los derechos individuales de los contribuyentes?
Si parte de los ‘ninis’ carecen de incentivos a educarse o a trabajar es, en gran medida, porque se enfrentan a un mercado laboral disfuncional que impide a un tercio de la población (especialmente a la población más joven) acceder a un empleo estable. Adicionalmente, la formación que nuestro sistema de enseñanza pública proporciona a muchos de esos adolescentes desmotivados se halla completamente alejada de las necesidades del mercado: con una capitidisminuida formación profesional y una politizada y burocratizada formación universitaria, estudiar deviene una pérdida de tiempo y de recursos para muchas personas. ¿Por qué entonces, antes de instituir cualquier tipo de ayuda estatal que sirva como incentivo artificial a problemas mucho más de fondo, no probamos a solucionar esos problemas de fondo? ¿Por qué no liberalizamos el mercado laboral para acabar con nuestro paro estructural y con la dualidad fijo-temporal? ¿Por qué no liberalizamos de raíz nuestro sistema educativo para que éste pueda adaptarse descentralizadamente a las necesidades reales de las empresas? Si una vez ejecutadas estas reformas básicas que hoy constriñen las oportunidades de los ‘ninis’, algunos de ellos deciden seguir cruzados de brazos, entonces no habrá excusas para su pasividad: y si uno quiere vivir una vida irresponsable, es muy libre de hacerlo. Pero, eso sí, que no nos pase la factura a todos los demás.

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