Artículo de Expansión:
Ilustración: Miguel Santamarina.
EL CAPITAL LLAMADO ESPECULATIVO FINANCIA EL 70% DE LA ECONOMÍA REAL DE LA OCDE, ORIGINA EL 60% DE LOS PRÉSTAMOS AL TERCER MUNDO Y CUBRE EL 40% DE LOS PROYECTOS DE INFRAESTRUCTURAS DEL MUNDO.
Es curioso como se pervierte a veces el lenguaje. Uno de los ejemplos más evidentes es el uso de la palabra especulador. En los medios de comunicación se pueden leer con frecuencia titulares del estilo "¡Freno a los especuladores!" o "La bolsa cae por un ataque especulativo". Irónicamente, la palabra especulador aparece siempre para justificar caídas de las bolsas que no queremos aceptar pero, sorprendentemente, también las subidas de las materias primas. ¿Por qué? Porque es una excusa fácil ante un movimiento que no nos gusta, sea el que sea. Es ridículo pensar que los especuladores aparecen de la nada para bajar las bolsas y enfadar a la señora María o al señor Juan, perjudicados en su inversión, o que surgen para hundirles el bolsillo subiendo el precio del petróleo, el carbón o el café. ¡Vamos!, que los especuladores se esconden en las esquinas para liderar el movimiento de activos financieros que no queremos que sean los que son, dependiendo del momento y el Gobierno que toque. Que son íncubos demoníacos que nos quieren echar de nuestro paraíso de largo plazo. Que su intención es, sin duda, generar el mal absoluto. Pero lo cierto es que cuando dichos activos se mueven al alza -bolsa- o a la baja -materias primas- nadie se acuerda de los especuladores. Con las bolsas subiendo y la prima de riesgo bajando se les llama inversores inteligentes, que reconocen la solidez de las medidas del Gobierno y la buena marcha del país y sus empresas. A la baja, son piratas que se reúnen en un lugar escondido en Nueva York y "deciden atacar al país"... a menos que el que analice esas subidas bursátiles y mejoras del bono soberano pertenezca a la oposición. Entonces los especuladores también son culpables. ¡Qué bien, qué socorrido!
Un enemigo que cumple las tres reglas de oro de la excusa fácil, como explico en Nosotros, los Mercados. Es extranjero, así la culpa nunca es nuestra, imposible de identificar, así no se puede defender, y todopoderoso, con lo cual le podemos adjudicar cualidades mágicas. Sin embargo, nada de esto es cierto. O todo es mentira. Los especuladores son esenciales. Un especulador es todo aquel que busca ineficiencias en el corto y medio plazo tratando de obtener una rentabilidad económica de esa oportunidad. Sí, los especuladores son los que compran cuando la bolsa cae de manera agresiva y los que proporcionan liquidez. Cuando analizamos los mercados financieros tendemos a dar por garantizada esa palabra esencial: la liquidez. Pero sin los especuladores que se mueven en distintos periodos de maduración para generar su negocio, las bolsas y los mercados de deuda y financiación serian muchísimo más volátiles y habría muchos periodos largos sin volumen comprador. Cuando compramos o vendemos un activo nunca dudamos que vamos a poder hacerlo rápida y eficientemente. Esa liquidez, que damos por hecha, no es una garantía. Existe porque hay compradores y vendedores en cada momento, en cada segundo, haciendo y deshaciendo operaciones.
¿Son los especuladores todos poderosos y bajistas? Pues no. El gran público tiende a olvidar que la actividad de la especulación a corto plazo deja muchos más perdedores que ganadores, y que las posiciones bajistas (cortos) son asimétricas en riesgo. Es decir, un valor puede subir mucho más del 100% pero no caer más de un 100%. El ciudadano medio olvida, además, que el 90% de los fondos que denominan y tachan de especuladores siempre son compradores netos. La posición larga (expuesta al alza) de los hedge funds, por ejemplo, supera el 40% de media desde 2001 a 2014, según HSBC. Es decir, compran más de lo que cubren con posiciones cortas. Y todopoderosos, pues tampoco. Una industria, la de los hedge funds, que supone menos de tres billones de dólares no cuenta, agregada, ni con una fracción del capital que tienen los fondos institucionales que solo compran o, no digamos, los bancos centrales. Los bancos centrales han inyectado en cinco años el equivalente a seis veces el tamaño de la industria global de hedge funds.
Por otro lado, los especuladores cumplen una función esencial en épocas de crisis bancaria. Lo vimos en EEUU y Reino Unido entre 2008 y 2011. La mayoría de la financiación a la economía real se generaba desde fondos privados, capital riesgo y hedge funds. El capital mal llamado especulativo (fondos de capital riesgo, hedge funds y parte de los bancos de inversión) financia en la OCDE el 70% de la economía real (80% en EEUU), origina el 60% de los préstamos a países del Tercer Mundo, cubre el riesgo del 80% de los fletes marítimos y transacciones comerciales del planeta y financia el 40% de los proyectos de infraestructuras globales, según datos del Banco de Inglaterra. Para ser unos malvados demonios me da la sensación de que hacen mucho bien a la economía global y el bienestar general.
Pero además, la especulación es el alma de toda transacción comercial. Si yo vendo un activo hoy considero que el precio es adecuado o alto. El que lo compra piensa que es bajo. Ambos están especulando sobre un valor futuro. ¿Quién especula más que, por ejemplo, un gobierno, que pide prestado un 5-7% de su producto interior bruto ante la expectativa de crecer en tres o cuatro años? Está apalancando a un país ante una previsión de futuro mejor. Aunque con una diferencia. El fondo especulador, si se equivoca, pierde su dinero o quiebra (más de 1.400 cerrados en 2014 en EEUU, por ejemplo). El gobierno no tiene ese riesgo. Y por lo tanto, los incentivos están desalineados entre el que gasta y el que paga.
Una empresa especula al construir una planta esperando vender mucho más en unos años. Que consideremos esa especulación "buena" y la financiera "mala" parte de la percepción errónea de que los activos tangibles tienen un valor incuestionable, aunque sean puentes inútiles y plantas vacías construidas especulando con que las subvenciones lleguen, o miles de casas pensando que los rusos van a venir en hordas a comprarlas. Otro error es pensar que la economía real se financia sola y la liquidez y el capital están garantizados. De hecho, los países que se dedican a hundir la actividad financiera, como mecanismo de transmisión esencial que engrasa la máquina de la economía global, pierden el tren del progreso.
Cuando un país vende un paquete de activos o deuda de difícil cobro a un banco de inversión al 40% de su valor inicial no es un "chollo". Si vale un 40% es porque el riesgo es muy grande. Y el fondo no se "forra" a menos que lo venda o recupere el dinero. El concepto de "precios de derribo" cuando no hay demanda alternativa es, cuando menos, hilarante. Además, en muchas ocasiones esos fondos se equivocan y pierden dinero. Y no, la actividad especulativa no es fácil ni un juego, ni mucho menos un éxito garantizado. La alineación de incentivos y el reciclaje constante de la industria son dos características positivas esenciales de la industria especulativa. Los gestores tienen los mismos objetivos y riesgos que sus clientes, pues invierten la mayoría de su patrimonio en su negocio. Y la constante quiebra y creación de nuevos fondos garantiza que se alineen y gestionen los riesgos de manera detallada. Se trata de una industria extremadamente regulada donde los que lo hacen mal desaparecen. A los que hablan de desregulación les recomendaría leerse las 17.000 páginas de normas, recomendaciones y penalizaciones de la FCA (Financial Conduct Authority) o las equivalentes de la SEC (Securities Exchange Commission).
EQUIVOCACIÓN
La gente que reclama intervención contra la actividad especulativa parte de una interpretación equivocada. Dotar de cualidades mágicas y manipuladoras a un sector que genera liquidez y financiación y que ayuda a reducir el riesgo concentrado en los bancos, por ejemplo, al estar muy disperso en miles de fondos y entidades distintas es un error. Nadie ataca a nadie. El análisis de la realidad económica, y sobre todo de las estimaciones futuras, siempre pasa un filtro subjetivo, influenciado por la experiencia, la opinión y el proceso intelectual del analista, y no es algo dictado desde el gobierno o los medios de comunicación. Y como tal, se puede intentar manipular lo que se quiera desde las autoridades, pues el tiempo demuestra los valores correctos.
Pensar que existe colusión contra algún país o activo es ridículo. Si los fondos de inversión o de capital riesgo ven que la posición es injustificadamente pesimista y que los datos empiezan a mejorar, son los primeros en reaccionar. Porque el dinero no tiene excusas ideológicas ni prejuicios mediáticos. Busca la oportunidad de generar una rentabilidad razonable comparada con el riesgo percibido y con otros activos del mundo. Y es muy importante resaltar esto: ¡¡comparado con el riesgo y con otros activos del mundo!! El inversor no tiene por qué poner su dinero en un país u otro. Por ello, demostrar la credibilidad y garantía, tanto del activo como del comprador, es un proceso esencial y enriquecedor.
El especulador no mueve el precio del activo -cuando hablamos de materias primas en particular es muy evidente-. Compra o vende un producto financiero ligado al precio real de ese activo. Los especuladores no suben el precio, apuestan a que suba. La demanda y el suministro real siempre dictan a medio plazo el precio. Estamos acostumbrados a vivir en economías muy planificadas, y a pensar que los ciclos económicos son anomalías injustificadas, movimientos especulativos o manipulaciones. Nos asustan los ciclos económicos porque exigimos certidumbre y seguridad, pero no entendemos que la planificación y el intervencionismo no funcionan en un mundo globalizado. Los ciclos económicos son esenciales y cada vez son más intensos porque hoy todas las economías están íntimamente relacionadas. Por eso el error más común a la hora de analizar los mercados financieros es conformarnos con lo que nos dicen desde una perspectiva local, casi pueblerina, creyendo que los grandes agentes económicos tienen todo muy controlado y pueden determinar el futuro.
La especulación ha existido siempre. Y así seguirá siendo. Es el reflejo de nuestro deseo de crecer y mejorar. Es parte esencial del bienestar económico y, por supuesto, debe estar adecuadamente monitorizada y regulada. Pero sus cualidades positivas no deben olvidarse. Si faltase esa liquidez, apetito por el riesgo y por la obtención de financiación, desaparecería un enorme porcentaje de las oportunidades de crecimiento económico de las empresas y las familias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario