Fernando Díaz Villanueva analiza la googlefobia llevada a cabo por la burocracia europea.
Artículo de su página personal:
Alphabet, la matriz de Google, recibió ayer la mayor multa antimonopolio que se haya impuesto jamás en la Unión Europea: 2.424 millones de euros. Eso es mucho dinero. Es el equivalente al PIB de Lesotho o Timor Oriental, o el doble que el PIB de Cabo Verde o las Islas Seychelles. Una multa, como se puede ver, desproporcionada la miremos desde donde la miremos, incluso para los que están a favor de las leyes antimonopolio. La multa en cuestión viene motivada por un servicio secundario que ofrece Alphabet llamado Google Shopping, un simple comparador de precios incorporado en el buscador en el que, al parecer, se muestran antes (y mejor) los resultados propios que los de otros comparadores como Kelkoo, Twenga o Idealo. Es decir, lo normal.
Pero la comisaria de Competencia, Margrethe Vestager, no es de la misma opinión y ha decidido sacar el hacha. Y cuando digo hacha lo digo casi literalmente. Por cantidad la multa se sale de los mapas. 2.500 millones de euros es una emisión promedio del Tesoro. 2.500 millones de euros es la mitad de lo que España gasta en Defensa un año normal. 2.500 millones de euros es tres veces el presupuesto anual de la Dirección General de Tráfico. 2.500 millones de euros es lo que costó construir hace diez años la línea de alta velocidad entre Córdoba y Málaga, una obra realmente cara porque atraviesa la cordillera Penibética y está plagada de túneles y viaductos.
Pues bien, eso es lo que tendrá que pagar Google a la administración europea por colocar sus enlaces por encima de los enlaces de la competencia en su buscador. Repito, en SU buscador. Sé que es disparatado, pero es así.
Lo peor de todo es que el comparador de precios tampoco es algo especialmente importante para Google, no es ni de lejos su negocio principal. Yo, por ejemplo, no lo he utilizado en la vida cuando otros servicios como GMail, YouTube o Google Maps los uso a diario. Y como yo creo que mucha gente. Luego este ataque tan salvaje solo puede entenderse como el último aviso de un mafioso: “si os hemos hecho esto por Google Shopping, que os importa un bledo, qué no haremos por otras cosas. Más os vale agachar el lomo y obedecer”.
Para dar este matonil aviso han tenido que fabricar un crimen donde nunca se había cometido. La acusación sobre la que han multado a Alphabet no se sostiene por muy hueca y campanuda que se ponga la comisaria Vestager, una socialista danesa de 49 años que lleva desde los 21 viviendo de la política, primero en su país natal y luego en la burocracia europea. Una mujer que jamás ha trabajado en una empresa privada y que desconoce por completo los esfuerzos que esas mismas empresas tienen que hacer para que ella cobre su abultadísimo sueldo todos los meses.
Veamos. Acusan a Google de dar preeminencia su propio servicio de comparación de precios. De manera que si yo, por ejemplo, busco “micrófono” lo primero en aparecer serán unas cajitas con diferentes ofertas de micrófonos. Puedo entonces pasar de ellas o hacer clic en las ofertas. Lo que no aparece arriba es la competencia de ese tipo de servicios, es decir, no aparecen comparativas de precios de micrófonos en Kelkoo o en Idealo. Cierto, pero es que el buscador es suyo, no de Kelkoo. ¿O le va a decir esa inutilidad andante llamada Margarethe Vestager a Google como tiene que manejar su negocio?, ¿ella, precisamente ella, que no ha arriesgado un euro propio en toda su vida?
Es como si a mi me obligasen a poner un minuto de los programas de la competencia al principio de cada ContraCrónica para que el oyente sepa que hay más opciones. Seguramente ya lo sabe, si no es así allá él, pero mi obligación no es informarle de eso.
Pero hay más. Si yo busco “micrófono” en Google lo que estoy buscando es información sobre micrófonos o lugares donde comprarlos, pero no páginas de comparativas de precios de micrófonos. Google no es un comparador de precios. Google es un buscador (muy preciso, por cierto), al que sus dueños han decidido colocar un comparador para cierto tipo de búsquedas. Porque si en lugar de buscar “micrófono” busco “lente asférica” no se activará comparador alguno ya que, aunque ese tipo de lentes se compran y se venden como cualquier otro producto, no es algo que compre habitualmente y menos aún por particulares.
¿A qué se dedica Google?
Hay otro elemento más que a mi juicio es fundamental. Hoy por hoy el negocio principal de Alphabet es la publicidad. ¿Por qué razón tiene que poner anuncios de otros en su propia página? Simplemente no tiene sentido. Google, en definitiva, no es una web del Gobierno a la que se le pueda exigir un trato igual para todos, es una empresa privada propiedad de sus accionistas que ofrece una serie de servicios y lo hace tan bien que todos los empleamos, incluida, naturalmente, la propia Vestager.
A una empresa así no hay que multarle, hay que enviarle una felicitación por llevar 20 años en la cresta de la ola innovando de manera incansable y creando mercados donde antes no existían.
Pero a la Comisión Europea las empresas en sí no le interesan, no hay más que darse un paseo por el currículum de sus comisarios para darse cuenta de ello. La práctica totalidad son altos funcionarios y todos ellos políticos profesionales que no se han dedicado a otra cosa en la vida. Tampoco les interesa el comercio electrónico. A la vista está que no lo entienden porque ningún consumidor se quejó jamás de Google Shopping ni reparó en el hecho de que su competencia no saliese en la primera línea de las búsquedas. De habérselo recordado les parecería algo lógico y comprensible. Si Google presta el servicio y corre con los gastos es normal que sus productos tengan preferencia como las marcas propias de un supermercado tienen prioridad sobre las de terceros.
A la Comisión Europea, formada por una casta de políticos desahuciados en sus países de origen y no electos, lo único que le interesa es quedar por encima y que la teman. Porque si la temen obedecerán. De esto va todo.
No se plantean que Google puede mañana hacer el petate y marcharse como se marchó de China. La penetración de Google en Europa es altísima. A los europeos nos gustan sus servicios y por eso los usamos tanto. Sabemos que hay competencia pero nos gusta más su buscador o su cliente de correo electrónico que el de otros. Si eso sucediese, si decidiesen cerrar como cerraron hace tres años Google News en España, sospecho que la comisaria Vestager no encontraría bosque lo suficientemente grande para esconderse.
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