Juan Soto muestra cómo es un parto con el absurdo e ideologizado lenguaje "inclusivo"...
Artículo de El Confidencial:
Foto: Corbis.
Me propongo contar una anécdota usando de forma rigurosa la guía de lenguaje inclusivo propuesta por la Generalitat valenciana, y respetando otras recomendaciones reales vertidas por organismos públicos. Como sabe la persona lectora, la Generalitat valenciana ha enviado al personal facultativo, personal de enfermería y otras personas de los centros de salud valencianos la enésima guía para que dicho personal facultativo y demás personas puedan dirigirse a las personas usuarias de forma inclusiva, en un intento rígido de educar a la ciudadanía en los valores de cogérsela con papel de fumar.
Aquí va la anécdota. Resulta que una persona asignada mujer de etnia africana llega acompañada por una persona asignada hombre al centro de salud, en un taxi conducido por una persona de origen magrebí asignada hombre. La persona asignada mujer empezó a sufrir fuertes dolores una hora antes, debido al proceso del parto en animales humanos. La persona asignada hombre que acompaña a la persona usuaria grita:
—¡Necesitamos un médico! ¡Esta cabrona está a punto de echar el bofe!
Escandalizadas, las personas trabajadoras del centro reconducen la conversación a cauces menos ofensivos. La persona celadora se les aproxima con la documentación necesaria para proceder al ingreso de la persona asignada mujer.
—¿Sexo de la persona?
—¿No la ves? ¡Esta tía está de parto!
—¿Género?
-¿Estamos locos? Me la encontré en medio de la calle chillando como un gorrino.
—¿En qué trabaja?
—Dice que limpia casas.
—Persona empleada en finca urbana —recomienda sabiamente la persona celadora. Entre tanto, la persona asignada mujer chilla:
—¡Me cago en el misterio!
Luego de la elaboración de la ficha, el personal trabajador conduce a la persona asignada mujer a la sala de espera, donde sigue profiriendo berridos como un animal no humano. Es atendida tres horas y media más tarde, debido a la aglomeración de ciudadanía en la sala de espera y a los escasos recursos económicos con que cuenta el personal sanitario.
En la sala de partos, los y las médicas y los y las enfermeras, entre ellos y ellas gente experta en obstetricia, proceden a atender a la persona asignada mujer de etnia africana en las labores de traer una vida al mundo. Tumbada en la camilla, con una pata para cada lado, la persona asignada mujer sigue las recomendaciones del personal sanitario —empuje, respire, empuje— hasta que una cabeza se visibiliza en un intento de empoderarse.
La criatura es traída al mundo por el personal sanitario una hora después. Tiene pene, pero nadie quiere oprimir a la criatura, de forma que se le asigna protocolariamente un sexo sin rellenar la casilla del género. Mientras el personal de enfermería limpia a la descendencia, la persona usuaria descansa y suplica en 25 idiomas que dejen de rellenar papeles y le traigan a la niñez para que la vea. El personal facultativo se la trae envuelta en una manta.
—¿Es niño o niña?
El personal facultativo se mira entre sí, sin que nadie se atreva a pronunciarse al respecto. La persona usuaria asignada mujer se altera al ver las caras del personal facultativo:
—¿Está sano o sana, tiene todos los deditos?
Una de las personas trabajadoras asiente, aunque al instante se pregunta si el número total de dedos ha de ser 20, puesto que dar por hecho esta circunstancia podría oprimir y denigrar a las personas que nacen con menos dedos.
—¿Entonces qué? ¿Es niño o niña? —inquiere la persona asignada mujer de etnia africana. Por fin, le responden a coro:
—¡Es una criatura!
La persona usuaria parpadea varias veces, los ojos llenos de estupefacción. La persona usuaria levanta la mantita para cerciorarse de que su descendencia tiene pito. Entonces su estupefacción se convierte en ofensa, y la ofensa en ira, y la ira en pánico. Protege a la criatura entre sus brazos y por fin grita:
—¡LO HABÉIS LLAMADO CRIATURA PORQUE ES NEGRO!
El personal sanitario trata de explicar a la persona usuaria que se equivoca, pero tampoco quieren oprimirla ni caer en el odioso 'mansplaining', así que la dejan sola. Cuando recibe el alta, la persona asignada mujer denuncia ante los tribunales al personal facultativo al completo. Les acusa de racismo por llamar 'criatura' al precioso bebé negro que ella ha traído al mundo. Un niño que, de hoy en adelante, no solo tendrá que enfrentarse a los prejuicios cavernarios, sino a la rígida hipocresía de la corrección política, empeñada en liberarnos imponiéndonos un habla absurda, mientras quienes realmente tienen el poder sostienen sin esfuerzo este sistema basado en la infranqueable desigualdad.
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