Jorge Vilches analiza las recientes declaraciones de Ábalos (PSOE) acerca de sus socios independentistas sobre la cuestión de los indultos, su constante blanqueamiento y estrategia y objetivo político al respecto.
Artículo de Voz Pópuli:
El ministro de Transportes, José Luis Ábalos EFE
Las declaraciones del ministro Ábalos en La Vanguardia son algo más que el precio político por el apoyo parlamentario recibido. El propósito es propagar la idea de que el golpe independentista de 2017 no fue para tanto, que se trata de un acontecimiento del pasado, de la “vieja normalidad”, y que en la “nueva normalidad” de Sánchez habrá espacio para el “diálogo” y para otra España.
La extensión de este mensaje consigue dividir en dos el campo político. Por un lado están los partidos que quieren que se cumplan las penas de los políticos condenados, y que sostienen que el Gobierno socialcomunista está pagando el apoyo de ERC a los PGE. No les faltan razones, claro, pero cumplen con su papel en el plan propagandístico socialista al parecer que son vengativos, reaccionarios, y que odian a “los catalanes”. Esto es una norma de la comunicación política básica: la construcción del antagonista.
Por otro lado, están los partidarios de usar el perdón aunque los presos no se hayan arrepentido y manifiesten una voluntad declarada de reincidir. La intención gubernamental del indulto proporciona la imagen de ser más demócrata, tolerante, moderno y abierto. Es el espíritu del nuevo Estado plurinacional: lo que antes fue un delito se convierte en derecho gracias a la voluntad política. De ahí que Ábalos dijera que era una “obligación moral” el “aliviar tensiones que puedan dañar la convivencia”.
De esta manera, con el sencillo mensaje de Ábalos, el Gobierno cuenta con una declaración de intenciones, un gesto al independentismo, y la construcción de un muro entre los apegados a la realidad plurinacional y progresista, y los malvados negacionistas de la derecha. Al tiempo, el ministro socialista, portavoz de Sánchez, hace suyo el esquema mental de Podemos para que se note el éxito de la coalición gubernamental: toda transformación es un acto de voluntad que no tiene por qué ser legal, ya que la buena intención otorga legitimidad para vulnerar la norma.
Es la “nueva normalidad”, un cambio en el eje del consenso político, que, como declaró Ábalos, es una cuestión de convivencia. Sin embargo, cuando el ministro socialista habla de convivir no se refiere a los partidos que están fuera de la coalición Frankenstein. Esto es muy significativo de las verdaderas intenciones: ahondar la brecha que existe entre constitucionalistas y rupturistas, entre los que basan su acción política en el respeto a la Constitución de 1978 y quienes fundamentan todo su ser en romper el orden constitucional.
En un modelo ideal, que no es el caso de España, tender la mano o no a los golpistas debería ser un acuerdo de los grandes partidos, el resultado de un gran consenso político y social. Es preciso recordar que Puigdemont y compañía no dieron un golpe contra el Gobierno, sino contra el Estado; es decir, que quien tiene que otorgar el perdón no es Sánchez, sino la representación de la soberanía nacional. Es España quien tiene que perdonar, no un político ambicioso que necesita pagar un precio político a los independentistas para seguir en el poder.
La nueva Era
Las elecciones catalanas del 14 de febrero de 2021 también ayudan a entender la declaración de intenciones de Ábalos. Los socialistas quieren presentarse en Cataluña como representantes de la nueva Era, de la España plurinacional y dialogante alejada de la derecha vengativa. De hecho, según los sondeos el PSC puede absorber un 35% del voto que obtuvo Ciudadanos en las elecciones de 2017, incluso podría recoger a los electores moderados cansados del conflicto. Esa actitud permitiría a un PSC victorioso pactar con En Comú Podem, como Sánchez e Iglesias hicieron en Madrid, y como ocurre en el ayuntamiento de Barcelona, y tener el apoyo externo de ERC. Fuera quedarían JxCAT, una formación destartalada, la CUP, un PP crecido, un Vox recién llegado y los restos de Ciudadanos.
A la máquina propagandística de Moncloa no le importan las trabas legales para el indulto, anotadas por los fiscales de la sala de lo Penal del Supremo, en cuanto a que no pueden conceder uno general, ni a que no hay motivo para hacerlo en cada caso individual. Da igual, porque una vez declarada la intención ya está fabricada la excusa y señalado el responsable.
En consecuencia, el eje de la campaña electoral del PSC será al estilo de Azaña en la Barcelona de 1938: paz, piedad y perdón para los golpistas. Al tiempo, quizá con la boca pequeña, el PSC se niega a formar un Gobierno con ellos en Cataluña. Es una buena manera para obtener el poder en esa región y que no se enfade el resto de dirigentes territoriales. Tampoco le viene mal a ERC, porque le permite una mayor rentabilidad a la hora de negociar en Madrid y en Barcelona. Habrá un tripartito en la sombra, no oficial, que dará los pasos para satisfacer las demandas consultivas de los independentistas, y fortalecer la mayoría parlamentaria en el Congreso de los Diputados. La jugada de Ábalos en el primer periódico de Cataluña es casi perfecta.
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