Federico Jiménez Losantos desenmascara a la derecha mentirosa y sus penosos publicistas, a raíz del evidente cambio de estrategia (pensando en su posible rentabilidad para alcanzar el poder) y su giro en particular respecto a Vox (tratando de acabar con él) absorbiendo a su vez a Ciudadanos, abandonando la idea de unificar al centro-derecha.
Artículo de Libertad Digital:
Pablo Casado, durante el debate de la moción de censura de Vox. | EFE
Hay veces en que un artículo político de encargo revela sobre el partido que lo ha pedido más que un tratado completo o una confesión de su líder. No tiene que ser brillante -los alquilones no suelen serlo-; basta con que muestre con claridad los meandros del razonamiento que llevan a esa fuerza política a tomar una determinada posición. O a cambiarla.
El PP decidió en la primavera de este año cambiar su estrategia para llegar al Poder. De apostarlo todo a unificar al centro derecha pasó de golpe a pretender encabezarlo acabando con la segunda fuerza, que es Vox, y absorbiendo a la tercera, Ciudadanos. La pretensión, acertada o errónea, es discutible. Pero presentar un cambio tan radical como imperativo moral exige coherencia intelectual y argumentación sólida. Dos herramientas de las que carece Miguel Ángel Quintanilla, encargado oficial de justificar las depuraciones y volteretas del partido.
Lo ha hecho en El Mundo con dos piezas violentas y resbaladizas: una, contra Cayetana Álvarez de Toledo, sin atreverse a nombrarla, pero atacando a Libres e Iguales; la otra, presentando la agresión personal a Abascal y la declaración de guerra a Vox como una heroica defensa de la democracia frente a los defensores de la dictadura -que ya no son Sánchez e Iglesias sino los socios del PP en Madrid y Andalucía-. Pero ese acto de desprendimiento sería también una astuta táctica para llegar al Poder. ¿Un sacrificio ventajoso, una ética el contado, una vela al Diablo y otra a Dios? La 'Teodicea' pepera está alumbrando una clerecía de lo más hipocritona.
¿Defendió Vox la dictadura o miente el PP?
El argumentario quintanillero asume la manipulación podemita de la frase de Abascal contra el Gobierno socialcomunista: "el peor en 80 años". Pero, con las prisas del que llega tarde, va mucho más lejos que socialistas y comunistas, empeñados en derribar el régimen constitucional que Vox intenta defender. Lo que "demócratas" como Sánchez, Iglesias o Ábalos llaman sólo "nostalgia del franquismo", el vocero pepero interpreta: "una provocación que puede ser leída legítimamente así: "valdría la pena ser gobernados por Franco con tal de no ser gobernados por Sánchez".
Cualquier talento mediocre, sin la obligación de argumentar como un comunista, pero disfrazado de liberal, diría que la frase de Abascal "puede ser leída legítimamente" como una afirmación de que la ideología no compensa una mala gestión y que un ministro de Franco -por ejemplo, Fraga, el del PP- fue mejor que cualquier ministro de este Gobierno. ¿Eso significa que este régimen sea peor que el franquista? No. ¿Que aquellos ministros, por su nivel cultural, eran mejores gestores? Sí.
Los comunistas chinos proclamaron que los tomates crecían por la correcta lectura de Mao; y Lissenko impuso bajo Stalin que existía una ciencia proletaria y otra burguesa. Frente a esa primacía de lo ideológico, el PP defendía su capacidad de gestión como un valor que lo distinguía de la Izquierda. ¿Si un régimen es bueno lo son todos sus ministros? Por cierto, ¿es bueno un régimen que prohíbe estudiar en español? Cuando Rajoy y el primer Casado juraban liquidar la Ley de Memoria Histórica, ¿no buscaban reconocer lo que de bueno y de malo tiene nuestra historia, sin sectarismos? ¿Qué defiende ahora este escriba genovés? ¿Que cualquier ministro en una democracia es mejor que cualquier ministro o presidente en una dictadura? ¡Sí, ese es el argumento de Iglesias o Sánchez cuando llaman fascista al PP!
La mentira descarada
Quintanilla defiende lo que digan. Y dice que Abascal ha dicho lo que no ha dicho: "Mediante esa frase se borraba cualquier diferencia de principio entre un Gobierno elegido democráticamente y otros que no lo fueron". Eso es, simplemente, falso.Y a diferencia de Quintanilla, cuya trayectoria política es un renglón, la de Abascal lo demuestra. Pero sigue: "El candidato creía poder hacer dos cosas simultáneas: primero, negar el valor superior de la democracia como principio político, dando así continuidad a la costumbre de cerrar sus mítines de campaña con las palabras con las que Blas Piñar cerró también alguno de los suyos; y, segundo, pedir confianza en su acreditado compromiso democrático para devolver la palabra a los españoles de inmediato".
Dejemos esta oscuridad contradictoria y vayamos a la clara mentira. No es verdad que Abascal termine sus mítines como Piñar. ¿Qué significa "alguno de sus mítines"? ¿Cuántos? ¿Cómo? Al asimilar a Abascal y Blas Piñar, Quintanilla asimila su rigor intelectual al de Adriana Lastra; y deja por fascista o por tonto a Casado, que ha defendido innumerables veces el carácter democrático de Vox. En esa época tan lejana, tres meses, Casado decía que no se puede asumir, como quiere la Izquierda, que todo lo que hizo el franquismo fue malo, desde los pantanos a la política de becas y el desarrollo que permitió doblar la renta per cápita y crear la clase media; o nombrar sucesor a Juan Carlos I. Lo mismo hasta escribió eso Quintanilla.
Una frase de Antonio Machado que repiten mucho los socialistas es la de "todo necio confunde valor y precio". En su viaje hacia el socialismo, que eso supone el interminable viaje al centro de la derecha acomplejada, Quintanilla va más allá. Tan allá, que tiene que tomar todo este impulso:
"La frase mencionada, por limitarnos a ella, es una sobresaliente declaración de relativismo moral, relativismo cuyo opuesto no es el absolutismo moral, sino la moralidad. Por eso es sorprendente que desde posiciones y trayectorias políticas aparentemente alejadas de esa se haya pretendido relativizar la importancia de una declaración así en un momento así, para insistir en que al PP lo que le interesa es colaborar con Vox para desalojar a Sánchez.
Pero el relativismo, este y cualquiera, se combate con una afirmación sencilla: lo que tiene valor no tiene precio. Echar a Sánchez al precio de que el PP relativice su compromiso democrático no es aceptable en ningún caso, y no funcionaría en ningún caso. Lo que la nación hizo en la Constitución fue declarar solemnemente que su única forma digna de existencia es como democracia, y la voluntad de la nación, en cuyo nombre tantas veces se pretende hablar, no tiene precio, tiene valor".
Como acostumbra el centrismo de alquiler, Quintanilla importa una necedad del marxismo tardío, resumida en la oposición falaz de tener y ser. No se puede tener sin ser y no se puede ser sin tener, salvo que te lo quiten, como sucede en el comunismo, pero incluso entonces moralmente se tiene. Eso de que "lo que tiene valor no tiene precio", ¿supone que no se puede poner precio a nada que tenga valor? ¿Luego nada con precio vale nada? Uno tiene la impresión de que Quintanilla toma clases de Monedero hasta que cae en la cuenta de que escribiría una cosa y la contraria porque todos sus valores tienen un precio. Vamos, que está dispuesto a venderlos todos.
¿Elegiría el PP a Sánchez o a Abascal?
Sería fácil replicar que el PP relativizó su compromiso democrático votando con Bildu no a Abascal y sí a Sánchez. Pero es tan bajo el nivel de este galeote del chaqueteo que me limitaré a hacerle una pregunta, para que la contesten sus amos: si Abascal saca un escaño más que Casado en las próximas elecciones Generales, ¿lo hará presidente o preferirá a Sánchez?
No hay comentarios:
Publicar un comentario