miércoles, 30 de diciembre de 2020

¿Cambiará la pandemia nuestros hábitos de consumo?

Juan R. Rallo analiza a raíz de la publicación de un reciente paper al respecto, cómo cambiará la pandemia nuestros hábitos de consumo y la conclusión y lección económica y política que hay que tomar de ello, por nuestro propio bien como sociedad. 

Artículo de El Confidencial: 


Una mujer toma su consumición en la terraza de una cafetería de Santa Cruz de Tenerife. (EFE)



La disponibilidad de una vacuna ha alimentado las razonables expectativas de normalización y recuperación económica para 2021. Pero que terminemos regresando a la normalidad no equivale necesariamente a que volvamos a la misma normalidad que antes de la pandemia: el 'shock' que hemos experimentado en 2020 ha sido tan extenso y tan profundo que no solo ha descapitalizado parte de nuestro tejido productivo, sino que muy probablemente ha generado cambios permanentes en nuestros hábitos de consumo.

En un reciente 'paper', los economistas Alexander Hodbod, Cars Hommes, Stefanie J. Huber e Isabelle Salle exploran hasta qué punto los ciudadanos europeos pueden haber visto alteradas sus preferencias y proyectos vitales tras las desventuras vividas a lo largo de este ejercicio. En una encuesta realizada a 1.500 familias de Francia, Alemania, Italia, Holanda y España durante el mes de julio (esto es, una vez terminada la primera ola y cuando la mayoría de las restricciones contra la movilidad social ya habían desaparecido), el 65% de los hogares (76% en el caso de España) manifestó que tenía pensado volar al extranjero con menor frecuencia que antes de la pandemia; el 58% (63% en España), que usaría menos el transporte público; el 54% (65% en España), que acudiría menos a bares y restaurantes; el 38% (47% en España), que recurriría en menor medida a los servicios de los salones de belleza, y el 45% (52% en España), que visitaría menos los centros comerciales.

Es decir, de entrada, se detecta un cambio muy sustancial en los patrones de gasto de las familias europeas (y especialmente de las españolas). A la hora de la verdad, sin embargo, ese cambio no es tan exagerado como podría parecer, dado que su principal motivación es minimizar el riesgo de contagio: así lo es para el 53% (63% en España) de los hogares que viajarán menos al extranjero; para el 61% (73% en España) de los que pretenden usar menos el transporte público; para el 47% (62% en España) de los que acudirán menos a bares y restaurantes; para el 41% (56% en España) de los que usarán con menor frecuencia los salones de belleza, y para el 43% (54% en España) de los que visitarán menos los centros comerciales. En la medida en que una amplia vacunación de la población consiga reducir enormemente —incluso erradicar— este riesgo, es improbable que esos hogares alteren finalmente sus patrones de consumo en tales capítulos.

Con todo, démonos cuenta de que sigue habiendo una porción importante de familias que sí alegan otros motivos para dejar de demandar esos bienes y servicios: por ejemplo, preferir alternativas 'online', haberse dado cuenta de que no los necesitan, no poder permitírselos o la búsqueda de un mayor ahorro. En concreto, si ponderamos el porcentaje de hogares que alerta de alteraciones en sus patrones de gasto por los que alegan motivos distintos a la pandemia para tales alteraciones, comprobaremos que el 30% de todos los hogares europeos sondeados (28% en España) planea viajar menos al extranjero por motivos que no tienen que ver con el riesgo de contagio; el 34% (17% en España) reducirá su uso del transporte público; el 28% (25% en España) acudirá menos a bares y restaurantes; el 22% (20% en España) recurrirá menos a los salones de belleza, y el 25% (24% en España) visitará con menor frecuencia los centros comerciales.

En otras palabras, cerca de una cuarta parte de la demanda habitual de líneas áreas, transporte público, bares y restaurantes, salones de belleza y centros comerciales podría reducirse (que no desaparecer) estructuralmente. Acaso el porcentaje final termine siendo inferior si consideramos que esas respuestas se ofrecieron 'en caliente', con el drama del confinamiento y de la primera ola muy reciente. Pero aun cuando estuviéramos hablando de una modificación estructural del 10%-15% en la demanda de esos negocios, ello supondría que muchas empresas dentro de esos sectores tendrían que reestructurarse, redimensionarse o desaparecer.

Y eso no es algo que debamos impedir, sino que, al contrario, es algo que debemos facilitar para que la estructura de lo que produce nuestra economía se adapte a aquello que deseamos realmente consumir. De ahí que, tal como señalan los autores del 'paper', las transferencias de renta que están suministrando los gobiernos europeos —también el español— a los sectores afectados por la pandemia sean tan potencialmente distorsionadoras: corremos el riesgo de apuntalar modelos de negocio obsoletos y sin demanda a costa de parasitar el resto de la economía. Es decir, corremos el riesgo de zombificar —todavía más— nuestro tejido empresarial: y la zombificación es incompatible con el aumento de la productividad a largo plazo y, por ende, con la mejoría progresiva de nuestros estándares de vida. Normalicemos la actividad económica sin normalizar la zombificación.

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