Argemino Barro analiza la imposición de las cuotas identitarias, fruto de las alimentadas políticas identitarias llevadas a cabo por la izquierda de EEUU en los nombramientos del nuevo gobierno (a falta de confirmación) de Joe Biden (Partido Demócrata).
Las consecuencias de las políticas identitarias y la valoración y discriminación no por la valía-mérito-experiencia...sino por el color de la piel o rasgo identitario (sexo...) no han hecho más que comenzar...
Artículo de El Confidencial:
El presidente electo de EEUU, Joe Biden. (Reuters)
El presidente electo de EEUU, Joe Biden, está cumpliendo su promesa de nombrar un gabinete multirracial y con igual presencia de hombres y mujeres. Desde este punto de vista, muchos de sus nominados están rompiendo moldes y aspirando a espacios ocupados tradicionalmente por hombres blancos. La América progresista lo aplaude: por fin un gabinete que refleja la diversidad del país. La América conservadora, en cambio, se pregunta si Biden no estaría sacrificando baremos más importantes con tal apaciguar a los 'lobbies' identitarios y generar un aplauso fácil.
“La obsesión del Partido Demócrata por la diversidad limita la capacidad de Biden de elegir sabiamente”, escribe Richard A. Epstein, profesor de Derecho de la Universidad de Nueva York y miembro del conservador Hoover Institution. “El fiscal general de California, Xavier Becerra, está para secretario de Salud y Servicios Humanos sin ninguna experiencia en dirigir los muchos y complejos programas sanitarios del departamento. Lo mismo que Pete Buttigieg como secretario de Transporte. Su oportuno apoyo a la candidatura de Biden es un pobre sustituto de la experiencia en lidiar con los grandes desafíos del transporte aéreo y terrestre”.
Epstein critica por las mismas razones a media docena de los designados por el presidente electo. Estas son, de momento, aquellas nominaciones que han venido presentadas con las etiquetas de 'histórica', 'pionera' o 'sin precedentes', y que todavía tienen que ser aprobadas por el Senado.
Xavier Becerra sería el primer latino en ocuparse de Sanidad; Janet Yellen, la primera mujer al frente del Departamento del Tesoro; Marcia Fudge, la primera mujer y afroamericana en liderar la secretaría de Vivienda; el general Lloyd Austin, el primer afroamericano al frente de Defensa; Deb Haaland, primera nativa americana en ocupar una secretaría; Alejandro Mayorkas, primer inmigrante en dirigir el Departamento de Seguridad Nacional; Neera Tanden, primera mujer de color al frente de la Oficina de Presupuesto, y Pete Buttigieg, para Transporte, sería la primera persona abiertamente homosexual en entrar a un gabinete. El equipo de Comunicación, por otra parte, estará íntegramente formado por mujeres.
“Los ojos de la historia están en este nombramiento”, dijo Buttigieg al anunciar su nominación. El demócrata habló de lo solo que se había sentido en su adolescencia, al ver cómo el Senado rechazaba la candidatura de James Hormel, homosexual, para embajador en Luxemburgo. “No puedo evitar pensar en alguien de 17 años, en algún lugar, que puede estar mirándonos ahora mismo, alguien que se pregunte hasta qué punto pertenece a este mundo, o incluso a su propia familia. Y estoy pensando en el mensaje que el anuncio de hoy le está mandando”.
Las edificantes palabras de Buttigieg no incluían un matiz: que él no sería, al contrario de lo que declaró, la primera persona abiertamente homosexual en ser parte de un gabinete. Ese honor le ha correspondido a Richard Grenell, director en funciones de la Agencia Nacional de Inteligencia con Donald Trump. Un republicano.
Los conservadores dicen que esta voluntad de rellenar casillas demográficas es cosa de las élites; una obcecación nacida de la teoría crítica racial y de género que se estudia en las universidades, y que al ciudadano medio le tendría sin cuidado. “¿Cuántas mujeres de apellido hispano hay ahí fuera que estén decididas a renunciar al Partido Demócrata, a no ser que Biden nombre en su gabinete a no una sino a dos latinas [tal y como exigen algunos congresistas demócratas latinos]?”, se pregunta Michael Barone, miembro del American Enterprise Institute. “¿Se sentirán los votantes negros realmente traicionados si este presidente demócrata no elige a un fiscal general negro, como hizo el último presidente demócrata?”.
Barone recuerda que, en las últimas elecciones generales, Donald Trump aumentó su proporción de votos tanto entre los latinos como entre los afroamericanos, y que un estado tan diverso como California rechazó en referéndum las medidas de discriminación positiva en las instituciones. “En este punto de nuestra historia, parece evidente que los estadounidenses no solo aceptarán sino que también apoyarán a nominados de cualquier descripción racial o étnica, dependiendo de su desempeño y de sus políticas”.
El equilibrista
La realidad es que Joe Biden, ahora mismo, es una especie de equilibrista. A pesar de haber sido, con 80 millones de papeletas, el candidato más votado de la historia, su mandato no es del todo firme: los republicanos han avanzado posiciones en la Cámara de Representantes y pueden conservar, si ganan los escaños de Georgia el 5 de enero, la mayoría del Senado. Esto les da poder para imponer sus demandas al presidente electo. Por ejemplo, que ni se le ocurra nominar a un socialista como Bernie Sanders para su gabinete. Pero Sanders y los socialistas se volcaron con Biden durante la campaña, y exigen tener una voz a la hora de diseñar las futuras políticas.
Hasta el propio 'establishment' del partido, al que siempre ha pertenecido Biden, tiene sus exigencias. El liderazgo demócrata de la Cámara de Representantes ha pedido a Biden que no llame a filas a más congresistas, ya que esto disminuye su ya escasa ventaja numérica frente a los republicanos. En enero, Nancy Pelosi tiene previsto revalidar su jefatura y va a necesitar hasta el último voto de la Cámara.
Además, 2020 ha sido, entre otras cosas, el año de las protestas raciales más potentes desde hace más de medio siglo. Aunque Biden ha marcado las distancias con las reivindicaciones más virulentas de grupos como Black Lives Matter, no puede ignorar esta sensibilidad identitaria cada vez más fuerte dentro de su partido.
En este juego de las cuotas, es difícil contentar a todo el mundo. Puede que el gabinete de Biden sea el más diverso de la historia, pero quizá no lo suficiente. “Por lo que oigo, a la gente negra se le ha dado una consideración justa, pero de momento solo hay una mujer negra”, dijo a 'The Hill' James Clyburn, congresista de Carolina del Sur. “Quiere ver hasta dónde lleva este proceso, a ver qué produce. Pero de momento no está bien”. Desde entonces, Biden ha nombrado a más mujeres negras en altos cargos.
La semana pasada, el gobernador de California nominó a Raul Ruiz para ocupar el escaño senatorial dejado por Kamala Harris. Ruiz sería el primer hispano en lucir este puesto. Pero su elección ha defraudado a miembros del partido. La piel de Ruiz no era lo suficientemente oscura y su género no era el adecuado, como manifestó la alcaldesa de San Francisco, London Breed. “Este es un verdadero golpe a la comunidad afroamericana, a las mujeres afroamericanas, a las mujeres en general”, declaró. “Es realmente difícil explicarlo con palabras, pero ha sido realmente una sorpresa”.
“No podemos en absoluto volver atrás”, añadió en Twitter Ayanna Presley, congresista demócrata de Massachusetts. “Con la elección de Kalama Harris como vicepresidenta electa, el gobernador de California debe de dar prioridad al liderazgo, la perspectiva y la representación (...) y nombrar a una mujer negra”. Paradójicamente, el nombramiento de Ruiz tiraría una barrera, mientras que en el escaño de California ya ha estado una afroamericana: la propia Kamala Harris.
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