Guillermo Rodríguez analiza el escenario al que se dirige EEUU y la clave del futuro en EEUU (y Occidente) que depende de los conservadores estadounidenses, mostrando los tres desafíos primarios a los que se enfrentan.
Artículo de El American:
Siempre afirmé aquí que ante las serias denuncias de presunto fraude electoral masivo, adelantadas desde la noche de las elecciones en Estados Unidos por el presidente Trump, los caminos –a lo mejor o a lo peor– estaban abiertos. Los conservadores estadounidenses han hecho todo lo posible, en las instituciones –en sentido formal, Cortes, Asambleas de los estados, Tribunal Supremo. E informal, usos, costumbres y valores de la república, esfuerzos de opinión, manifestaciones, grupos organizados de ciudadanos por los principios de los Padres Fundadores– y lo seguirán haciendo. Pase lo que pase.
Y usted, amigo conservador, fue y seguirá siendo parte importante. Pero vea que las mejores vías se han ido cerrando, hay casos en tribunales, aunque lo oculte la desinformación de la prensa y la censura de redes, pero la respuesta de las instituciones formales ha sido –hasta ahora– decepcionante.
Únicamente dos jueces del Tribunal Supremo sostuvieron que, ante la magnitud del presunto fraude, que pudiera haber cambiado los resultados de la elección presidencial, poniendo en duda todo el sistema electoral de la Nación. Los estados pueden elevar un caso ante el Tribunal Supremo sobre lo que denuncian que ocurrió en otros estados. Que a todos concierne. Pero solo dos querían aceptar la demanda de Texas. Las cortes esquivan –hasta ahora– entrar a juzgar el presunto fraude ¿Puede eso cambiar en el futuro? Tal vez.
Pero no ha pasado hasta ahora. Y con esta tendencia a futuro el presunto fraude no habría sido juzgado en tribunal alguno, no habría pasado por investigación institucional pública del nivel necesario, no habría sido debatido por una prensa independiente –la gran prensa estadounidense ya no lo es, ni desea volver a serlo– y presunto se quedaría, hasta el fin de los siglos.
Habría sido malo perder el caso por insuficiencia de pruebas, imaginemos que se hubiera ventilado en cortes las más groseras irregularidades –que no serían menores y tratarían sobre decenas de miles de votos como mínimo– hubieran quedado probadas por declaraciones juradas, videos, peritajes, etc. Pero no alcanzarán a probar que se había invertido el resultado.
Habría sido satisfactorio pero también inquietante y revelador para los votantes demócratas de a pie. Y decepcionante, pero inspirador para los conservadores. Pero el presunto fraude, presunto tiende a quedarse eternamente. Para las precepciones subjetivas y convicciones íntimas del medio país –que vive en la matriz de desinformación, agitación, propaganda y censura– nada ocurrió. Pero en las del otro medio país, los demócratas se robaron las elecciones, las instituciones fallaron y traicioneros rinocerontes– “RINO” es sigla de “Republicans in Name Only”.
Si digo Rhinos por RINOS, porque rinocerontes los hizo ya la caricatura política, como burros a demócratas y elefantes a republicanos– se aliaron con la prensa del agitpro, las redes sociales de la censura, y la nueva agenda que su ultraizquierda marca al partido demócrata. Medio país ve al país de una forma y otro medio país de otra. Normal si hubiera un terreno común. Pero no lo hay.
La ultraizquierda tuvo éxito cultural y político en dinamitarlo hasta el último milímetro. Apostaron a la polarización porque aspiran a exterminar a quien se les oponga, o simplemente disienta de sus dogmas. Son incansables y les funciona, a largo plazo –eso hay que reconocérselos– mientras quienes los enfrenten no lo sean también.
Pase lo que pase, no todo está perdido. Todo indica que veremos una administración social-comunista –sí dije, social-comunista, socialdemócrata escorada a izquierda por Biden y marxista radical por Harris. Perfecta representación de la alianza que es hoy el Partido Demócrata. Porque es hora de llamar a las cosas por su nombre– La República está en riesgo, en serio riesgo, pero no se ha perdido todavía. Ni se perdería de inmediato en el peor de los escenarios al que parece orientarse todo, por ahora al menos.
Una batalla decisiva será Georgia. Las elecciones al Senado en Georgia decidirán si el GOP podría potencialmente servir de muro en el Senado ante las pretensiones socialistas del nuevo Partido Demócrata. Y claro, un enorme problema es que si el presunto fraude, presunto se queda para siempre, los demócratas habrían aprendido el presunto camino a cualquier presunta victoria electoral ahora o en el futuro. Un presunto camino abierto que los conservadores tienen como desafío –de vida o muerte– cerrar para salvar la República.
La clave del futuro –de los EE.UU. y todo Occidente– depende hoy de los conservadores estadounidenses. Depende de su capacidad para enfrentar, detener y revertir el esfuerzo por imponer un socialismo a la medida de élites incompetentes.
El socialismo, no lo olvidemos nunca, puede hablar mucho de igualdad, pero al final es un sistema de enorme desigualdad que únicamente logra que una élite incapaz de competir en el mercado abierto a largo plazo, se eternice como privilegiada en la cima a costa de hundir en la miseria y someter al control total a todos los demás. Eso, y no otra cosa, es lo que quieren imponer –y de hecho están, paso a paso, imponiendo ya parcialmente– a mediano y largo plazo en los Estados Unidos.
Los conservadores de Estados Unidos enfrentan tres desafíos primarios:
- Controlar el GOP contra las fuerzas de la corrupción y el oportunismo y reforzar su identidad como fuerza conservadora, nacionalista y de libre mercado honesto. Un gran desafío sin duda.
- Recuperar el control ciudadano del sistema electoral asegurando que, lo que todo indica que presunto se quedaría eternamente, no tenga posibilidad alguna en los próximos años. Desafío enorme. Los demócratas –cada vez más abiertamente socialistas– estarían viendo en su control burocrático y partidista del sistema electoral –con la exclusión de la ciudadanía de toda posibilidad de supervisión real– la clave para eternizarse. Y para imponer la parte de su agenda más abiertamente impopular.
- Enfrentar a lo que, de materializarse como todo indica por ahora, será la peor administración –antiestadounidense, divisiva, económicamente destructiva, tributaria y regulatoriamente desmedida, autoritaria, corrupta y abusiva– de la historia de los Estados Unidos.
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