viernes, 29 de marzo de 2013

El sistema español de pensiones: implicaciones de no hacer nada (Política, Economía. 1.372)

Sergi Jimenez analizaba en este artículo algo más que obvio en el futuro de nuestro sistema público de pensiones, y que desconoce gran parte de la sociedad (muchos van entrando en razón con el tiempo y ante la evidencia). Sin embargo, es rechazado por amplias capas de la población (desconocimiento o ideología) y partidos políticos, que siguen empleándolo como arma política y manipulando irresponsablemente con la intención de obtener votos.

No tomar cartas en el asunto (como se están empezando a tomar con la crisis) traerá graves consecuencias:

"El imparable proceso de envejecimiento de la población española, debido a la combinación de una mayor esperanza de vida acompañada de una drastica reducción de la natalidad, derivará, con casi total certidumbre, en un progresivo deterioro de las cuentas de la Seguridad Social. Así, según el informe de la Direccíón Económica y Financiera de la Comisión Europea (consultar aquí), de la actual situación de moderado superavit (del 1% PIB debido a unos ingresos por cotizaciones de 10% y gastos por prestaciones en pensiones contributivas del 8.3% , consultar aquí), se pasará, en ausencia de reformas, y teniendo en cuenta las proyecciones demográficas del INE para el periodo 2009-2049, a un déficit que alcanzará el 6% del PIB en 2050 (producto de unos ingresos por cotizaciones del 10% del PIB y unos gastos por prestaciones del 16%) y, supuestos constantes los ingresos por cotizaciones, cercano al 10 por ciento en 2060. La magnitud del déficit previsto convierten las propuestas de contener la generosidad del sistema y la necesidad de trabajar más y hasta edades más avanzadas en imprescindibles para el mantenimiento de de nuestro sistema de pensiones. La mayoría de los países de la OCDE, que paceden un proceso de envejecimiento demográfico parecido al caso español (aunque no siempre combinado con el profundo decaímiento de la natalidad que el nuestro), ya han implementado, o están en proceso de implementar, medidas de contención y racionalización del gasto en pensiones. Los anticipos de reforma en Alemania (elevando la edad de retiro entre otras reformas), Francia (también elevando la edad de retiro), Italia y Reino Unido así lo sugieren.

Como enfatiza la figura 1, el caso español (al igual que en Alemania e Italia por ejemplo) tiene la particularidad de que la mayor carga que representará el gasto en pensiones en un futuro próximo se combinará con una población en edad de trabajar decreciente (el cohorte de diez años de edad es apenas la mitad que el cohorte de 30 años, que a su vez prácticamente dobla al de 65). La tasa de dependencia, medida como la población 65+ sobre la población en edad de trabajar, que actualmente está en el entorno de 4, se situará, en 2049, alrededor de 1.75. En este contexto, nos preguntamos que implicaciones tendría mantener un sistema como el actual dadas estas proyecciones demográficas. Detallaremos, primero, las consecuencias sobre el gasto en pensiones en ausencia de reformas y posteriormente el esfuerzo fiscal necesario para sostener dicho nivel de generosidad.

Figura 1. Tamaño de los cohortes relativo al cohorte de edad 40 en países europeos en 2008.
 

El gasto en pensiones en relación al PIB se puede ver como el producto de cuatro factores: la tasa de cobertura de las pensiones (tc) definida como el numero de pensionistas entre el numero de personas 65+, la tasa de dependencia (td) definida como el numero de personas 65+ entre el numero de personas en edad de trabajar, la inversa de la tasa de empleo (1/e) y el ratio entre la pensión media y la productividad media, también conocida como la generosidad del sistema (g). Así, obtenemos:

Gasto en Pensiones/PIB =(NP*P)/(E*Q)=
= (NP/P65)*(P65/PET)*(PET/E)*(P/Q)= (tc)*(td)*(1/e)*g
Donde:

NP=Número de Pensiones; P=Pensión media; E=Empleo;
Q=Productividad Media; P65= Población mayor de 65 años;
PET=Población en edad de trabajar (de 16 a 64).

Suponiendo constante el primer factor (que normalmente tiende a crecer), si no se modificaran las prestaciones (i.e. sus reglas de cálculo y de eligibilidad) el cuarto factor no variaría. El segundo factor es la tasa de dependencia. Según las últimas proyecciones demográficas del INE, aumentará del 25% en 2010 al 60,6% en 2049, o lo que es lo mismo, se multiplicará por 2,42. De esta forma, de no modificar el sistema, y solo por el aumento de la tasa de dependencia, el gasto en pensiones pasará del 8.3% del PIB (en el 2009) al 20.1% en el 2049.

De esta manera, sólo una mayor tasa de empleo podría contribuir a absorber dicho incremento en el gasto. Un simple cálculo revela que para mantener el gasto en pensiones en el 8.3% necesitaríamos una tasa de empleo del 144 por ciento! Pero el problema es que, en el 2049, aun alcanzando una tasa de empleo “sueca” el empleo total disminuiría en un 5%, debido al decaimiento de la población en edad de trabajar (recuérdese que el cohorte de 10 años en 2009 es sólo el 51% del cohorte de 30 y que el de un año en 2009, el mayor de los recientes, es sólo el 60%). En consecuencia, con una tasa de crecimiento de la productividad cercana al 1,5 por ciento anual, el PIB sería sólo (aproximadamente) 1,72 veces el actual. Ciertamente en 2049 todos seríamos más ricos, pero esa no es la cuestión central, ya que hay un límite a la magnitud de transferencias intergeneracionales que se pueden realizar sin generar desincentivos al esfuerzo y a la inversión.

Entonces, ¿podemos financiar un gasto en pensiones del 20.1 %? Actualmente hay que transferir, de cada 2,4 individuos a cada pensionista, 9 unidades de cada 100 para financiar las pensiones. En 2050, supuesta una tasa de empleo “sueca”, de cada 1,15 trabajadores a cada pensionista, habría que transferir casi 20.1 unidades. Esto supone que la presión fiscal sobre los ocupados derivada del gasto en pensiones se tendría que multiplicar por 2.71!!. Otras vías de financiación, por ejemplo financiación vía impuestos generales nos llevarían a conclusiones similares, ya que los aumentos de la presión fiscal asociados tendrían graves consecuencias sobre el empleo (financiación vía IRPF) o sobre la inversión (financiación vía impuesto de sociedades) o sobre ambos.

Hay quién cuestiona las proyecciones de gasto en pensiones a largo plazo con el argumento de que las proyecciones demográficas no son totalmente fiables. Si bien esto es cierto, lo que sí sabemos con seguridad es que, en ausencia de cambios imprevisibles y extraordinarios en las tendencias demográficas actuales, la tasa de dependencia futura será muy superior a la que es actualmente, lo que nos obliga a anticiparnos a ese futuro adoptando medidas hoy.

El panorama sería aún más sombrío si considerásemos en el análisis otros gastos relacionados con el envejecimiento, como pueden ser los gastos sanitarios y los gastos en dependencia, que probablemente también deberán ser profundamente revisados. Aunque hay quien opina que gastamos relativamente poco en la población mayor (véase aquí), el problema no está realmente en cuanto gastamos, como sociedad, en este colectivo, sino a que ritmo dejamos crecer estas importantes partidas del gasto. No corregir el ritmo de crecimiento de dichas partidas a su debido tiempo detraería recursos de otros programas del gasto público (infraestructuras, educación, formación) que son fundamentales para el futuro crecimiento de la economía española y, por ende, para la propia sostenibilidad del sistema de pensiones, que, recuérdese, se sustenta sobre el trabajo de nuestros hijos."

Fuente: Nada es Gratis

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