jueves, 28 de marzo de 2013

¿Tiene ideología el copago? Debate al respecto (Salud, Educación. 142)

El siguiente artículo muestra el debate actual sobre el copago sanitario, su situación en otros países, alternativas y formas de ejecutarlo:

"El copago también puede ser de izquierdas

El año pasado, el Gobierno impuso una de las mayores reformas recientes de la sanidad pública para ahorrar 7.000 millones de euros. Las medidas, muy criticadas desde la izquierda, incluían negar la atención médica a los sin papeles y aumentar el copago farmacéutico, el porcentaje de los medicamentos que paga cada persona de su bolsillo. Los Gobiernos autonómicos de Cataluña y Madrid fueron más lejos y establecieron el euro por receta, una medida que está paralizada por el Tribunal Constitucional, pues se admitió a trámite un recurso presentado por el propio Gobierno central.

A su vez, todas las autonomías no gobernadas por el PP han recurrido las reformas del Ejecutivo y también será el Constitucional el que deba decidir sobre esto. Pocos asuntos sanitarios están más politizados, pero, ¿podría ser el copago una medida social, de izquierdas?

Esa es la tesis de un trabajo que ha comparado los sistemas sanitarios públicos del Reino Unido, España y Suecia. Su autora, Teresa Sánchez-Sagrado, médico residente del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, defiende que “el copago también puede ser una medida social”. El copago “se ha convertido en un instrumento que los políticos utilizan para intentar sumar votos a su favor o restárselos al contrario, pervirtiendo así lo que debiera ser su finalidad última: la mejora del sistema sanitario en aras de una sanidad accesible para todos los ciudadanos”, asegura en un artículo publicado en Revista Clínica Española.

El ejemplo a seguir en España, según la autora, es Suecia. En este país el sistema público de salud arrancó en 1955 cobrando la totalidad de los tratamientos a todos los ciudadanos. Después, el Estado devolvía el 75% de la factura. Sánchez-Sagrado relata en su estudio que en 1970 se introdujo “la reforma de las siete coronas”, un copago de unos 0,78 euros que pasó a ser obligatorio para todos los ciudadanos y que se extendía a la farmacia, la atención médica (primaria, especializada y de urgencias) e incluso los servicios de hostelería en los hospitales. A cambio, los usuarios ya no tenían que pagar el total del coste de su tratamiento y “se facilitaba el acceso de los más desfavorecidos a los cuidados sanitarios”, señala la autora.


El Reino Unido sería la otra cara de la moneda. En este país, el acceso a la sanidad no está copagado, pero a cambio se ha recortado la lista de tratamientos disponibles en algunas áreas sanitarias. Este modelo ha llegado a casos en los que poder tener un buen tratamiento es cuestión de 'lotería', según la zona sanitaria en la que se viva, comenta el estudio. En casos extremos, esto supuso, por ejemplo, que una mujer con cáncer de mama podía obtener sus recetas sin costes si sufría un resfriado, pero no tenía acceso al medicamento de quimioterapia indicado para su tipo de cáncer. “Es indudable”, dice Sánchez-Sagrado, “que nuestro sistema sanitario puede llegar en el futuro a situaciones así”.

Pero la reforma a la sueca puede ser una trampa. “Copagos sí, pero no porque los tenga Suecia, sino porque las alternativas son todas malas”, opina sobre el estudio Guillem López-Casasnovas, catedrático de Economía de la Universidad Pompeu Fabra y consejero del Banco de España. No obstante, este experto piensa que la tesis del “copago social” no es buena, a no ser, añade, que se eliminen de forma “drástica” prestaciones sanitarias que hoy en día paga el Estado.

'Cutrificar' la Sanidad

Es algo que López-Casasnovas llama “cutrificar el Sistema Nacional de Salud”, lo que tendría como resultado “la salida de los más ricos del sistema”. Esto, señala, “sería el negocio de los aseguradores privados” y desde el punto de vista fiscal sería “una forma de redistribución de los impuestos”, pero a cambio el sistema de salud público perdería en “universalización”.
En la raíz del problema está un sistema de sanidad público y en teoría 'universal' que algunos países envidian, pero que acumula un déficit de 16.000 millones de euros. Ante una situación “insostenible”, según el Gobierno, el Ejecutivo aprobó en mayo una reforma que, entre otras medidas, hacía más caras las medicinas a parte de los jubilados y las personas en activo, según su renta. A esto se sumó la tasa del euro por receta del Gobierno catalán y el madrileño, lo que suponía pagar dos tasas por el mismo medicamento, si no tres.

En su origen, el copago no es un impuesto destinado a recaudar, sino a disuadir del uso abusivo del sistema público a la vez que se alivia el coste de cada paciente a las arcas públicas. “Un copago moderado es condición necesaria, pero no es ni mucho menos la solución de nuestra sanidad”, opina Jaume Puig-Junoy, profesor de Economía de la UPF y autor del libro ¿Quién teme al copago? Con una solución así, “unas pocas personas muy enfermas gastan mucho”, añade.

La semana pasada, el Gobierno aceptó revisar su proyecto. El Ministerio de Sanidad, que dirige Ana Mato, aceptó crear nuevos tramos en el copago de la población activa para disminuir, en teoría, la carga a las rentas más bajas.

Pero esta nueva propuesta del Gobierno yerra el tiro, según Puig-Junoy. “Para las personas más enfermas y con poca renta, que ya son más entre las personas en edad activa que entre los pensionistas, esto puede conducir a no cumplir con el tratamiento, afectar negativamente a su salud y a la sanidad le acabará saliendo aún más caro”, resalta. “Conviene recordar que el 5% de los activos más enfermos aporta la mitad del copago que se recauda”, resalta.


Tampoco está claro si España necesita disuadir a los ciudadanos de que vayan al médico con un copago a la sueca. “La Organización Mundial de la Salud ya ha dicho que cualquier tipo de copago introduce una barrera de acceso a la sanidad de las personas con rentas más bajas y en peor situación económica”, explica Marciano Sánchez-Bayle, médico del Hospital Niño Jesús de Madrid y portavoz de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública. Sánchez-Bayle rechaza de plano que el copago reduzca el supuesto abuso de la sanidad pública debido al 'todo gratis'. “Es mentira que en España haya sobreutilización del sistema sanitario: en número de consultas por año estamos detrás de países como Alemania, la República Checa o Dinamarca, países que sí tienen copago”, añade.

Alternativas

¿Hay alguna alternativa al copago? Sí, pero España tal vez no esté preparada para afrontarla. “Nadie quiere copagos, ni lo pregunte, la gente quiere todo gratis”, resalta López-Casasnovas. En su opinión “la mejor alternativa es la desfinanciación según criterios de coste y efectividad”. Esto supone adelgazar las prestaciones que ofrece el sistema público. Como ejemplo cita el uso de ciertos medicamentos o tratamientos para indicaciones que se han 'expandido', es decir, que son diferentes para las que fueron aprobados por el Gobierno en su origen. El TAC es uno de ellos. Según el experto, en la actualidad se usa para analizar una neuralgia, una dolencia que se puede explorar con otras técnicas más baratas. “Una solución sería limitar el uso, ya que el usuario no vería la diferencia con otros métodos más baratos”. Lo mismo habría que hacer, apunta, con el uso de ciertos medicamentos.

“La reforma actual [del Gobierno central] es un tótum revolútum”, opina López- Casasnovas, “pero la situación del sistema es tan inerte que es mejor introducir reformas y luego evaluarlas a los seis meses, porque, si no, el sistema se pudre”, asegura el consejero del Banco de España.

Puig-Junoy sí le ve futuro al copago, pero de otra forma. “Un copago bien diseñado es una alternativa más progresiva de obtención de ingresos públicos que los impuestos indirectos y que impuestos especiales afectados, como el céntimo sanitario, hoy vigente en algunas comunidades autónomas”, señala. “Si se quiere que el copago no sea un impuesto sobre los enfermos, es necesario que haya un límite máximo para todos los pagos acumulados que haga un enfermo”, añade.

El Gobierno de Mariano Rajoy podría tomar ejemplo de varios países europeos. Suecia es uno de ellos, pues su copago incluye un tope anual. En Alemania ese tope lo marca la propia renta, de forma que las personas con renta baja aportan un máximo de un 1% de su renta total, y el resto un 2%. Hay más modelos: “Se pueden crear copagos que se puedan evitar si se elige una alternativa [de tratamiento] efectiva pero de menor precio”, comenta Puig-Junoy. “La mitad de la población de la UE-15 compra medicamentos así y en Francia y Bélgica se hace que los copagos sean más bajos cuanto más efectivo y necesario sea el tratamiento”, concluye."

Fuente: El Confidencial

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