Juan Rallo muestra la enésima muestra de demagogia de Podemos, y la nueva manipulación (con la intención de ganar votos creando resentimiento contra "los ricos" y en acusarlos de las penurias del "pueblo") puesta al descubierta, en este caso por la misma Podemos, a raíz de las SICAVs.
Artículo de El Confidencial:
El líder de Podemos y secretario general de la formación morada, Pablo Iglesias. (EFE)
Durante los años más duros de la crisis, aquellos en los que se concentraron la mayoría de los recortes y en los que la chequera del gasto público todavía no había vuelto a desparramarse, Izquierda Unida primero y su matriz Podemos después recurrieron habitualmente al comodín de las sicavs para justificar sus alocadas propuestas presupuestarias. A juicio de sendas formaciones de extrema izquierda, el déficit público podía desaparecer de un plumazo sin necesidad de meter la tijera en el sector público: para ello, apenas bastaba con multiplicar los impuestos a los más ricos y, de manera paradigmática, con suprimir el insoportable privilegio fiscal que suponían las sicavs.
Este lunes, Podemos ha presentado su alternativa a los Presupuestos Generales del Estado del Partido Popular. Las cuentas de la formación morada se resumen en “más impuestos, más gasto y más déficit”, esto es, justo lo contrario de lo que necesita nuestra economía (menos impuestos, menos gasto y menos déficit). Y dentro del rejonazo fiscal que están maquinando contra los españoles, los de Pablo Iglesias han aprovechado para estimar cuánto confían en recaudar a través de la supresión de ese escandalosísimo agujero negro del fraude fiscal de los ricos que son las sicavs: en concreto, 350 millones de euros.
Pongamos un poco en perspectiva este dato de recaudación que probablemente se halle incluso inflado por el propio voluntarismo morado: 350 millones de euros equivalen al 0,029% del PIB; al 0,071% de todo el gasto público; al 0,29% del déficit público que sufrió España antes de que comenzaran los recortes, o al 1,2% de la máxima reducción de gasto público que ha llegado a aprobar el conjunto de las administraciones públicas. Así pues, la medida era —y es— absolutamente irrelevante para subsanar nuestros gravísimos problemas presupuestos, pero ello no impidió que se convirtiera en una de las reivindicaciones fiscales estrella de Podemos.
No en vano, durante un tiempo, bastaba con apelar a la lucha contra el fraude fiscal y a la supresión de las sicavs para que cualquier despropósito hacendístico —¡incluida la aprobación de la renta básica!— sonara como razonable a oídos de muchos de sus votantes y simpatizantes. Pero, atendiendo incluso a las propias estimaciones de Podemos, eliminar las sicavs ni habría servido entonces para prescindir de los recortes ni, tampoco, sirve verdaderamente ahora para disparar el gasto. ¿Por qué entonces Podemos sigue sacándolas a la palestra siempre que tiene ocasión?
Desde luego, no por razones recaudatorias, sino eminentemente propagandísticas. Es decir, por puro populismo. El discurso antisicav servía para galvanizar a los 'perdedores de la crisis' contra los presuntos 'ganadores de la crisis' (a pesar de que, entre 2007 y 2017, el patrimonio de las sicavs haya caído un 0,05% en términos nominales y un 12,7% en términos reales): se trataba de movilizar el resentimiento, fundado o infundado, contra 'los ricos' para convertirlo en votos que auparan a Podemos al poder. La campaña contra las sicavs no proporcionaba ninguna solución real a los auténticos problemas que padecían los ciudadanos o los propios votantes de Podemos: solo era otra forma de engañarlos discursivamente para capturar su apoyo electoral.
A la vista del misérrimo impacto presupuestario que, incluso de acuerdo con Podemos, supondría la eliminación de las sicavs, acaso quiera reescribirse la historia replicando que la batalla contra estas sociedades de inversión colectiva jamás estuvo motivada por razones recaudatorias, sino que se trató simplemente de una 'lucha por la dignidad': a saber, que aunque se recaude poco, las sicavs debían ser eliminadas por constituir un inaceptable privilegio fiscal para los ricos.
En realidad, nunca fue así. El propio Pablo Iglesias declaró solemnemente: “Que existan las sicavs tiene una traducción muy clara: se cierran hospitales, se cierran escuelas, disminuyen los subsidios de paro”. Pero imaginemos que hubiese sido así: es decir, imaginemos que Podemos jamás hubiese tratado de engañar a sus votantes con expectativas infladísimas a propósito de los efectos recaudatorios de la desaparición de las sicavs; imaginemos, pues, que todo su argumentario hubiese girado en torno al restablecimiento de la dignidad tributaria. Incluso en tal caso, habría sido una dignidad tributaria pésimamente entendida.
A la postre, las sicavs son una institución de inversión colectiva que disfruta del mismo régimen fiscal que los fondos de inversión que puede contratar cualquier pequeño ahorrador español (ambas instituciones tributan al 1% de acuerdo con el artículo 28.5 del texto refundido del impuesto sobre sociedades). 'Los ricos' no cuentan con un régimen fiscal privilegiado distinto de aquel al que puede recurrir el resto de la ciudadanía española: cuentan con el mismo régimen que los fondos de inversión al alcance de todos los ahorradores españoles. La excepcionalidad de las sicavs no reside en su fiscalidad, sino en la autonomía gestora que proporcionan al inversor que las constituye (autonomía inexistente para el partícipe de un fondo de inversión). Si Podemos se hubiese preocupado de verdad por acabar con los privilegios de las sicavs, se habría limitado a proponer que tal vehículo financiero pasase a estar disponible para todos los españoles (por ejemplo, habilitando la creación de cuentas de ahorro personal que apenas tributen al 1% mientras el capital se reinvierta dentro de la propia cuenta). De esta manera, el ahorro autogestionado de los españoles no habría sido vilmente perseguido por el fisco, sino salvaguardado de sus garras para poder ser reinvertido en la economía española.
Pero Podemos jamás propuso nada parecido, porque su propósito era recurrir al populismo más simplón, antieconómico y antisocial para ganar las elecciones. Finalmente, fracasaron en su desmedida ambición: Podemos no pudo, ni siquiera unido con Izquierda Unida. Pero muchas de las heridas de su extrema demagogia económica siguen por desgracia muy abiertas. También alrededor de las sicavs.
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