Laura Fábregas muestra a las españolas que también advirtieron y están en contra del feminismo paternalista, el de tercera ola que busca el victimismo y la guerra de sexos.
Artículo de Crónica Global:
Cartel visto en una marcha feminista / EFE
Hace dos años, un grupo de mujeres, abanderado por Berta G. De Vega, promovió un manifiesto en el que advertía sobre el “victimismo” y la “guerra de sexos” que alentaba la corriente hegemónica del feminismo.
La periodista Berta González de Vega en una imagen de archivo; el feminismo carga contra el feminismo victimista
Ahora, un colectivo de reconocidas mujeres de la cultura francesa, entre las que se encuentran la actriz Catherine Deneuve, la escritora Catherine Millet y la cantante Ingrid Caven, han lanzado un nuevo manifiesto en el que también denuncian la deriva “puritana” de este mismo activismo hegemónico.
El manifiesto español, titulado Contra la generalización del sexo, fue firmado por 90 personalidades (87 mujeres y 3 hombres) como la magistrada Elisa de la Nuez; la escritora Carmen Posadas y la profesora emérita en Filosofía en la Universidad Autónoma de México, Aurora Pimentel. De Vega explica a Crónica Global los "fallos" de un activismo que, aunque sea hegemónico, considera que "no es mayoritario".
—Pregunta. ¿En qué falla el feminismo mayoritario actual?
—Respuesta. No sé sinceramente si es mayoritario o es el que más se deja oír. En Reino Unido, por ejemplo, apenas el 7% se identifica como feminista a pesar de que más del 90% cree en la igualdad de género. En Estados Unidos, es el 17% el que se identifica como tal y el 87% cree en la igualdad. Eso hace pensar que la mayoría de las mujeres cree que ese feminismo que se deja escuchar tanto no representa ya la lucha por la igualdad.
Luego, surgen sorpresas como esa última encuesta europea en la que el 44% de las mujeres, un punto por encima de los hombres, cree que el rol principal de la mujer debe ser el cuidado de la familia o de la casa.
—¿Qué es la generalización del sexo?
—Lo que llamo la generalización del género es el empeño del feminismo hegemónico en que todas las mujeres queramos lo mismo. Es un enfoque victimista del hecho de ser mujer, que creo muy pernicioso y cuyas consecuencias están por ver. A las niñas occidentales no se les dice, como deberíamos, que han tenido la suerte de nacer en el mejor momento de la humanidad para ser mujer, que deben aprovechar las oportunidades que les ha brindado una lucha de más de un siglo ya.
—¿En qué debería centrarse el feminismo para conseguir la igualdad?
—Definamos la igualdad. La igualdad de derechos, la tenemos. La igualdad de oportunidades en el mundo laboral es más difícil y yo creo que lo que queda es una negociación doméstica en la que las parejas con hijos se organicen como mejor puedan y convengan ellos para compaginar trabajos y paternidad. Creo que, aunque suene injusto, a medida que haya hombres que opten por quedarse en casa una época al cuidado de los hijos ese papel se irá dignificando mucho más. Pero creo que merece la pena recalcar que la desigualdad es entre hombres y mujeres y mujeres con hijos. Una mujer sin hijos, con aspiraciones profesionales, no lo tiene ahora mismo mucho más difícil que un hombre. Pero vemos de todas maneras que eso va mejorando: ahí está la estupefacción de muchos abuelos ante lo involucrados que están muchos hijos en el cuidado de sus hijos. ¿Queda camino? Claro, el que quiera cada familia porque también hay mujeres encantadas de no delegar esas tareas.
—¿Por qué se considera "sin género"?
—Me preocupa la deriva victimista de ese feminismo de tercera ola que dibuja una guerra de sexos continua con un bando, las mujeres, bueno, oprimido, sacrificado y otro, el masculino, aferrado al heteropatriarcado, maltratadores todos en potencia, violentos y simples. Mi sin género es una bandera blanca en una guerra en la que no creo.
—¿Está a favor de la cuotas femeninas?
—No. Estoy a favor de abrirles los ojos a los hombres en ciertos ámbitos. Lo hemos visto recientemente en un congreso de columnistas donde, en el cartel, solo había hombres. Y puede pasar que muchas veces seamos las mismas mujeres las que no le demos importancia a esa manera de hacer contactos, de pasilleo, de copas, pero, aun así, debemos hacer un esfuerzo hombres y mujeres para hacer más diversos distintos carteles, órganos y consejos de administración, pero tampoco creo que tengan que ser estrictamente paritarios.
Muchas veces no nos fijamos en que hay profesiones, por ejemplo los maestros, que ya son casi femeninas en su totalidad. La medicina, la judicatura y los funcionarios de nivel más alto van camino.
—¿Qué opina sobre la ley española de violencia de género?
—No me gusta que una ley consagre la desigualdad de género. No ha bajado el número de víctimas con ellas y está teniendo unos efectos colaterales peligrosos cuando se usa de arma en divorcios. No me vale que me salgan con las estadísticas de las denuncias falsas. Cualquier abogado sabe que no se persiguen y que las víctimas de las denuncias falsas no denuncian porque no quieren volver a pisar un juzgado en su vida. Confío mucho más en estudios como el que está llevando a cabo el Ministerio del Interior sobre el perfil de los homicidas. Tampoco veo por qué no vamos a poder estudiar para ayudar a las víctimas, esos cientos de mujeres que encadenan parejas maltratadoras y acaban con órdenes de alejamiento.
—¿Es España más machista que los países de su entorno?
—Para nada. Cualquiera que tenga amigos que han tenido que vivir en otros países sabe que no es así. En países como Alemania muchas mujeres dejan de trabajar cuando tienen hijos. Es más, yo diría que en muchos hogares españoles funciona el matriarcado, son las mujeres las que toman decisiones importantes respecto a la educación de sus hijos.
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