jueves, 23 de abril de 2020

1925: Goebbels declara que la diferencia entre comunismo y nazismo es pequeña

Javier Giral expone algo evidente en la historia, tanto por discursos, como por lucha académica en su momento, como por políticas llevadas a cabo, como por origen ideológico de sus líderes y partidos (escisiones del socialismo), que algo enormemente desconocido (e interesadamente propagado por intereses ideológicos), que no es otra cosa que la relación ideológica íntima entre el comunismo y el nacional socialismo. 


Se trata de un pequeño artículo publicado en el New York Times que recoge unas declaraciones de Joseph Goebbels en 1925, ocho años antes de que Hitler llegase al poder, cuando el partido Nacional Socialista de los Obreros Alemanes era un partido naciente y creciente, y que daba sus discursos en grandes reuniones dentro de cervecerías. Dice el texto, recogiendo las palabras de Goebbels:
 “On the speaker’s assertion that Lenin was the greatest man, second only to Hitler, and that the difference between communism and the Hitler faith was very slight
Es decir, que según Goebbels (futuro ministro de propaganda y camarada de Hitler desde los inicios), Lenin y Hitler eran comparables porque Lenin era el hombre más destacado sólo después de Hitler, y que la diferencia entre el comunismo y las ideas de Hitler era muy pequeña.
Es una prueba más de lo que he explicado con detalle en mi libro, Contra la Manipulación de la Izquierda, es decir, que al nazismo no debemos dejar de llamarlo como nacional socialismo, como lógicamente siempre hizo Hitler en sus discursos, porque lo que nos venden como extrema derecha no procede de la derecha sino que es una escisión del socialismo de la izquierda al añadir el elemento nacional en sustitución del internacionalismo marxista. Si queremos entender lo que llaman genéricamente como fascismo, debemos apartar la propaganda y remitirnos a su origen socialista, porque es una escisión socialista por la rama nacionalista, que se inspira en los métodos que han llevado al poder a los comunistas bolcheviques y que en su paulatina y contradictoria teorización hace tal distorsión del marxismo primigenio que lo hace irreconocible, como sustituir por ejemplo la lucha de clases por la lucha de razas; también es cierto que más tarde, no en 1925, los nazis tratarán de destacar sus diferencias con el marxismo para distanciarse a ojos vista de la clientela que optaba entre la revolución de los unos y la revolución nacional de los otros. De cualquier modo, y aunque naturalmente no se suela recordar en los documentales, serán  Hitler y Stalin quiénes provocarán la II Guerra Mundial al invadir Polonia y repartírsela no como enemigos sino como aliados.
Como he recordado en otras ocasiones, el fundador de la ideología nacional socialista no fue Hitler sino Mussolini una década antes (cuyo partido se llamaba Partido Nacional Fascista), es decir, un miembro destacado del partido socialista italiano de la izquierda marxista; porque estamos ante uno de los mayores éxitos de la manipulación y la propaganda de la izquierda, el haber inculcado la noción de que el nacional socialismo es la extrema derecha, cuando en realidad se trataría en todo caso de una “extrema izquierda nacionalista”,  el propio Mussolini hasta el final de sus días escribirá que su movimiento dentro de una hipotética democracia liberal estaría encuadrado en la izquierda y no en la derecha capitalista a la que considera su peor enemigo. Eso no quita para que los socialistas y nacional-socialistas (en sentido ideológico) no estuvieran en competencia directa y a muerte por hacerse con el poder ganándose la aprobación de las clases medias y trabajadoras pauperizadas en períodos de crisis capitalistas. Tampoco debe extrañarnos el odio atroz entre socialistas porque eran genocidas y ellos eran sus primeras víctimas cuando competían por el poder, ya fuera entre trotskistas y estalinistas, entre comunistas y socialistas de la II Internacional, entre socialistas y socialdemócratas o entre nacional-socialistas y socialistas de la II y la III Internacional.
Parafraseando la fábula del escorpión y la rana, digamos que está en la naturaleza del socialismo exterminar a todos, incluido a ellos mismos, lo que tardan en sembrar el paisaje de campos de concentración y de cámaras de gas. Campos de concentración de exterminio que nacieron con Lenin década y media antes que los famosos campos de concentración nazis del millón de películas de Hollywood, del mismo modo que la idea de exterminar con gas fue practicada por primera vez por Tujachevsky por órdenes de Lenin, 20 años antes que lo hiciera Hitler, porque lo repito: el nacional-socialismo, entendida como una ideología no referida sólo al caso alemán sino a todos los partidos de ideología fascista (palabra de la terminología al uso inclinada a despistar al personal, al igual que el acrónimo de “nazi”) es una escisión posterior del socialismo revolucionario por la rama nacionalista pero que nunca dejó de ser socialista.

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