jueves, 30 de abril de 2020

Impuestos a los ricos: ahuyentar el dinero y perjudicar a los pobres

Juan Fernando Robles pone en su sitio a los "salvapatrias" de Unidas Podemos y su pretensión de subir los impuestos masivamente, entre los que destacaría la creación de un nuevo impuesto a los ricos sobre patrimonio y capital, analizando las consecuencias (que son evidentes en la teoría y en la práctica), perjudicando especialmente a la gente menos pudiente. 
Nada nuevo, pero algunos se siguen sorprendiendo como la aplicación creciente de socialismo siga dando siempre el mismo resultado, se aplique donde se aplique...
Medidas que llevan a la fuga de capitales, destrucción de la inversión, deslocalización productiva, desempleo, menores ingresos fiscales (salvo un primer picotazo de muy corto plazo), deterioro cuentas públicas, incrementos impositivos al resto de rentas, menor crecimiento económico, menores salarios (perseguir el ahorro y desincentivar la inversión conlleva la descapitalización de la economía y el freno a la productividad, factores de los que depende el crecimiento de los salarios), y empobrecimiento de la sociedad. 
Pero quién lo iba a saber...

Artículo de El Economista: 
diaz-yolanda-enfadada-congreso-efe-770.jpgLa ministra de Trabajo y Economía social, Yolanda Díaz
Pablo Iglesias reclama constante protagonismo, aunque sea a golpe de tuit. Uno reciente, en el que se refería a un hipotético impuesto a las grandes fortunas, promete provocar una mayor deslocalización de capitales de la que su sola presencia en el Ejecutivo alienta.
Por si fuera poco, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, ha secundado la medida, con ese totum revolutum que acostumbra, en el que igual te explica un Erte partiéndose de risa que amenaza con inspecciones o, en este caso, impuestos.
La idea del tuit es de unos economistas extranjeros que dicen haber encontrado la piedra filosofal para salir de esta crisis sin que se despeinen la arcas públicas. Y, claro está, para que eso suceda quienes tienen que pagar son los ricos, porque, dicen, de esa forma se recaudaría el 1% del PIB cada año y en 10 años se juntaría el 10% del PIB que necesita, según ellos, el fondo de rescate por el coronavirus.
Tan redonda es la propuesta que se me saltaban las lágrimas de alegría. Es la magia de la izquierda, la ocurrencia salvadora. Parten de la creencia irreal de que es una medida que todos los países deberían imponer, y yo ahora pienso en los Países Bajos, Luxemburgo, Irlanda y Reino Unido, entre otros, que tendrían gran entusiasmo en su aplicación.
En Francia en 2012 la ocurrencia la tuvo Hollande, otro visionario en otra crisis, al establecer un impuesto a las grandes fortunas gravando al 75% los ingresos que excedieran de un millón de euros. Esa gran idea tropezó con el Consejo Constitucional francés, hubo de ser modificada para que la abonaran las empresas, no llegó a recaudar ni 300 millones de euros en su máximo esplendor y acarreó múltiples problemas económicos y sociales que se han extendido por más tiempo que los dos años que, a duras penas, se mantuvo en vigor.
En España es obvio que, de mantenerse el actual Gobierno, subirá el tipo máximo del IRPF, pero esperemos que no lleguen a desbarrar tanto como en Francia, pues allí provocaron que actores, empresarios, altos directivos y deportistas se llevaran su talento y sus ingresos a otra parte, con lo que la resultante final a efectos recaudatorios, aunque imposible de estimar, se antoja muy negativa.

Impuesto de patrimonio

Lo que pretende Podemos, y se plasmó en el acuerdo de Gobierno, es corregir y aumentar el Impuesto sobre el Patrimonio que, suprimido en 2008, se recuperó en 2011 y se ha venido prorrogando hasta la actualidad, aunque algunas comunidades autónomas, como Madrid, tienen bonificaciones a los pequeños patrimonios, algo que molesta mucho a la izquierda que quiere sangrar a las clases medias.
Podemos pretende gravar los patrimonios por encima del millón de euros del 2% y al 3,5% para extraer la recaudación de las 1.000 grandes fortunas que estima hay en el país. Si nos atenemos a los objetivos de recaudación de los economistas admirados por Podemos, la recaudación que puede obtenerse de este tipo de gravamen sería del 1% del PIB, unos 12.000 millones, por lo que tocan a 12 millones por cabeza.
Las cuentas del Gran Capitán, porque la potencia recaudatoria de los impuestos a las grandes fortunas suele ser, como ya se ha demostrado, muy inferior a esos cálculos tan optimistas y traen más inconvenientes recaudatorios a largo plazo que ventajas, pues los millones que se pierden para siempre no compensan los que se ingresan a corto plazo.
Además, centra el gravamen sobre el patrimonio, no sobre la renta como también erróneamente hicieron los franceses, lo que puede ser también muy peligroso pues incita a la desinversión y a radicarse definitivamente en el extranjero, fomentando la huida de capitales y talento.
Tiene efectos desastrosos en el mundo empresarial, pues anima a la deslocalización, frena la inversión e invita a situar las sedes centrales en zonas, que las hay y las habrá, de baja tributación, junto con directivos y propietarios. Así, los impuestos excesivos a los ricos bajan la recaudación global, perjudicando el presupuesto y las prestaciones sociales de las que se beneficia el conjunto de ciudadanos y, en particular, los menos favorecidos.
La izquierda justifica los impuestos a los ricos por justicia fiscal. Actualmente, los llamados ricos no siguen el modelo aristocrático de parásitos de la sociedad, pues los verdaderos parásitos suelen estar precisamente en la política succionando recursos públicos. Si no, cómo explicar los vicios en la composición del Gobierno en el que hay parejas que acumulan ministerios y cargos públicos, algo contrario a las normas de buen Gobierno, y se han multiplicado las carteras para contentar personas, una obscenidad incompatible con la buena administración.
Por el contrario, muchos empresarios están realizando donaciones voluntarias muy por encima de lo que les costaría el impuesto que quieren imponer. Gracias a personalidades como Amancio Ortega, se está popularizando entre las grandes fortunas españolas, y más en esta crisis, la donación de fuertes sumas para necesidades sociales, sin que nadie les obligue.
Pero eso la izquierda populista, que desgraciadamente es casi toda, no lo puede soportar, porque se creen con el monopolio de la ética, cuando, por su forma de gobernar, es una cualidad que no les adorna.

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