lunes, 14 de diciembre de 2020

Los ataques que no hay a la libertad de expresión. Por ejemplo, hoy, Cambridge

Plazaeme analiza el continuo avance en todos los ámbitos que están llevando a cabo para imponer la censura ideológica, fruto de las nefastas y destructivas políticas identitarias, y el reciente caso en Cambridge, que afortunadamente (como bastión de la libertad de discurso que representa) ha resistido (de momento). 

Artículo de PlazaMoyua: 



Afortunadamente, y sin que sirva de precedente, el ataque ha sido rechazado. Los académicos de Cambridge han ganado una victoria a favor de la libertad de discurso (free speech) al rechazar los planes del vice-canciller para cambiar las reglas que rigen los debates en Cambridge.

Ya resulta curiosa la mera idea de una necesidad de cambiar las reglas de debate, en una universidad que tiene más de 800 años, y un carrerón inigualable de “free speech” a sus espaldas. ¿Acaso no han tenido un buen código para debatir hasta ahora? ¿Y por qué hay que corregirlo? ¿Qué corrección o añadido querían hacer?

Una muy cuqui, muy sutil. Oponen, a la libertad de discurso (speech), la libertad de no discriminación. Copio y traduzco:

Los valores fundamentales de la Universidad son la “libertad de pensamiento y expresión” y “la ausencia de discriminación”. La Universidad fomenta un entorno en el que todo su personal y estudiantes pueden participar plenamente en la vida universitaria y sentirse capaces de cuestionar y poner a prueba la sabiduría recibida, y de expresar nuevas ideas y opiniones controvertidas o impopulares dentro de la ley, sin temor a faltas de respeto o discriminación. Al ejercer su derecho a la libertad de expresión, la Universidad espera que su personal, estudiantes y visitantes respeten las opiniones divergentes de los demás, en consonancia con el valor fundamental de la Universidad de la libertad de expresión. La Universidad también espera que su personal, estudiantes y visitantes sean respetuosos de las diversas identidades de los demás, en consonancia con el valor fundamental de la Universidad de no sufrir discriminación. Si bien el debate y la discusión pueden ser sólidos y desafiantes, todos los oradores tienen derecho a ser escuchados cuando ejercen su derecho a la libertad de expresión dentro de la ley.

La oposición entre libertad de expresión, y ausencia de discriminación, tiene magia. Han asociado falta de “respeto” a discriminación. Es de suponer que para distraer al personal, y que no se note que se trata de oponer libertad de discurso a “respeto”. Respeto, además, ¡a las opiniones! Con lo que se cargan la libertad de criticarlas. La crítica, y es lo primero que han contestado los profesores por abrumadora mayoría, a menudo ha de ser irónica, humorística, dura, y absolutamente carente de ningún respeto. Joder, que respeto es lo que piden, por ejemplo, los mafiosos. A punta de pistola. Y en general todos los abusones, para ahorrarse la crítica. Por respeto a las opiniones, podrían impedir hablar a un ateo. No respeta la idea de Dios. O podrían impedir hablar a Maya, Rowling, Falcón, y tantas feministas, porque decir que Mari Trans no es mujer se puede interpretar como una falta de respeto acojonante a una “identidad”.

En el artículo de The Spectator, del que saco la noticia, el autor cuenta sus problemas al tratar de que los prebostes de Cambridge le explicaran hasta dónde llega lo del “respeto”:

Sé, por intentarlo la semana pasada, que nadie en la jerarquía de la universidad pudo responder a estas cuestiones. Tanto que Roger Mosey, antiguo director editorial de la BBC, y “master” del Selwyn College, admitió después que, mirado retrospectivamente, “respeto puede no haber sido la palabra que deberíamos haber elegido”.

Ya, las narices. Eso lo dice ahora, cuando han perdido la votación entre los académicos por 1316 contra 162. (Hubo 208 abstenciones).

Respetando las opiniones, nunca hubiera ocurrido la Ilustración. Que es exactamente lo que quieren; que no hubiera ocurrido. Y a falta de poder cambiar el pasado, pretenden corregir ese problema en el presente. Por eso necesitan cambiar las normas del debate y la conducta en Cambridge.

¿Cómo lo han conseguido parar los profes ilustrados? Por lo derecho. Por lo básico. Han decidido que las normas que quieren introducir, en vez de pedir “respeto” a los estudiantes y a los curritos para las opiniones opuestas, lo que deben es exigirles tolerar la discrepancia. Le han dado la vuelta al asunto, y le han metido un rejonazo y una buena lección al Kindergarten. ¿Quieres “respeto” a tus opiniones, nene? Pues mira, no; lo que vas a hacer es tolerar que los demás discrepen de tus opiniones, y que estas sean criticadas con toda la dureza y escarnio que sea.

La última frase que había copiado de la propuesta de la Universidad, también es mágica.

Si bien el debate y la discusión pueden ser sólidos y desafiantes, todos los oradores tienen derecho a ser escuchados cuando ejercen su derecho a la libertad de expresión dentro de la ley.

No tiene ningún sentido. No hay ninguna oposición entre “derecho a ser escuchados”, y “debate sólido y desafiante”. Pedir un debate tan sólido y desafiante como uno quiera, de ningún modo significa estar pidiendo que el otro no pueda rebatirlo, y con tanta solidez y desafío como tenga a bien. ¡Al contrario! Y esa perfecta aberración lógica la está diciendo una gente cuya profesión consiste en pensar con claridad, y en enseñar a hacerlo. Con lo que parece que queda poca duda de lo que se trata. Cargarse la libertad de discurso, disimulando. Y con la libertad de discurso, la de pensamiento. Son lo mismo.

Esta vez el Kindergarten ha fallado. Pero claro, Cambridge. Y no todo el monte es orgasmo.

Añadido para la discusión:

Fuentes:

The Spectator

Cambridge University (Las normas que querían encalomar)

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