Segunda parte del artículo de Juan R. Rallo sobre los 10 errores básicos de la teoría económica de Marx:
Artículo de El Confidencial:
Foto: Reuters.
En el anterior artículo expliqué por qué podría existir la plusvalía incluso en un mundo donde el trabajo fuera el único factor productivo y donde, además, cada trabajador fuera dueño de su propia fuerza de trabajo. En esencia, dos trabajadores no generan el mismo valor por hora de trabajo de igual complejidad, dado que también cabe distinguir esas horas por el riesgo que llevan asociado, por el momento de su ejecución y por su distinta aptitud para satisfacer los valores de uso ajenos: y, en consecuencia, una hora de trabajo de un obrero podrá intercambiarse por más de una hora de trabajo de otro obrero (generando una plusvalía en forma de trabajo aparentemente no remunerado).
En este artículo aplicaré esos mismos razonamientos en un mundo multifactorial, esto es, un mundo donde el único factor no es el trabajo (auxiliado por la naturaleza) sino también los bienes de capital. De este modo, comprobaremos que la plusvalía del capitalista emerge del mismo lugar que la plusvalía que podrían lograr algunos trabajadores en un mundo monofactorial: es decir, habrá plusvalía en el circuito productivo D-M-D’ por las mismas razones que la habría en el circuito productivo M-D-M (en realidad, M-D-M’).
Error 6. El factor trabajo no es el único factor productivo capaz de generar nuevo valor
Para Marx, solo el trabajo y la naturaleza son factores productivos originarios, esto es, son los únicos capaces de generar nuevo valor. Los medios de producción (materias primas procesadas y herramientas, esto es, los “capitales constantes”) son solo trabajo cristalizado y, en consecuencia, no generan nuevo valor: cuando son usados dentro del proceso productivo, se limitan a transmitir el valor que previamente —cuando fueron fabricados— les fue transmitido esencialmente por el trabajo.
Sin embargo, esto solo sería así en caso de que cualquier bien de capital pudiera ser producido meramente replicando el tiempo de trabajo que se empleó en fabricarlo originariamente. Si la generalidad de trabajadores fuera capaz de fabricar cualquier medio de producción únicamente mezclando su trabajo con la naturaleza, entonces, en efecto, un bien de capital no sería más que trabajo cristalizado: a saber, cada bien de capital sería perfectamente sustituible por una determinada cantidad de horas de trabajo abstracto. En consecuencia, un bien de capital no podría producir nada que, alternativamente, no pudiera producir ese mismo número de horas de trabajo: y, por consiguiente, todos los ingresos que derivaran de las mercancías creadas por cualquier bien de capital irían a parar a aquellos trabajadores que 'cristalizaron' en ellos su tiempo de trabajo.
Si, en cambio, muy pocos trabajadores pueden producir determinados bienes de capital —por ejemplo, porque su fabricación implica unos niveles de riesgo, de espera o de perspicacia que no desean o que no son capaces de asumir—, entonces los bienes de capital no resultarán perfectamente sustituibles por horas de trabajo abstracto y, a todos los efectos, devendrán un nuevo factor productivo independiente del trabajo y con capacidad para producir mercancías (y obtener ingresos) de un modo alternativo (aunque complementario) al trabajo: Marshall solía decir, no sin cierta razón, que los bienes de capital cosechaban cuasi-rentas: rentas —en sentido ricardiano— que se obtienen por la elevada inelasticidad de la oferta de bienes de capital en el corto plazo.
Pues bien, en el artículo anterior ya expusimos que no todas las horas de trabajo de igual complejidad eran idénticas y, por tanto, algunas de ellas serán capaces de crear medios de producción altamente específicos y de enorme calidad. Esos medios de producción serán mucho más que trabajo abstracto cristalizado porque, en esencia, su oferta no podrá incrementarse ilimitadamente por el mero uso de nuevo tiempo de trabajo.
Error 7. En un mundo multifactorial, los otros factores productivos complementarios serán remunerados por su aportación relativa al proceso productivo (por sus productividades marginales).
Si a efectos prácticos no es solo el factor trabajo el que contribuye a producir mercancías —sino que el factor trabajo se complementa con otros factores que son más que trabajo abstracto cristalizado—, entonces nos encontramos ante un mundo multifactorial, esto es, un mundo donde los factores productivos se complementan para fabricar mercancías. En tal escenario, existe una cierta indeterminación: si el factor X y el factor Y contribuyen a fabricar 100 unidades de la mercancía Z, ¿cómo se reparten esas 100 unidades entre ambos? Si la Teoría del Valor Trabajo fuera cierta, podríamos aplicar una sencilla regla de distribución: las 100 unidades de Z deben repartirse en función de las horas de trabajo que X e Y han incorporado en su producción.
Pero como el trabajo no es el único factor de producción —y como, además, no todas las horas de trabajo abstracto resultan igual de aptas para generar valores de uso—, esa regla no sirve. ¿Qué regla podemos emplear? Pues su reparto de acuerdo con la contribución relativa de X e Y a producir Z: a saber, por su productividad marginal. En un mercado abierto, tal productividad marginal se descubre en función de las pujas competitivas por cada factor productivo: si, por ejemplo, el factor Y le reclama al factor X quedarse con 90 unidades de Z, el factor X rechazará producir conjuntamente con él si considera que contribuye a producir menos de 90 unidades (verbigracia, porque el factor W le reclama solo 30 unidades de Z para cooperar con él y entre los dos son capaces de fabricar 70).
En suma, trabajadores (como propietarios de la fuerza de trabajo) y capitalistas (como propietarios de los bienes de capital) cooperan para producir mercancías y se reparten los frutos de esa producción de acuerdo con sus contribuciones relativas dentro del proceso de producción.
Error 8. No toda mejora de productividad es atribuible al factor trabajo, dado que el tiempo de trabajo socialmente necesario para fabricar una mercancía depende del contexto institucional y económico en el que se halle el trabajador… y parte de ese contexto depende de las decisiones de inversión que adopta el capitalista.
Para Marx, el valor de una mercancía depende del tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla, esto es, del número de horas que se requieren “para producir un valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de producción y con el grado medio de destreza e intensidad de trabajo imperantes en la sociedad”. Desde esta perspectiva, si se acumulan más bienes de capital o si mejora la tecnología, el tiempo de trabajo socialmente necesario se reduce, esto es, los trabajadores son capaces de fabricar, en término medio, las mismas mercancías en menor tiempo (y, en consecuencia, se incrementa el número de mercancías que son capaces de fabricar en una jornada laboral de igual duración).
Pero fijémonos en que todo ello equivale a atribuirle la totalidad de las ganancias de productividad al factor trabajo, lo cual es equivocado: si los capitalistas incrementan la cantidad y calidad de los bienes de capital, entonces el tiempo de trabajo socialmente necesario se reducirá, pero por razones atribuibles al comportamiento económico de los capitalistas, no de los trabajadores. De ahí que no quepa calificar de explotación el no remunerar a los trabajadores por todo el valor que se genera a lo largo de una jornada laboral: puesto que no todo ese valor ha sido generado a través del factor trabajo.
Error 9. El capitalista no explota al trabajador, sino que únicamente actúa como un agente especializado en tres campos: a) dirigir la fuerza de trabajo hacia la creación de valores de uso; b) ahorrar parte de sus ingresos para reinvertirlos en la creación de medios de producción complementarios al factor trabajo; c) centralizar en su patrimonio los riesgos de equivocarse en a) y b)
En definitiva, si el trabajo arriesgado, presente e informado compra más horas de trabajo no arriesgado, futuro y desinformado y si, justamente por ello, será posible crear bienes de capital que no resulten perfectamente sustituibles por horas de trabajo abstracto y que, en consecuencia, lograrán una (cuasi)renta según su aportación al proceso conjunto de producción, el rol desempeñado por el capitalista dentro del sistema económico cambia radicalmente con respecto al descrito por Marx.
Mientras que, para Marx, el capitalista es un agente capaz de no remunerar toda la jornada laboral del obrero por comprar su fuerza de trabajo como una mercancía más debido a su monopolización previa de los medios de producción, en el mundo real el capitalista actúa como un agente especializado en desempeñar tres tareas clave para elevar el valor de las mercancías fabricadas complementariamente entre trabajo y capital. Primero, el capitalista es un agente especializado en orientar el factor trabajo hacia la creación de mercancías con el máximo valor de uso posible (esto es, el capitalista venderá información útil sobre cómo y qué producir); segundo, el capitalista será un agente especializado en abstenerse de consumir en el presente la totalidad de sus ingresos para así reinvertirlos en crear nuevos medios de producción complementarios al trabajo (esto es, el capitalista venderá tiempo en forma de inversión en medios de producción), y tercero, el capitalista será un agente especializado en centralizar en su patrimonio personal los errores derivados de no orientar adecuadamente el factor trabajo hacia la creación de valores de uso o de crear medios de producción inútiles para generar mercancías valiosas (esto es, el capitalista venderá protección frente a riesgos inherentes al proceso productivo).
Los ingresos que coseche el capitalista por su aportación —en forma de bienes de capital— al proceso productivo serán, en última instancia, ingresos por su superior información, su mayor frugalidad y su mayor asunción de riesgos. No se queda con ingresos que le corresponden al trabajador, dado que las horas de trabajo desinformadas, futuras y no arriesgadas no generan tanto valor como las horas de trabajo informadas, presentes y arriesgadas: y esa información, tiempo y protección frente al riesgo los proporciona el capitalista. Por ello se queda con una parte de los ingresos derivados del proceso de producción: con una plusvalía que no es trabajo no remunerado.
Error 10. Si el capitalista no actuara como agente especializado en esos tres campos, tales tareas tendría que desempeñarlas cada trabajador, soportando en sus carnes los consiguientes costes.
Si la dictadura del proletariado estatalizara la totalidad de los medios de producción, la clase obrera en su conjunto dejaría de pagar una 'plusvalía' a los capitalistas, pero a cambio de ello tendría que encargarse de suministrar esas valiosas funciones que hoy desempeñan los capitalistas y por las cuales cobran en forma de plusvalía. Es decir, el conjunto de la clase trabajadora se vería forzada a ahorrar más, a asumir más riesgos y a esforzarse más por captar toda la información necesaria para satisfacer del mejor modo posible las necesidades ajenas (o, alternativamente, subcontratar a alguien que desempeñe esa tarea y, por tanto, pagarle en función de sus resultados: plusvalía).
Es verdad que, en ocasiones, los capitalistas pueden reclamarles a los trabajadores un precio excesivo por estas tres funciones: es decir, podría suceder que los capitalistas exigieran cobrar por encima de su productividad marginal. Pero, en tal caso, los trabajadores cuentan con la opción, perfectamente válida, legítima y a veces funcional, de no asociarse con los capitalistas: por ejemplo, constituyendo cooperativas.
En una cooperativa, son los trabajadores quienes se informan, quienes ahorran y quienes asumen riesgos: y, a cambio de tan costosas tareas, se quedan con la totalidad del valor añadido generado dentro de la cooperativa. ¿Es el trabajo cooperativo una mejor opción al trabajo por cuenta ajena en una corporación? Pues dependerá no solo de cada sector, sino también de cada trabajador: aquellos que no quieran, bajo ningún concepto, asumir los costes de informarse, ahorrar y arriesgarse, preferirán cooperar con un capitalista; quienes, en cambio, le concedan poca importancia al coste de informarse, ahorrar y arriesgarse, se asociarán cooperativamente al margen de los capitalistas.
Al final, pues, basta con que haya libre mercado y libre competencia. La plusvalía no es más que la remuneración del capitalista por las funciones valiosas que desempeña para el trabajador (al igual que el salario es la remuneración del trabajador por las funciones valiosas que desempeña para el capitalista): y cualquier trabajador que juzgue la plusvalía como un pago excesivo en relación con los servicios proporcionados puede buscar a otros capitalistas que exijan una menor plusvalía o, en última instancia, asociarse con otros trabajadores al margen de los capitalistas.
La utilidad marginal manda sobre el tiempo de trabajo: y, por eso, el capitalista cobra en función del valor de uso que contribuye a crear.
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