Artículo de El Club de los Viernes:
¿Hay en el mundo un problema de falta de igualdad y oportunidades para las mujeres? Desde luego que sí. Hay países donde se arreglan matrimonios sin contar con el consentimiento de la mujer, a veces, incluso, niñas. Hay decenas de millones de niñas que han sufrido mutilación genital. Hay países como Qatar, Kuwait, Tailandia, Haití y Líbano, donde las mujeres ocupan menos de un 5% de los asientos del Parlamento. En otros países, como Bolivia, Ruanda, Uganda, Bangladesh, Angola y Congo, más de la mitad de las mujeres han sufrido violencia doméstica en algún momento de sus vidas. En Arabia Saudí, solo desde este año las mujeres pueden conducir un coche.
¿Hay en España un problema de falta de igualdad y oportunidades para las mujeres? Como regla general, rotundamente no. El Instituto Georgetown por la Mujer, la Paz y la Seguridad (GIWPS, por sus siglas en inglés) elabora un índice que mide el bienestar de la mujer y su “empoderamiento” en el hogar y la sociedad. Según este índice, España es el 5º país del mundo con mejor situación general de la mujer, solo por detrás de Islandia, Noruega, Suiza y Eslovenia. Pese a los horribles casos de violencia doméstica que se producen, la situación de España en ese apartado es mejor que la de Noruega, Islandia, Finlandia, Holanda, Suecia, Bélgica, Dinamarca, Alemania, Reino Unido y muchísimos más países.
Esa buena situación relativa de la mujer en España no puede sorprendernos. En nuestro país, por caso, tenemos vicepresidenta, presidentas de autonomías, presidenta del Congreso y alcaldesas en las ciudades más grandes. Las mujeres ocupan un 39% de los asientos del parlamento, una proporción mayor que en Suiza, Alemania o Dinamarca. El mayor banco de Europa continental es español y está presidido por una mujer. Del mismo modo que empresas como DuPont, Facebook, Bankinter, IBM y General Mills, por nombrar solo un puñado, están en España presididas por mujeres.
La celebración del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, ha sido un éxito rotundo. Pero el Manifiesto sobre cuya base se realizaron las concentraciones era completamente ajeno a esta realidad. No denunciaba la mala situación de la mujer en otros lugares del mundo, salvo una mención a la ligera de las mujeres refugiadas. No reconocía ni uno solo de los enormes avances que la situación de la mujer ha tenido en nuestro país. Se obviaban áreas en donde la situación de la mujer es infinitamente mejor que la del hombre, como la siniestralidad laboral.
El “Manifiesto 8M” es una crítica, desde una óptica radical y antisistema, a nuestro sistema de vida. Unas veces, con tópicos falsos, como el de la “brecha salarial”. Otras, con exageraciones que también acaban siendo mentiras (“Somos las que reproducen la vida”, como si la reproducción fuera posible sin el concurso masculino). Demasiadas veces, recurriendo a clichés de la propaganda antisistema, aunque actualizados: “llamamos a la rebeldía y a la lucha ante la alianza entre el patriarcado y el capitalismo que nos quiere dóciles, sumisas y calladas”.
El capitalismo es aliado del progreso de la sociedad y, por ende, de la mujer. Lo muestra el índice del Instituto Georgetown, donde hay una correlación nítida entre el grado de libertad económica y la situación de la mujer. La socialista Venezuela aparece en el puesto 78. Los últimos lugares corresponden a Yemen, Afganistán y Siria. Cuba y Corea del Norte no están en el ranking porque son países tan cerrados que no se dispone de información suficiente.
Siento que el 8 de marzo solo ha servido para la agitación antisistema. Las mujeres que sufren en el mundo han sido olvidadas. Para los aspectos en los que aún se pueda mejorar en España, no encontré ni una sola propuesta concreta. Consignas falsas y sectarias han recibido una amplia difusión. La ingenuidad de muchos miles y la pusilanimidad de algunos lo ha hecho posible. Ojalá se haya aprendido la lección, aunque lo dudo.
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