miércoles, 20 de abril de 2016

Menor crecimiento, más déficit: un problema grave y una solución evidente

Daniel Lacalle sobre las menores expectativas de crecimiento en España, la actual incertidumbre, un problema grave que se está dando en España y su solución. 


Artículo de El Español: 


“Nowhere to run, everything to lose and no alibies” Bee Gees
Las previsiones de crecimiento, déficit y desempleo presentadas ayer por el ministro De Guindos suponen un ejercicio de responsabilidad que merece valorarse. Muy pocos gobiernos hacen revisiones a la baja tan cerca de un escenario electoral. Todos recordamos el déficit oculto de 30.000 millones de euros y los 45.000 millones de facturas escondidas de 2011 y la negación de los mismos hasta el último minuto. Pero también debemos alertar sobre los riesgos y mostrar que la solución es muy evidente.
Nadie parece dar ninguna importancia al hecho de que la inversión directa lleve estancada desde que empezó la incertidumbre política. A nadie parece sorprenderle que los gobiernos del “cambio” hayan paralizado más de 6.000 millones de euros en inversiones que crearían más de 160.000 puestos de trabajo. Eso sí, sin atraer un solo euro de capital para reemplazarlas. Recuerdo que un político dijo recientemente “no queremos ser Las Vegas”. Tal vez ignoraba que dicha ciudad tiene un desempleo inferior al 6% y un salario medio de $45.000 anuales, pero es que nosotros sí que sabemos.
La Comisión Europea resaltaba en su informe sobre España 2016 la importancia de la recuperación de la inversión privada como motor de la economía española. En 2015, España se situó como uno de los diez países con mayor recepción de inversión extranjera directa a nivel mundial, siendo uno de los primeros países de la zona Euro y el cuarto de la OCDE. No solo mostraba un crecimiento evidente superior al de la media de la UE sino que el principal factor ha sido la inversión en bienes de equipo.
Se calcula que un punto porcentual de aumento del PIB de la tasa de inversión aumenta el crecimiento potencial de la economía de 0,35 puntos porcentuales del PIB. Y atacar la inversión es atacar el empleo y el estado del bienestar.
Por lo tanto, deberíamos estar indignados como ciudadanos al ver que a lo largo de nuestra geografía se entorpece y se rechaza la inversión. Por supuesto, el argumento es el “modelo productivo” pero si algo nos ha demostrado el dirigismo público a la hora de invertir es que no genera ni de lejos los mismos impactos positivos. En el historial de más de 44 países se demuestra que el efecto multiplicador es muy pobre en economías abiertas,y puede ser hasta negativo en las altamente endeudadas. Como la española.
La tasa de inversión bruta de las empresas no financieras había crecido desde 2011 hasta situarse a niveles similares a los que teníamos previos a la burbuja inmobiliaria, y sin acudir a un enorme aumento de la construcción. Sin embargo, las estimaciones de consenso y de los organismos internacionales ya alertan sobre el impacto de la incertidumbre con expectativas de que esa inversión caiga a niveles de 2012 tras años de crecimiento sostenido. La confianza es esencial. Y se tarda mucho en recuperar y muy poco en perder.
Las constantes llamadas a revertir todas las reformas y acudir a los mismos errores del pasado no ayudan.  Si no ponemos como centro de la política económica la atracción de capital, la inversión y la creación de empresas y de empleo, no solo continuaremos incumpliendo los objetivos de déficit, sino que erosionamos el crecimiento potencial y, con ello, la posibilidad de reducir el paro.
Es una buena noticia que España estime reducir sus necesidades netas de financiación a 40.000 millones de euros. Hemos mejorado la capacidad de financiación en más de un 40% y la labor del Tesoro en un periodo de tipos bajos y alta liquidez ha sido excepcional. El problema es que el ahorro nos lo hemos gastado, y más, y el desequilibrio se ha generado fundamentalmente por gastos corrientes innecesarios en muchas administraciones. No podemos desaprovechar los periodos de crecimiento aumentando los desequilibrios.
España puede crear muchos más de 900.000 puestos de trabajo en los próximos dos años y reducir el déficit por debajo del 3% . Hemos reducido dicho déficit a la mitad y cercenado el desajuste comercial, en lo que han sido más de 14 puntos del PIB de desequilibrio exterior y fiscal, y lo hemos hecho creando empleo por encima de la media histórica de correlación con el PIB.
Lo más peligroso de las nuevas estimaciones del Gobierno no es la ralentización, que se soluciona como lo hemos hecho, exportando más y mejor a pesar de que nuestros principales socios comerciales estaban en estancamiento o recesión, atrayendo capital y creciendo a nuestro ritmo potencial. No, lo que realmente me preocupa de esas nuevas estimaciones es la facilidad con las que las incumpliremos acudiendo a las mismas políticas erróneas del pasado, y, cuando entremos de nuevo en riesgo de recesión, no de desaceleración, lo rápidamente que le echaremos la culpa a Merkel o al BCE después de ya ocho años con más de 600.000 millones de expansión fiscal.
“Todos queremos hacer políticas sociales”, decía un partido al pedir más déficit. La mejor política social es crear empleo, no repartir las migajas de lo que queda de entorpecer y ahuyentar la inversión.

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