martes, 20 de febrero de 2018

El motivo por el que ciertos políticos felicitan el ramadán pero no la cuaresma o la pascua

Elentir analiza el motivo por el que ciertos políticos "cabalgan contradicciones" felicitando el ramadán pero no la pascua. 
Artículo de Contando Estrelas: 
El pasado miércoles empezó la celebración cristiana de la cuaresma, pero como habréis observado, no han dicho nada ciertos políticos que sí felicitaron a los musulmanes en la fiesta del ramadán.
¿Por qué el materialismo izquierdista hace una excepción con el Islam?
Casi todos esos políticos, significativamente, son de izquierdas, es decir, que se identifican con un laicismo que teóricamente busca excluir a la religión de la vida pública. ¿Por qué hacen esa excepción con el Islam, y sin embargo desprecian a la religión mayoritaria de Occidente? Electoralmente hablando es una colosal torpeza, así que tiene que haber poderosas razones que les lleven a actuar así. Hay una que es pública y notoria: tenemos una izquierda cristianofóbica hasta la médula. Su odio hacia el Cristianismo se sale ya del terreno de la ideología para adentrarse en los parámetros del odio en grado patológico. Ese odio podría explicarse en el materialismo marxista, pero ¿y cómo es que ese materialismo muestra simpatía por la religión de Mahoma?
El origen de la paradoja: el marxismo cultural
La explicación a esta doble vara de medir de la izquierda en lo que respecta a las religiones hay que buscarla en la historia. Después de la Segunda Guerra Mundial, los comunistas no consiguieron implantar ningún gobierno afín en la Europa occidental. A pesar de que los grupos de ultraizquierda aprovecharon toda clase de conflictos sociales y laborales para extenderse, la prosperidad alcanzada mediante el libre mercado y las raíces culturales cristianas europeas se convirtieron en unos sólidos diques contra la amenaza comunista. Fue entonces cuando ciertos intelectuales marxistas, siguiendo las propuestas elaboradas por el dirigente comunista Antonio Gramsci en la década de 1930, pusieron en marcha el llamado marxismo cultural para infiltrarse en la sociedad occidental mediante movimientos afines, en distintas esferas: la revolución sexual, el feminismo (con la irrupción de la ideología de género), el movimiento LGTB, el ecologismo (y más adelante el animalismo) y el multiculturalismo. Este último surgió del traslado del esquema marxista clásico de la lucha de clases a la relación entre Occidente y el resto del mundo, un nuevo esquema en el que la cultura Occidental, la que consiguió resistir al marxismo, es presentada como una cultura opresora y colonizadora, frente a las demás culturas, presentadas como víctimas de esa opresión y colonización occidentales. Pero para que este esquema fuese convincente, los marxistas tenían que negar la capacidad civilizadora de Occidente, equiparando su cultura con las demás, como si todas fuesen equivalentes, aunque sólo en el Occidente de raíces judeocristianas floreciese la democracia, precisamente gracias a ese sustrato religioso y cultural.
Haciendo creer a los occidentales que son los malos de la historia
Para que este esquema tuviese éxito en Occidente, la izquierda tenía que convencer a los ciudadanos occidentales de que eran culpables del hambre, del atraso y del subdesarrollo del resto del mundo, aunque en muchos casos esos fenómenos tuviesen su origen, precisamente, en la resistencia de muchos países del llamado Tercer Mundo a aceptar el libre mercado y la democracia. Particularmente, los países islámicos encontraban una seria barrera en sus raíces culturales para asumir la democracia. Si en el Cristianismo el precepto evangélico de “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” ya apuntaba las bases de la independencia entre el poder político y el eclesiástico, en el Islam ambos poderes son inseparables y hay una constante tendencia a imponer la ley islámica como la norma fundamental del Estado. Este hecho ha sido obviado por la izquierda porque vio en el mundo musulmán a un poderoso aliado frente al dominio de la cultura occidental. Precisamente por esta causa, la inmigración desde el mundo islámico y Europa y la idea de las fronteras abiertas han sido promovidas abiertamente en Occidente por la misma izquierda cuyas dictaduras comunistas convirtieron a países enteros en enormes prisiones. Esa inmigración era mucho más interesante y conveniente para la izquierda que la procedente de Hispanoamérica, pues ésta última es, en una amplia medida, una inmigración culturalmente cristiana. La izquierda contracultural no quería más cristianos en Europa, sino una cuña demográfica que acabase con la hegemonía cultural del Cristianismo en Europa.
Una tolerancia nada recíproca
En esa inmigración musulmana, la izquierda europea ha visto la oportunidad de desplazar las tradiciones y minar las raíces culturales cristianas de Europa invocando la necesidad de ser tolerantes y de no ofender a los musulmanes, incluso a costa de renunciar a nuestra propia seguridad y a nuestras libertades. Todos hemos visto ejemplos estos últimos años en varios países europeos: colegios en los que se prohíbe celebrar la Navidad para no incomodar a los musulmanes, acusaciones de “islamofobia” contra todo el que se atreve a cuestionar las creencias islámicas, tolerancia con los matrimonios infantiles, e incluso silencio oficial ante olas de agresiones por parte de inmigrantes. Al mismo tiempo que en la Europa cristiana se hacen crecientes esfuerzos para renunciar a lo propio para agradar a los recién llegados, en la amplia mayoría de los países islámicos, los cristianos son tratados como ciudadanos de segunda categoría, y en algunos de ellos -como ocurre en Arabia Saudí, país que financia la construcción de mezquitas en Europa- la mera posesión de una Biblia puede ser castigada con la muerte.
Cuando todo vale para hacerse con el control de la sociedad
Y así nos encontramos en la situación actual. Políticos de izquierda que justifican todo tipo de ofensas y ataques contra los cristianos, a la vez nos piden ser respetuosos y tolerantes con los musulmanes. Esos políticos dedican felicitaciones a los musulmanes en sus fiestas, mientras ridiculizan y desprecian a los cristianos, presentando a sus creencias como culpables de toda clase de males. Finalmente, esos políticos de izquierdas esperan de los occidentales que pidamos perdón por haber conseguido el entorno cultural, económico y político más avanzado del mundo, simplemente porque hemos conseguido todo eso, precisamente, dando la espalda al comunismo. Y al mismo tiempo quieren que asumamos que nuestras raíces culturales no son mejores que las de aquellos que lapidan a mujeres, ahorcan a homosexuales o castigan la apostasía con la pena de muerte en el mundo islámico. Es ese discurso el que explica tanta condescendencia de algunos políticos hacia el Islam mientras dirigen su odio contra el Cristianismo. Es un discurso muy cínico, por supuesto, ya que ha sido en el Occidente cristiano donde se han alcanzado una serie de cosas que elogia la izquierda -igualdad de derechos para la mujer, tolerancia hacia la homosexualidad, separación entre Iglesia y Estado- y que en la amplia mayoría de los países islámicos siguen siendo impensables. Pero esto para la izquierda parece ser algo irrelevante. Al fin y al cabo, el marxismo es una ideología que busca hacerse con el control del Estado, para ejercer un poder absoluto al margen de cualquier control democrático. Nunca han tenido reparos en recurrir al “todo vale” para hacerse con el poder. Es lo que un famoso comunista español, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, define como “cabalgar contradicciones”, una forma muy cínica de disfrazar el oportunismo, la hipocresía y la doble moral de la izquierda.
(Foto: Reuters / Navesh Chitrakar)

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