miércoles, 28 de febrero de 2018

Un nuevo colapso económico es solo cuestión de tiempo

Marion Mueller expone por qué un nuevo colapso económico es solo cuestión de tiempo. 

Artículo de El Confidencial: 
Foto: Reunión de los ministros de finanzas y gobernadores de bancos centrales del g20. (Efe)Reunión de los ministros de finanzas y gobernadores de bancos centrales del g20. (Efe)
En la actualidad, la posibilidad de un nuevo desplome financiero internacional oscurece peligrosamente el horizonte. Se trata, únicamente, de una cuestión de tiempo para que confluyan un conjunto de factores que sirvan de catalizadores y se desencadene otra crisis.
Las instituciones monetarias competentes, en lugar de haber tomado medidas para reducir el endeudamiento, llevan una década acrecentando las probabilidades de otro colapso sistémico, y cuanto más se demoren en realizar los cambios necesarios, la magnitud del problema alcanzará dimensiones desconocidas, que probablemente lleven a la economía mundial a adentrarse en un prolongado período de inestabilidad económica y social.
Las políticas monetarias aplicadas, tanto en Europa como en Estados Unidos, han continuado siendo expansivas y esto ha incrementado considerablemente el riesgo de un nuevo desplome de los mercados. Los bancos centrales, creando miles de millones de la nada, únicamente han logrado apaciguar artificialmente la situación, enmascarando así su gravedad.
El sistema económico vigente se ha convertido en un engranaje perfecto para incrementar, de manera constante, un poder político cada vez más distanciado de los principios éticos y las necesidades sociales.
Ludwig Erhard Grabstätte, conocido como el 'Padre del milagro económico alemán', señalaba que la estabilidad del dinero no solo llega a afectar a la sociedad por sus implicaciones económicas, sino que acarrea graves consecuencias éticas, políticas y sociales, ya que el dinero inestable destruía las bases de una sociedad libre.
A lo largo de la historia, la mayoría de los gobiernos bajo presión financiera, han sido incapaces de resistirse a la tentación de imprimir dinero para pagar sus deudas. Las expansiones de dinero papel sin respaldo, la mayoría de las veces, se han terminado transformando en una maldición para las naciones que las han aplicado. Cuando la cantidad disponible de dinero en circulación encuentra respaldo en la economía real, el dinero tiende a conservar su poder adquisitivo, pero que si se aumenta la masa monetaria desenfrenadamente, termina perdiendo su poder adquisitivo, ejemplos hay muchos en la historia de la humanidad.

Capacidad de endeudamiento

Resulta de enorme trascendencia limitar la capacidad de endeudamiento que despliegan nuestros dirigentes, ya que irremediablemente las consecuencias, tanto para la economía como para las libertades, suelen ser devastadoras.
El 15 de septiembre del año 2008 el sistema financiero internacional enfrentó la quiebra del banco estadounidense Lehman Brothers, lo que provocó una devastadora onda expansiva que originó el mayor crash financiero registrado desde el año 1929. La producción mundial disminuyó drásticamente un 13% y el comercio internacional se redujo un 20%. Desde entonces se ha vuelto a articular en paralelo un sistema bancario a la sombra, de dimensiones aún mayores que el de 2008.
En su momento, el caos lo desataron los llamados bancos ‘too big to fail’(demasiado grandes para quebrar), que se terminaron beneficiando de los rescates públicos. Se recompensaban de esta manera las decisiones fallidas de una serie de banqueros, cuanto menos, irresponsables. Curiosamente, en la actualidad, los bancos estadounidenses que recibieron rescates de dinero público, controlan un porcentaje mucho mayor de activos bancarios y cuentan con una cantidad mucho mayor de productos tóxicos derivados. La conclusión es que en Estados Unidos existen ahora menos entidades bancarias que nunca, pero de unas dimensiones colosales.
Como origen de la última crisis financiera, se apuntó a la desmedida codicia de algunos banqueros y grandes corporaciones, retratados como tiburones dispuestos a destruir la economía con el único fin de enriquecerse; pero cuidado con las medias verdades. Evidentemente, resulta innegable que, la irresponsabilidad, ambición y falta de ética de muchas corporaciones e instituciones bancarias, jugaron un papel más que trascendental en la crisis financiera del 2008, pero no hay que olvidar en ningún caso operaron en solitario, sino que contaron con el beneplácito y el consentimiento de las instituciones políticas, financieras y monetarias responsables.
El lema ‘compre ahora y pague después’, se ha convertido en una característica inherente a los sistemas políticos democráticos vigentes. Es poco realista pensar que los organismos monetarios internacionales serán capaces de resolver las causas que ocasionaron la última crisis económica del 2008. Absolutamente todos los argumentos que esgrimen estas ilustres instituciones, desafían tanto al sentido común como a la razón, ya que resulta completamente imposible solventar un problema de endeudamiento emitiendo más deuda.
La crisis ocurrida en el año 2008, se podría comparar con la punta de un iceberg, un témpano de hielo de agua dulce que únicamente deja al descubierto una novena parte de su volumen.
Históricamente, absolutamente todos los sistemas financieros basados en dinero fiduciario, (aquel dinero cimentado exclusivamente en la confianza depositada en aquellos que lo emiten), han acabado cayendo en desgracia. Algo de naturaleza tan delicada como la confianza, tarde o temprano se termina desvaneciendo. Y al actual ‘experimento monetario’ vigente desde el año 1971, con un dólar carente de respaldo como moneda de reserva internacional, no le aguarda un final muy diferente.
a mayor parte de las personas desconoce el proceso de la creación del dinero. En los años 30, Henry Ford, fundador de la ‘Ford Motor Company’ advertía lo bueno que resultaba que la mayoría de los estadounidenses ignorase el funcionamiento de la banca, indicando “Porque si no fuera sí, habría una revolución antes del amanecer”.
La ciudadanía de manera muy poco prudente, deposita una confianza ciega en que los responsables políticos y monetarios van a ser capaces, mediante la redistribución de la riqueza o la implementación de leyes y decretos, de resolver absolutamente todos los problemas existentes. Gastamos más dinero, pero no por ello generamos riqueza, simplemente estamos cada vez más endeudados, y las deudas tarde o temprano se tienen que saldar.
Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía en el año 2002, explica que la mente humana posee una desconcertante limitación, que él describe como una excesiva confianza en lo que creemos saber y en una aparente incapacidad para reconocer las dimensiones de nuestra ignorancia, asegurando que “nuestra consoladora convicción de que el mundo tiene sentido descansa sobre un fundamento seguro, nuestra casi ilimitada capacidad para ignorar nuestra ignorancia”.

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