Jesús Benegas analiza del drama de nuestra educación.
Artículo de Disidentia:
Según los últimos datos de la OCDE, España es un líder mundial en porcentaje de jóvenes que ni estudian ni trabajan, cifra que ha evolucionado al alza en el periodo 2005-2016 y que casi duplica la media de los países desarrollados miembros de dicha institución.
Esta lamentable situación pone de relieve el problema de fondo de la educación en España, que no es otro que la transmisión de valores de las familias: ¿cómo es posible que haya tantos jóvenes que en situación de desempleo no traten de estudiar idiomas, informática y oficios con demandas de empleo?. Una buena educación en el orden moral conllevaría a utilizar el tiempo del desempleo en cualquier cosa menos en la ociosidad; lo que implica asumir que el futuro depende de nosotros mismos y no tanto de un Estado protector que debiera ocuparse sólo de los verdaderos desvalidos.
Es de sentido común y además está empíricamente comprobado en todos los estudios que un mayor nivel de educación facilita el empleo y además mejora la retribución y las condiciones de trabajo.
Creen que su destino depende del Estado
Nunca han existido en España más facilidades para estudiar que se comparan, además, con éxito con los mejores países del mundo: ¿por qué no se provechan suficientemente? La respuesta nos la ofrece el doctor Enrique Baca cuando señala que “los españoles están educados en la inseguridad: creen que su destino no depende de ellos mismos sino del Estado”.
Las sociedades más vitales y por tanto ricas, incluso España en sus mejores etapas de prosperidad económica y social, nunca han ido de la mano del Estado sino de las iniciativas de los ciudadanos en tanto que empresarios y trabajadores. La decadencia de las naciones, por lo contrario, ha coincidido con la desvitalización de la sociedad civil y el consecuente protagonismo del Estado.
Pero además de este serio problema moral-educativo, el nivel de conocimientos de los jóvenes españoles no puede ser más deprimente: entre los 45 países considerados por el estudio de la OCDE sólo 8 están por debajo de nuestro nivel educativo medido por el porcentaje que no tiene ni bachillerato ni formación profesional. El abandono escolar está tan extendido en España porque las familias y la sociedad son excesivamente tolerantes con tal despropósito: ¡que se le va hacer, si no se esfuerzan por alcanzar un buen nivel de educación, ya se ocupará el Estado de ellos!
Dualidad y populismo
El cultivo de un orden moral que crea seres dependientes del Estado, desprovistos de amor propio para buscarse la vida por si mismos, conlleva a dos indeseables situaciones: por una parte genera una sociedad dual, típica de los países menos desarrollados, en la que quienes se esfuerzan en el estudio y en el trabajo prosperan económica y socialmente y los que no lo hacen se convierten en dependientes de un Estado cada vez más empobrecido conforme se acentúa la dualidad social, y por otra, presiona democráticamente hacia gobiernos y políticas populistas, fabricantes de pobres, de desastrosos resultados.
Las aún reinantes políticas de educación que han eliminado el esfuerzo y el mérito –por reaccionarios- de las aulas y otorgan títulos académicos con suspensos han sentado las bases de la cultura de la educación que se está describiendo.
Pero el drama de la educación en España ha alcanzado su apoteosis en Cataluña: se ha convertido en una herramienta totalitaria al servicio de la mentira para propagar sin rubor las mas delirantes invenciones al servicio de los intereses de una clase política cuyo único norte es destruir la secular convivencia de una de las más antiguas naciones del mundo.
La ausencia de escrúpulos morales de los secesionistas catalanes se ha manifestado recientemente de la más perversa manera: utilizando a los niños pequeños como munición para la propagación de sus ensoñaciones y disparates. En Europa, con la obvia excepción de los totalitarismos comunista y nazi, es imposible encontrar usos de la educación tan perversos como en la Cataluña de nuestros días.
Todo lo dicho pone de manifiesto que la educación moral y académica es el eje de los principales males de nuestra patria y que sin una restauración de los valores seculares, el resto de nuestros problemas tienen mal arreglo.
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