lunes, 16 de abril de 2018

El oráculo de los alarmistas parece que no funciona

Luís I. Gómez analiza el alarmismo climático (nada nuevo), la nueva religión secular que supone y su choque con la realidad. 

Artículo de Desde el Exilio: 



Desde que los astronautas de la NASA fotografiaron por primera vez desde el negro espacio la frágil bola azul, preciosa que es nuestro planeta, el temor por su subsistencia (y la nuestra) entró definitivamente en el corazón de los humanos. Antiguamente, nos dicen, la naturaleza estaba en perfecto equilibrio. Luego llegamos los humanos y se acabó el paraíso. Ya en 1798, Thomas Malthus tenían clara en su mente la bomba de crecimiento humano. Si seguíamos multiplicándonos como conejos, los recursos no podrían crecer al mismo ritmo, calculó el bueno de Malthus. La catástrofe malthusiana sería inevitable. Con el progreso de la industrialización, la sensación de desastre se intensificó aún más: explotación de recursos, la contaminación, la carrera de armamentos, los residuos nucleares, el agotamiento del ozono, la extinción de especies, el calentamiento global, la manipulación genética. Cuando parecía que íbamos a superar el problema, aparece en  1968 “The Population Bomb” escrito por Anne y Paul Ehrlich: íbamos a morir todos.

En 1972, Dennis L. Meadows predijo el futuro de la Madre Tierra por primera vez usando un modelo computacional. El “Club de Roma” resumió los resultados del estudio “Límites del crecimiento” de la siguiente manera: “La tierra tiene cáncer y este cáncer es la humanidad”. y desde entonces nuestro “reloj de la catástrofe” no ha dejado de marcar las doce menos cinco. Qué digo menos cinco! Menos dos y medio … o menos. Y una vez abierta la caja de Pandora de los modelos oraculares ya no hay vuelta atrás: todo el mundo modela su apocalipsis favorita, la publica y, si tiene detrás un lobby potente, la pone en manos de los políticos, únicos seres angelicales capaces de salvarnos de nosotros mismos.
Pero, se han parado a pensar cuántas de esas profecías se han cumplido? Veamos:
En la antigüedad, las inundaciones y las plagas de langostas eran el castigo divino por nuestro orgullo, hoy son la subida del nivel oceánico  y los mosquitos portadores de malvadas enfermedades. Los oráculos, sabios y científicos de toda época representan el futuro siempre y “fiablemente” de forma pesimista. Ocurre que todos ellos son…. solo humanos, las incertidumbres también aumentan sus imperfecciones. Claro, a veces es útil ser travieso y aventurado y está claro (lamentablemente) que una religión secular parece funcionar en nuestros días. La fe, en última instancia, significa creer en algo para lo que  no sólo no hay prueba o evidencia, ni siquiera hay indicios. Abstenerse de este tipo de pensamiento, lo reconozco, es difícil y agotador. Muchas personas nunca tienen éxito, muchos ni siquiera lo intentan o, simplemente, no lo ven necesario. Querer creer está profundamente arraigado, al parecer, en lo más profundo de nuestro ser.


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