Elentir analiza seis ideas de Karl Marx que fueron la semilla (y seguidas a rajatabla) del terror comunista allá donde se impuso (a la fuerza y de manera violenta), y que echa por tierra el típico argumento justificativo del marxismo, que pretende hacer ver que el comunismo y las ideas marxistas son buenas ideas, y que el error ha estado en su ejecución o en sus responsables por aplicarlas mal...
Nada más lejos de la realidad. Su aplicación y consecuencias son funestas en el 100% de los casos aplicándose en distintas épocas, culturas, situaciones económicas y áreas geográficas porque las ideas son funestas (independientemente de que quien las aplicase fuera un ángel).
Artículo de Contando Estrelas:
Hoy se cumplen 200 años del nacimiento de Karl Marx, creador de una ideología que ha causado más de 100 millones de muertos. Unos crímenes que algunos intentan desligar de las ideas de Marx.
Esa supuesta desvinculación entre las ideas de Marx y sus consecuencias es un ejemplo más de la tendencia del comunismo en particular y de la izquierda en general a analizar sus errores no desde la óptica de los hechos, sino desde la óptica de las intenciones. Algunos creen que el comunismo no es malo ya que sus creadores tenían una buena intención, y que no se puede condenar esa ideología por su aplicación concreta a manos de algunos. Sin embargo, los hechos son demasiado tozudos y coincidentes como para dar por bueno ese análisis: todos los países que cayeron en manos de los comunistas se convirtieron en dictaduras, y entre esas dictaduras podemos encontrar algunos de los peores regímenes que conocieron la humanidad, entre ellos los de genocidas como Stalin, Mao, Pol Pot y el propio Lenin, cuyos régimen de terror merece ser condenado por genocidio. ¿Es posible que todos los comunistas malinterpretasen las ideas de Marx? ¿O esos crímenes los cometieron precisamente por seguir sus ideas? Para responder a esas preguntas, basta con analizar algunos de los planteamientos que defendió el propio Karl Marx.
1. La abolición de la propiedad privada: promoviendo el hambre y la miseria
En el “Manifiesto comunista” (1848), Marx y Engels afirmaban sin rodeos: “sí pueden los comunistas resumir su teoría en esa fórmula: abolición de la propiedad privada“. Para justificarse, Marx afirmaba: “¿es que el trabajo asalariado, el trabajo de proletario, le rinde propiedad? No, ni mucho menos”. Sin embargo, en el mundo libre ha surgido una amplia clase media fruto, en buena medida, del trabajo asalariado. Suprimir la propiedad privada implica arrebatar a la persona el fruto de su trabajo. Hoy en día, la propiedad es uno de los derechos más importantes (figura como tal en el Artículo 17 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos). Precisamente, una gran parte de los crímenes comunistas se derivaron de la usurpación de la propiedad privada, lo que generó enormes hambrunas:
- La mayor de ellas se produjo en la China de Mao con el llamado “Gran Salto Adelante”, y dejó entre 20 y 43 millones de muertos.
- El Holodomor ucraniano (3,9 millones de muertos).
- La hambruna soviética de 1922 (5 millones de muertos).
- La Hambruna Tártara de 1921-1922 (2 millones de muertos).
- Las Hambruna Kazajas de 1919-1922 (entre 400.000 y 750.000 muertos) y de 1932-1933 (1,5 millones de muertos).
- Las hambrunas provocadas por los comunistas en Mozambique (600.000 muertos entre 1975 y 1985).
- La hambruna de Etiopía (entre 200.000 y 300.000 muertos de 1974 a 1991).
- Las hambunas en Corea del Norte (a finales del siglo XX, entre 2 y 3 millones de muertos).
- Y ahora está en marcha otra en la Venezuela de Nicolás Maduro, también partidario del marxismo (el número de muertos está aún por determinar).
Estos crímenes no se pueden desvincular del desprecio a la propiedad privada promovido por Marx: se derivan directamente de él.
2. La tesis de la lucha de clases: promoviendo el odio y la venganza
En el “Manifiesto comunista”, Marx afirmaba: “Toda la historia de la sociedad humana, hasta el día, es una historia de luchas de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida“. Éste ha sido uno de los dogmas más perniciosos del pensamiento marxista, que llevó a sembrar entre la sociedad un odio motivado por la envidia, y que no se limitó -como piensan algunos- al rechazo de las clases más bajas a los más ricos. En el “Manifiesto comunista”, Marx señalaba también como “reaccionarios” a los “elementos de las clases medias, el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el labriego”.
En este odio de clase se inspiró el genocidio desatado por los comunistas contra los llamados kulaks, millones de campesinos que eran propietarios de sus tierras, y que sufrieron ejecuciones, deportaciones masivas y la incautación y colectivización de sus tierras. Sin contar los que murieron de hambre (de eso ya me he ocupado en el punto anterior), cientos de miles de esos campesinos murieron en la URSS a causa de las deportaciones. Desvincular estos delitos de genocidio de las ideas de Marx es tan absurdo como afirmar que el odio sembrado por Hitler contra los judíos en su famoso libro “Mi lucha” no guarda relación con el Holocausto.
3. La dictadura del proletariado: promoviendo la opresión
En una carta a Joseph Weydemeyer fechada en 1952, Marx afirmaba: “la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado”. Acto seguido, afirmaba que “esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases”. En el “Manifiesto comunista”, Marx había escrito lo siguiente: “El proletariado se valdrá del Poder para ir despojando paulatinamente a la burguesía de todo el capital, de todos los instrumentos de la producción, centralizándolos en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase gobernante, y procurando fomentar por todos los medios y con la mayor rapidez posible las energías productivas”. Así pues, la dictadura del proletariado sería una dictadura colectivista, en la que el Estado -controlado por los comunistas- se apropiaría de todo. Sin ningún rodeo ni tapujo, en el párrafo siguiente Karl Marx reconocía que “esto sólo podrá llevarse a cabo mediante una acción despótica sobre la propiedad y el régimen burgués de producción”.
Más adelante señalaba algunas de las medidas en las que se plasmaría ese proceso, como la “expropiación de la propiedad inmueble” (es decir, la apropiación por parte del Estado de todos los hogares, negocios, fábricas, etc.), la “abolición del derecho de herencia” (es decir, usurpar a los hijos los bienes legados por sus padres), la “confiscación de la fortuna de los emigrados y rebeldes”, la nacionalización de la banca y del crédito, etc. Lo que planteaba Marx era un robo masivo a manos de un Estado controlado por los comunistas: una de las peores dictaduras posibles, pues implicaba un poder absoluto por parte del Estado, es decir, de los comunistas que tenían las riendas del poder. Se trata de una nueva forma de absolutismo político, un régimen opresivo en el que necesariamente la disidencia sería imposible, ya que discrepar es impensable en un Estado en el que un grupo ideológico ejerce un control absoluto sobre la sociedad. De hecho, Marx no preveía la creación de contrapesos a ese poder absoluto del Estado gobernado por los comunistas: ni justicia independiente, ni partidos políticos (recordemos que promulgaba una dictadura) ni medios de comunicación independientes (al apropiarse el Estado de todas las propieades, todos esos medios estarían en manos del Estado). Marx planteaba un régimen totalitario en todo el sentido de la palabra. Que en su obra se refiera a ese régimen totalitario como “la conquista de la democracia” era un gesto de cinismo, como lo fue llamar “Alemania democrática” a la enorme prisión en la que los comunistas encerraron a toda la población de la Alemania oriental entre 1945 y 1989.
4. La abolición de la familia: los hijos, propiedad del Estado
Una de las ideas más aberrantes de Marx se plasma en el “Manifiesto comunista” con una expresión que demuestra hasta qué grado de radicalismo llegaba el ideólogo alemán: “abolición de la familia”. Para defender esta tesis, Marx lanzaba este disparate: “Sólo la burguesía tiene una familia, en el pleno sentido de la palabra”. Unas líneas más abajo, preguntaba: “¿Nos reprocháis acaso que aspiremos a abolir la explotación de los hijos por sus padres? Sí, es cierto, a eso aspiramos”. Marx introduce la dialéctica de odio de la lucha de clases en el seno de la familia para enfrentar a los hijos contra los padres, al presentar a éstos como unos explotadores. Un año después de la muerte de Marx, y basándose en notas escritas por él, su amigo Friedrich Engels escribió “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” (1884), en el que se explicaba una de las consecuencias de esa abolición de la familia: “La economía doméstica se convertirá en un asunto social; el cuidado y la educación de los hijos, también”. Esto significa convertir a los hijos en una propiedad del Estado comunista, que vendría así a liberar a los hijos de sus padres “explotadores”. En la URSS, esto llevó al régimen comunista a fomentar la delación de los padres por parte de sus propios hijos, con casos tan famosos como el de Pavlik Morozov, el joven de 13 años que denunció a su propio padre por traición, convirtiéndose en un mito heroico para la propaganda soviética.
5. Marx y su “guerra a la religión”: promoviendo la persecución
La ideología materialista y totalitaria de Marx no se limitaba a la crítica de una determinada religión, o de las religiones en general, desde el respeto a las creencias personales de cada persona. Antes bien, en “Crítica de la filosofía del derecho de Hegel” (1843), y tras calificar a la religión como “el opio del pueblo”, Marx afirmaba: “La eliminación de la religión como ilusoria felicidad del pueblo, es la condición para su felicidad real.“ Teniendo en cuenta que Marx proponía una ideología en la que todo el poder se concentraba en el Estado, que a su vez debía estar controlado por los comunistas, considerar a los creyentes como personas drogadas era una clara instigación a la persecución de la religión. De hecho, en el citado libro Marx hablaba sin rodeos de “guerra contra la religión”.
Lo que esto anunciaba era fácil de adivinar, aunque era difícil imaginar el grado de brutalidad que alcanzaría esa “guerra a la religión” promovida por Marx. Ya sólo en 1918 fueron asesinados 3.000 sacerdotes, religiosos y monjas en Rusia. En 1920 la cifra ascendió a entre 14.000 y 20.000. Los métodos de tortura utilizados contra ellos (se pueden leer aquí) destacaron por su sadismo. La persecución afectó especialmente a la Iglesia Ortodoxa, pero también a los judíos y a los musulmanes: la amplia mayoría de las más de 55.000 iglesias, 5.000 sinagogas y 25.000 mezquitas que había en Rusia en 1917 fueron destruidas por los comunistas. Esta persecución se trasladó a otras dictaduras comunistas. La primera que se instauró fuera de la URSS fue Mongolia, donde los comunistas asesinaton a 18.000 monjes budistas. En España, entre 1936 y 1939, los comunistas y sus aliados asesinaron a 13 obispos, 4.184 sacerdotes, 2.365 religiosos y 283 religiosas.
6. La destrucción de las naciones: el imperialismo comunista
“Los trabajadores no tienen patria”, afirmaba Marx en el “Manifiesto comunista”. Proponía “abolir la patria” y la desaparición de “las diferencias y antagonismos nacionales”, olvidando que las naciones son el fruto de una historia común de un pueblo, de sus coincidencias culturales, sociales y también religiosas, y que la nación como tal es el marco en el que un pueblo se gobierna a sí mismo. Teniendo en cuenta estos planteamientos, no fue casualidad que tras el asalto al poder de los comunistas en Rusia se pusiese en marcha un imperialismo rojo: su primera víctima fue Polonia, invadida por el régimen de Lenin en su afán por extender la revolución bolchevique al resto de Europa. Por suerte para los europeos, los polacos frenaron ese expansionismo comunista en la Batalla de Varsovia de 1920, aplazando los planes bolcheviques durante más de dos décadas.
El segundo país en caer bajo las garras del imperialismo comunista fue Mongolia en 1924, donde los comunistas se hicieron con el poder con el apoyo del Ejército soviético. Después del Pacto Ribbentrop-Mólotov firmado por la Alemania nazi y la URSS, entre 1939 y 1940 Stalin ocupó la parte oriental de Polonia, se apropió de Lituania, Letonia y Estonia, e invadió -sin éxito- Finlandia. La guerra desencadenada por ese pacto firmado por Hitler y Stalin serviría a los comunistas para dominar toda la Europa oriental a partir de 1945, a excepción de Grecia, donde se produjo un golpe de Estado comunista en 1946 -apoyado por la URSS- que llevó a una cruenta guerra civil, que terminó en 1950 con la derrota de los golpistas. La Europa de detrás del “Telón de Acero” tardó medio siglo en liberarse del yugo comunista.
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