Asad
Jamal, Fundador y presidente de e-Planet Capital desmonta los argumentos del presidente de EEUU sobre los supuestos perjuicios del déficit comercial con China, perjuicios nacionalistas y mercantilistas tan extendidos hoy por el distinto espectro ideológico (también en España, no en vano, Unidos Podemos apoya exactamente lo mismo estando de acuerdo con Trump en dicha política, que no puede ser más contraproducente).
Artículo de Project Syndicate:
El
presidente estadounidense, Donald Trump, ha declarado que el déficit comercial
de 500.000 millones de dólares que tiene Estados Unidos con China significa que
su país sufre una “pérdida” de 500.000 millones de dólares. Aparentemente, cree
que los superávits y los déficit comerciales equivalen a estados de pérdidas y
ganancias para los países. Trump no podría estar más equivocado.
Digamos
que un promotor que construye un edificio de apartamentos en la ciudad de Nueva
York compra materiales de construcción procedentes de China por valor de 50
millones de dólares y gasta otros 50 millones en servicios locales. Si luego
vende el edificio a compradores estadounidenses por 110 millones, el promotor
lograría una ganancia de 10 millones. Está aparentemente claro que el
emprendimiento del promotor es sensato desde el punto de vista comercial y
económico. Los 50 millones gastados en importaciones chinas ciertamente no se
considerarían una “pérdida”. Sin embargo, esa es precisamente la idea imbuida
en la lógica del presidente estadounidense. Peor aún, Trump exigiría que, para
“igualar las cosas”, China compre 50 millones de dólares en productos
estadounidenses o, en caso contrario, China tendrá que enfrentar aranceles que
encarezcan los costes para futuros promotores estadounidenses que compren
materiales de construcción llegados del gigante asiático.
Si,
por ejemplo, los nuevos aranceles totalizaran el 25% de la “pérdida” –es decir,
12,5 millones–, el coste total del mismo proyecto subiría de golpe a 112,5
millones. Una venta por 110 millones implicaría una pérdida de 2,5 millones en
lugar de una ganancia de 10 millones. Un promotor inteligente consideraría
estas cifras con anterioridad y, posiblemente, descartaría el proyecto por
completo (a menos que pudiera encontrar proveedores locales de materiales que
le permitan ofrecer una mejor oferta en cuanto al precio de venta del
edificio). Eso perjudicaría a toda la economía, especialmente si los aranceles
afectaran a un gran número de inversiones, como lo harán los aranceles sobre el
acero y el aluminio de Trump.
Por
el bien de cualquiera que comparta la lógica defectuosa de Trump, esta
situación se puede aclarar aún más. Los 50 millones de dólares que el promotor
gastó en China se canjearon por bienes por valor de 50 millones. Eso hace que
sea una transacción igualitaria y equilibrada. Exigir que China compre 50
millones de dólares en bienes estadounidenses no tendría ningún impacto;
simplemente, produciría otra transacción igualitaria y equilibrada.
Déficit
de divisas
Haciendo
uso del lenguaje de déficit y superávits que provoca que Trump se equivoque
tanto, se puede decir que Estados Unidos podría tener un “déficit de divisas”
de 50 millones de dólares después de la transacción del promotor, pero también
tendría un “superávit de bienes” por valor de 50 millones. El hecho de que el
dólar estadounidense sea la principal divisa de reserva a nivel mundial hace
que esto sea aún más conveniente, debido a que el promotor fue capaz de pagar
por los materiales chinos directamente usando dólares estadounidenses.
Si
el dólar no fuera la principal moneda de reserva mundial, el Gobierno
estadounidense tendría más motivos para preocuparse por el déficit de divisas
causado por el comercio exterior, ya que el promotor se vería obligado a
comprar otra moneda por valor de 50 millones –por ejemplo, yenes– con el
propósito de llevar a cabo la transacción. Esto podría generar temores sobre
que las reservas de yenes en Estados Unidos se agotasen, y que la compra de más
devaluase el dólar estadounidense. En ese caso, el Gobierno de Estados Unidos
podría alentar más compras extranjeras de productos estadounidenses, a fin de
“equilibrar” el déficit de divisas.
Sin
embargo, esa no es la situación que afronta Trump. Por el contrario, los chinos
terminan con 50 millones en su cuenta bancaria, en forma de dólares
estadounidenses, que luego pueden usar para comprar bonos del Gobierno de
Estados Unidos, financiando así el déficit presupuestario de EEUU (como lo han
venido haciendo durante mucho tiempo). También pueden usar esos dólares para
comprar acciones estadounidenses, ayudando de dicha forma a las empresas del
país y a la economía de Estados Unidos en general, o para comprar productos de
terceros países, impulsando, por lo tanto, el comercio mundial.
En
una economía abierta, las empresas son libres de comprar y vender productos en
cualquier mercado al que puedan acceder. En nuestro ejemplo, los chinos ni
forzaron ni engañaron al promotor para que compre materiales de construcción
procedentes de China. Por el contrario, un comprador dispuesto a comprar eligió
comprometerse con un vendedor dispuesto a vender sobre la base de un simple
cálculo económico. El promotor probablemente decidió no comprar materiales de
proveedores de Estados Unidos porque el coste hubiese sido mayor, lo que habría
resultado en menores ganancias, o incluso en una pérdida. Si un gobierno obliga
a una empresa a decidirse por la que claramente es una opción económicamente
subóptima –mediante el uso de aranceles, por ejemplo– el resto de la economía
sufrirá.
Por
lo tanto, si Estados Unidos tiene un déficit comercial anual que asciende
800.000 millones de dólares se debe simplemente a que las empresas y los
consumidores estadounidenses deciden comprar 800.000 millones más en bienes del
mundo en comparación con la cifra por la que el mundo ha comprado a Estados
Unidos, debido a algunas ventajas, como los precios más bajos por productos
equivalentes que son producidos en el propio país. En el caso de una empresa,
esto significa un mayor margen de ganancia. En el caso de los consumidores,
significa más dinero para gastar en otros bienes y servicios. De cualquier
manera, la economía estadounidense se beneficia.
Ventaja
única
Lo
mismo ocurre con la economía mundial, porque esos 800.000 millones de superávit
en moneda estadounidense pueden ser utilizados productivamente por el mundo
para comprar activos financieros o reales. Esto no perjudica a Estados Unidos
–una ventaja única de la que disfruta el país emisor de la moneda de reserva
global– e incrementa el dinamismo y el crecimiento de la economía mundial.
Desde
una perspectiva política, de lo único que Estados Unidos debería preocuparse es
por garantizar que la inflación no suba silenciosamente debido a un suministro
excesivo de moneda estadounidense. Eso no depende del Gobierno de Trump, sino
de la Reserva Federal de Estados Unidos, que tiene un sólido historial en este
frente: a pesar de un déficit de divisas agregado de 14 billones de dólares
desde el año 1990, la Fed ha logrado mantener baja la inflación.
En
lo que respecta a Trump –o, al menos, a sus asesores– la necesidad de una mejor
comprensión de la forma cómo realmente funciona el comercio mundial es
manifiestamente obvia. Con excepción de eso, las intervenciones imprudentes del
Gobierno de Trump van a continuar, o incluso van a escalar, causando graves
daños a la economía estadounidense y a la economía mundial.
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