viernes, 4 de mayo de 2018

Un tutorial sobre comercio exterior para Trump


Asad Jamal, Fundador y presidente de e-Planet Capital desmonta los argumentos del presidente de EEUU sobre los supuestos perjuicios del déficit comercial con China, perjuicios nacionalistas y mercantilistas tan extendidos hoy por el distinto espectro ideológico (también en España, no en vano, Unidos Podemos apoya exactamente lo mismo estando de acuerdo con Trump en dicha política, que no puede ser más contraproducente).


Artículo de Project Syndicate:


Construction laborers work on the site of a new residential building in New York



El presidente estadounidense, Donald Trump, ha declarado que el déficit comercial de 500.000 millones de dólares que tiene Estados Unidos con China significa que su país sufre una “pérdida” de 500.000 millones de dólares. Aparentemente, cree que los superávits y los déficit comerciales equivalen a estados de pérdidas y ganancias para los países. Trump no podría estar más equivocado.

Digamos que un promotor que construye un edificio de apartamentos en la ciudad de Nueva York compra materiales de construcción procedentes de China por valor de 50 millones de dólares y gasta otros 50 millones en servicios locales. Si luego vende el edificio a compradores estadounidenses por 110 millones, el promotor lograría una ganancia de 10 millones. Está aparentemente claro que el emprendimiento del promotor es sensato desde el punto de vista comercial y económico. Los 50 millones gastados en importaciones chinas ciertamente no se considerarían una “pérdida”. Sin embargo, esa es precisamente la idea imbuida en la lógica del presidente estadounidense. Peor aún, Trump exigiría que, para “igualar las cosas”, China compre 50 millones de dólares en productos estadounidenses o, en caso contrario, China tendrá que enfrentar aranceles que encarezcan los costes para futuros promotores estadounidenses que compren materiales de construcción llegados del gigante asiático.

Si, por ejemplo, los nuevos aranceles totalizaran el 25% de la “pérdida” –es decir, 12,5 millones–, el coste total del mismo proyecto subiría de golpe a 112,5 millones. Una venta por 110 millones implicaría una pérdida de 2,5 millones en lugar de una ganancia de 10 millones. Un promotor inteligente consideraría estas cifras con anterioridad y, posiblemente, descartaría el proyecto por completo (a menos que pudiera encontrar proveedores locales de materiales que le permitan ofrecer una mejor oferta en cuanto al precio de venta del edificio). Eso perjudicaría a toda la economía, especialmente si los aranceles afectaran a un gran número de inversiones, como lo harán los aranceles sobre el acero y el aluminio de Trump.

Por el bien de cualquiera que comparta la lógica defectuosa de Trump, esta situación se puede aclarar aún más. Los 50 millones de dólares que el promotor gastó en China se canjearon por bienes por valor de 50 millones. Eso hace que sea una transacción igualitaria y equilibrada. Exigir que China compre 50 millones de dólares en bienes estadounidenses no tendría ningún impacto; simplemente, produciría otra transacción igualitaria y equilibrada.

Déficit de divisas

Haciendo uso del lenguaje de déficit y superávits que provoca que Trump se equivoque tanto, se puede decir que Estados Unidos podría tener un “déficit de divisas” de 50 millones de dólares después de la transacción del promotor, pero también tendría un “superávit de bienes” por valor de 50 millones. El hecho de que el dólar estadounidense sea la principal divisa de reserva a nivel mundial hace que esto sea aún más conveniente, debido a que el promotor fue capaz de pagar por los materiales chinos directamente usando dólares estadounidenses.

Si el dólar no fuera la principal moneda de reserva mundial, el Gobierno estadounidense tendría más motivos para preocuparse por el déficit de divisas causado por el comercio exterior, ya que el promotor se vería obligado a comprar otra moneda por valor de 50 millones –por ejemplo, yenes– con el propósito de llevar a cabo la transacción. Esto podría generar temores sobre que las reservas de yenes en Estados Unidos se agotasen, y que la compra de más devaluase el dólar estadounidense. En ese caso, el Gobierno de Estados Unidos podría alentar más compras extranjeras de productos estadounidenses, a fin de “equilibrar” el déficit de divisas.

Sin embargo, esa no es la situación que afronta Trump. Por el contrario, los chinos terminan con 50 millones en su cuenta bancaria, en forma de dólares estadounidenses, que luego pueden usar para comprar bonos del Gobierno de Estados Unidos, financiando así el déficit presupuestario de EEUU (como lo han venido haciendo durante mucho tiempo). También pueden usar esos dólares para comprar acciones estadounidenses, ayudando de dicha forma a las empresas del país y a la economía de Estados Unidos en general, o para comprar productos de terceros países, impulsando, por lo tanto, el comercio mundial.

En una economía abierta, las empresas son libres de comprar y vender productos en cualquier mercado al que puedan acceder. En nuestro ejemplo, los chinos ni forzaron ni engañaron al promotor para que compre materiales de construcción procedentes de China. Por el contrario, un comprador dispuesto a comprar eligió comprometerse con un vendedor dispuesto a vender sobre la base de un simple cálculo económico. El promotor probablemente decidió no comprar materiales de proveedores de Estados Unidos porque el coste hubiese sido mayor, lo que habría resultado en menores ganancias, o incluso en una pérdida. Si un gobierno obliga a una empresa a decidirse por la que claramente es una opción económicamente subóptima –mediante el uso de aranceles, por ejemplo– el resto de la economía sufrirá.

Por lo tanto, si Estados Unidos tiene un déficit comercial anual que asciende 800.000 millones de dólares se debe simplemente a que las empresas y los consumidores estadounidenses deciden comprar 800.000 millones más en bienes del mundo en comparación con la cifra por la que el mundo ha comprado a Estados Unidos, debido a algunas ventajas, como los precios más bajos por productos equivalentes que son producidos en el propio país. En el caso de una empresa, esto significa un mayor margen de ganancia. En el caso de los consumidores, significa más dinero para gastar en otros bienes y servicios. De cualquier manera, la economía estadounidense se beneficia.

Ventaja única


Lo mismo ocurre con la economía mundial, porque esos 800.000 millones de superávit en moneda estadounidense pueden ser utilizados productivamente por el mundo para comprar activos financieros o reales. Esto no perjudica a Estados Unidos –una ventaja única de la que disfruta el país emisor de la moneda de reserva global– e incrementa el dinamismo y el crecimiento de la economía mundial.

Desde una perspectiva política, de lo único que Estados Unidos debería preocuparse es por garantizar que la inflación no suba silenciosamente debido a un suministro excesivo de moneda estadounidense. Eso no depende del Gobierno de Trump, sino de la Reserva Federal de Estados Unidos, que tiene un sólido historial en este frente: a pesar de un déficit de divisas agregado de 14 billones de dólares desde el año 1990, la Fed ha logrado mantener baja la inflación.

En lo que respecta a Trump –o, al menos, a sus asesores– la necesidad de una mejor comprensión de la forma cómo realmente funciona el comercio mundial es manifiestamente obvia. Con excepción de eso, las intervenciones imprudentes del Gobierno de Trump van a continuar, o incluso van a escalar, causando graves daños a la economía estadounidense y a la economía mundial.


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