McCoy sobre la situación límite a la que está llegando Venezuela, donde la escasez alcanza ya a los principales bienes de primera necesidad como el agua o la leche (y cuya causa son las medidas económicas que promueven muchos aquí y que son aplaudidas por amplias mayorías, desconocedoras de las consecuencias de las mismas, pero cuyo eslogan es sumamente atractivo, pues siempre van acompañadas de social, pobre, necesitado, gratis, y apelando al sentimiento, lo que crea una coraza y rechazo ante cualquier tipo de razones. Y esto es así especialmente cuando en muchos casos son contraintuitivas o merecen amplios razonamientos o formación en ciertas materias o no son cortoplacistas o exigen esfuerzo).
Y efectivamente, la posibilidad de una dictadura formal, va ganando peso...
Y efectivamente, la posibilidad de una dictadura formal, va ganando peso...
Artículo de El Confidencial:
La vorágine de acontecimientos alrededor del planeta ha dejado en segundo plano lo que está sucediendo en Venezuela, realidad económica sobre la que hemos escrito ya unas cuantas veces en Valor Añadido, la última el pasado mes de febrero (VA, “Guía rápida para entender el caos venezolano”, 14-02-2014).
Entonces señalamos que cabía esperar lo peor, toda vez que el país se encontraba en una situación límite. Los acontecimientos se han precipitado. Así se desprende, al menos, de la última crónica remitida por el enviado especial de Financial Times a su diario el pasado viernes. “No hay” es el ilustrativo encabezamiento de la misma, expresión que, afirma, se repite como un mantra por las cuatro esquinas del territorio cuando de adquirir bienes de primera necesidad, incluida el agua, se trata. "Ni para ducharse, ni para comprarla en el supermercado". ¡La leche…! Ups, perdón. De eso tampoco.
Una escasez que ha disparado la inflación interanual por encima del 60% acelerando la devaluación del bolívar en el mercado negro local, ese "perverso lugar diseñado por la burguesía para destruir el socialismo" (el gran Madurodixit). Los dólares son un preciado tesoro no sólo como depósito de valor, sino como medio de pago de extraordinario poder adquisitivo en los tiempos que corren, toda vez que las propias necesidades del Estado han limitado sustancialmente su circulación. Quien tiene un billete verde tiene una joya.
Como ya ocurriera en Cuba en la década de los 80, esta realidad ha convertido a las prostitutas en las verdaderas banqueras del pueblo. Los servicios a los clientes extranjeros son cobrados en moneda norteamericana que, de manera inmediata, es puesta a disposición del mejor postor (Bloomberg, “Venezuelan prostitutes earn more selling dollars than sex”, 09-06-2014). Frente a los 6,3 bolívares por dólar en que está fijado el cambio oficial, y los 50 por los que transita el semioficial puesto en funcionamiento en marzo (Sicad II), las meretrices pueden llegar a recibir, en función de cómo haya ido la cosa y el dinero que haya fluido en su área de influencia, hasta el doble de esa cantidad. Algo parecido sucede con todas aquellas actividades que tienen contacto frecuente con el turista como empleados de hoteles, taxistas o guías turísticos, profesionales que se han convertido en el verdadero sostén de sus familias, al ganar en un día lo que al resto de sus miembros, en otras ocupaciones, les llevaría un mes.
Podría parecer algo anecdótico, pero no lo es. Se trata de un síntoma recurrente cuando la falacia socialista trata de imponer su modelo en estado puro, ese propugnado ardorosamente, por otra parte, por nuevas y asamblearias formaciones políticas de reciente irrupción. Triste propuesta aquella que convierte la prostitución en la salida más digna para los ciudadanos de un país. O en la única para muchos de ellos. Terrible. Ni la Fantine de Los Miserables.
Afirmamos hace poco más de cuatro meses, "la revolución bolivariana hace agua" (ya no, se acabaron las existencias). "La propaganda oficial suena a estas alturas a broma macabra. Todos los indicadores económicos y sociales conducen al caos. No hay parámetro que se salve (…). La única escalera de incendio potencial podría ser un cambio de régimen que se antoja inviable a día de hoy. Sin él, la posibilidad de una dictadura formal, no soterrada, gana peso por momentos como huida hacia ninguna parte de consecuencias aún más inciertas". Pues bien, ese diagnóstico cobra hoy más vigencia que nunca a la luz de los acontecimientos.
No se sorprendan cuando ocurra. Cada vez queda menos. El coronel llama a su puerta.
Al tiempo.
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