Juan Rallo muestra cómo no debimos rescatar a las cajas, por mucho que el PP dijera (mintiendo e incumpliendo su promesa electoral, algo desgraciadamente común en la esfera política de todo color) que no había otra opción (siguiendo los pasos del PSOE), que no fuera socializando las pérdidas y que pagasen justos (contribuyentes no clientes) por pecadores (acreedores).
O lo que es lo mismo, llevando a cabo un bail-out por un bail-in (que es lo que debiera haberse hecho).
En este sentido, Austria acaba de actuar así, negándose a rescatar al banco Hypo Alpe-Adria (con un agujero de 7.600 millones de €) con el dinero de los contribuyentes, teniendo que soportarlo sus bonistas.
Pero ya se sabe que en España especialmente, el libre mercado (donde se privatizan beneficios y pérdidas en lugar de privatizar beneficios y socializar pérdidas) brilla por su ausencia.
El Partido Popular llegó al poder prometiendo que no iba a inyectar dinero público en el sistema financiero. Una promesa electoral que, como tantas otras, incumplió por entero. El pretexto oficial empleado en este caso fue similar al usado para multiplicar los impuestos: "Nosotros no sabíamos"; "No quedaba otro remedio"; "Hemos sido tan responsables que incluso hemos incumplido nuestra palabra".
Al parecer, el PP entiende la responsabilidad como el ejercicio de mentir sistemáticamente durante la campaña electoral para así salir reelegidos y, sólo entonces, imponer su agenda oculta sobre el conjunto de la población. Sintomática práctica que, por desgracia, no se circunscribe al Partido Popular, sino que contamina a todas las formaciones políticas, nacionales e internacionales: el PSOE hizo lo mismo, Syriza ha hecho lo mismo y Podemos hará lo mismo. Casta y neocasta.
Mas acaso cupiera cierta expiación cuando, en efecto, no haya alternativas: si verdaderamente "no queda otro remedio" que aplicar una determinada política, entonces la palabrería de la campaña necesariamente deberá caer en saco roto porque, como decimos, "no hay alternativa". Prometer X cuando sólo puede cumplirse Z podrá parecernos un ejercicio de cinismo político, pero no de mascarada masiva con el propósito de perjudicar al conjunto de los españoles.
Sucede que, por lo general, no suele existir una "única política económica posible". Éste es un discurso más ideológico que técnico: a saber, "considerando nuestras premisas ideológicas, no se nos ocurre otra política económica que podamos aplicar". Pero acaso lo que falle sean esas premisas ideológicas: en concreto, la idea de que el Estado debe actuar como un socializador de pérdidas de última instancia para que la imprudencia o la mala suerte no se ceben sobreproporcionalmente con una sola persona.
Eso fue, de hecho, lo que se hizo con las multiquebradas cajas de ahorros: lejos de asignarles las pérdidas a sus acreedores (acreedores subordinados, acreedores preferentes y depositantes), se optó por endosárselas al conjunto de los españoles. 60.000 millones de euros de agujero que pesa sobre la espalda de centenares de miles de inocentes contribuyentes. ¿No había alternativa?
Sí, sí. La había y era justamente la de agrupar ese agujero en los acreedores: es la fórmula que se conoce como bail-in, en contraste con la que se aplicó, el bail-out. A mediados de 2012, algunos promovimos un bail-in para las cajas españolas: aunque hoy son muchos los que se suman al discurso de la indecencia del rescate estatal de estas entidades, fueron pocos los que en aquel entonces aportaron una alternativa que cupiera oponer al discurso monolítico del PP. A los que sí la promovimos, empero, no se nos hizo caso, ya que se nos acusó de contribuir a desestabilizar el sistema financiero: el bail-in, se nos dijo, era del todo punto inviable.
Esta semana, el Gobierno austriaco ha anunciado que no rescatará con dinero de los contribuyentes al banco Hypo Alpe-Adria: los 7.600 millones de euros en agujero que han sido recientemente destapados deberán soportarlos sus bonistas, no los contribuyentes. Nada de ello implicará la liquidación del banco, pues éste subsistirá tras aplicar las correspondientes quitas a sus acreedores. Es decir, Austria aplicará el bail-in que debimos haber aplicado en España: Austria nos demuestra que el PP sí tuvo alternativa, pero prefirió no considerarla por razones puramente ideológicas.
¿Qué ideología? Desde luego, no la liberal: en un sistema capitalista, las pérdidas (y las ganancias) derivadas de una actividad deben concentrarlas quienes han financiado esa actividad: es decir, los capitalistas. En caso contrario, las instituciones inclusivas del libre mercado son sustituidos por la maquinaria extractiva del coactivo Estado.
Ojalá ningún país europeo vuelva a cometer los mismos errores que han cometido en los últimos años Irlanda o España. Así al menos lo prevé el promotor de la normativa europea a propósito del bail-in: "El mensaje que se traslada al mercado es extremadamente importante: ésta es la forma en la que van a funcionar las cosas a partir de ahora". Esperemos que tenga razón. ¿Entonará entonce el Partido Popular un regio "lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir?"
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