Robert P. Murphy analiza de qué forma sería más adecuada dirigir una escuela, y que desde luego no pasa por seguir la senda actual de más intervención, que no provoca otra cosa que peor calidad de la educación, desincentivación a los buenos estudiantes y reducción de la excelencia, reducción del nivel y exigencia, menor competencia de centros, más años de estudio, mayor coste educativo, menor libertad de formación y de oferta educativa, mayor fracaso escolar, imposibilidad de disrupciones innovadoras o la masificación de aulas (de manera innecesaria y actuando como cárceles para muchos jóvenes).
Artículo de Mises Hispano:
Un artículo en el número del 5 de abril [de 2004] de Time nos recuerda lo profundamente engranados que están los hábitos de pensamiento colectivista en este país. El artículo se ocupa de la decisión del consejo escolar de Chicago de dejar atrás (o “suspender”, como solía decirse) a tantos estudiantes. El artículo empieza así:
Hace ocho años, Chicago actuó para acabar con la promoción social de sus estudiantes y desde entonces la ciudad ha encabezado el debate sobre impedir que los niños que no den el nivel pasen al curso siguiente. Pero el consejo escolar de la ciudad cambió su programa la pasada semana. En una nueva política, se comprometió a dar más apoyo a los estudiantes con dificultades y a acabar con la práctica de dejar atrás a niños solamente por sus notas en matemáticas.
Estas pocas frases plantean todo un puñado de temas, algunos de los cuales consideraremos a continuación. Pero lo que quiero señalar primero es el sutil colectivismo en la misma premisa del artículo. ¿Quién decidió acabar con la promoción social de los estudiantes? Bueno, según el artículo, lo hizo Chicago. ¿Y a qué estudiantes les afecta este cambio? Bueno, según el artículo, “Chicago” acabó con la promoción social de sus estudiantes. Así que aparentemente toda la ciudad tomó una decisión, que afectaba a todos los niños que aparentemente posee.
Mucha gente probablemente se preguntará por mis comentarios hasta aquí: ¿No hablan así constantemente los periodistas? Después de todo “Estados Unidos” invadió Iraq e “Israel” y “Palestina” tienen conversaciones de paz. ¿Por qué no puede “Chicago” tomar una decisión acerca de “sus” estudiantes?
Pero a eso me refiero: Este tipo de lenguaje es tan habitual que ni siquiera pensamos en ello. Sin embargo, sigue siendo perverso y perpetúa actitudes colectivistas qua han traído mucha miseria en el último siglo.
Por supuesto, hay problemas con este anuncio que van más allá de la semántica. Como todo buen burócrata, el CEO de las escuelas de Chicago, Arne Duncan, “insiste en que los cambios no equivalen de una inversión”. Duncan se explica: “Es un proceso en evolución (…) creo que vamos haciéndonos más inteligentes”. (Es una suerte: al menos algunos en Chicago están aprendiendo).
Naturalmente, el político consejo escolar puede basarse en un “estudio independiente (…) realizado por el Consorcio sobre la Investigación Escolar de Chicago en la Universidad de Chicago”. ¿Cuál fue la conclusión principal de este estudio que llevó a la inversión sin inversión? Según una filtración al Sun-Times de Chicago, el estudio concluye que las notas de los chicos de tercero de primaria que suspendieron no mostraban “ningún aumento apreciable” y que las notas de los de sexto que se dejaron atrás realmente disminuyeron.
¿Pero qué prueba esto? Una de las funciones primarias de un castigo es motivar a la gente para evitarlo en primer lugar. Quizá el argumento más fuerte contra la llamada “promoción social” es que los niños no tendrían ninguna razón para estudiar si no hubiera posibilidad de fracaso. El que los estudiantes que se dejan atrás lo hagan mejor o no la próxima vez en un curso no es la consideración principal. Por dar una analogía, supongamos que los investigadores descubrieran que la gente que estuvo dos veces en prisión por robo a mano armada es más probable que cometan más delitos futuros que los que solo estuvieron uno vez en prisión por robo a mano armada. ¿Sería este un argumento para legalizar el robo?
No quiero que el lector me entienda mal: no estoy diciendo que me oponga a la “promoción social”. Pero tampoco estoy diciendo que la apoye. La cosa es que la decisión de aprobar o suspender a un estudiante es compleja y no debería (de hecho, no puede) reducirse a unas pocas normas. En mis clases, he descubierto que distintos alumnos requieren distintos tipos de motivación: Algunos responden bien a sentirse culpables, otros a las molestias y otros a las amenazas. Llevo mis clases optativas de forma muy diferente que al nivel introductorio, aunque todas sean clases universitarias de economía. Me estremezco al pensar en los pobres maestros en Chicago de ven recibir órdenes de metomentodos ignorantes del gobierno.
¿Cuál es la solución? Por suerte no tenemos que decantarnos por una forma u otra Tenemos la opción de permitir a las personas libres llegar a sus propias conclusiones. En un establecimiento educativo privado, sin intervención pública, las escuelas individuales podrían establecer sus propias políticas. Padres y alumnos serían así libres de acudir a las escuelas que les parecieran mejores para ellos. Si la “promoción social” es realmente la jerigonza buenista new-age que creen muchos anticuados, suspenderá el examen del mercado y pronto será reemplazada por métodos más tradicionales.
Me gustaría apuntar que uno de los efectos más perniciosos de la escolarización controlada por el Estado es que se nos reduce a esas pequeñas disputas sobre detalles. Pendencias como esta nos ciegan ante la escandalosa uniformidad que el Estado impone sobre todas las formas de escolarización oficial. Incluso quienes, en abstracto estamos a favor de un mercado completamente libre en la educación a menudo perdemos esto de vista y consecuentemente deberíamos tomarnos un respiro para imaginar seriamente las posibilidades de un mercado no regulado, donde empresarios innovadores sean libres para experimentar con nuevos programas y métodos de enseñanza.
Un mercado libre en la educación
El deseo de educación es tan universal (y tan ilimitado) como el deseo de alimento o vivienda. Y aunque estos mercados estén lejos del laissez faire, las opciones van aquí de Taco Bell a los restaurantes de cinco estrellas con maestros cocineros y de pequeños apartamentos a mansiones en campos de golf.[1] Por el contrario, no hay ni de cerca la misma diferencia cualitativa entre una educación en una universidad de la comunidad y una facultad de la Ivy League: el material y formato de la experiencia universitaria es en buena parte el mismo, excepto en que la dificultad en Harvard o Yale es superior.
Como en otros contextos, el defensor de una desregulación masiva en educación no tiene que describir exactamente lo que creará el mercado si se permite que se tambaleen los centros de propaganda del estado. Después de todo, ese es uno de los argumentos más fuertes de la libertad: Simplemente no sabemos qué mejoras se descubrirán por parte de empresarios inteligentes. (Si lo supiéramos, los padres preocupados ya estarían cabildeando por esos cambios en sus escuelas actuales). Pero una señal segura de que el sistema actual está fracasando horriblemente es el éxito del movimiento de homeschooling. En mi experiencia, algunos de los mejores estudiantes no eran producto de la escolarización institucionalizada, sino educados por mamá y papá (incluso a nivel de instituto).
Por un lado, este fenómeno es un homenaje a las capacidades de los padres normales que se preocupan por la educación de sus hijos. Pero, por el otro, una escandalosa acusación a las escuelas públicas e incluso a muchas privadas, pues deberíamos indudablemente esperar que funcionara la división del trabajo en el área de la educación así como en otros contextos. (Indudablemente nos sorprendería descubrir que los niños por los dientes más rectos fueras los que usaran aparatos puestos por sus padres, en lugar de por ortodoncistas profesionales).
¿Demasiados estudiantes?
Aunque sea imposible predecir las mejoras concretas que se producirían en un mercado sin limitaciones para la educación, una cosa está clara: Actualmente hay demasiados estudiantes en las escuelas. En los niveles inferiores, las leyes de asistencia obligatoria literalmente hacen de las escuelas una sentencia de prisión para muchos niños que en caso contrario formarían parte de la fuerza laboral. Los defensores de la asistencia obligatoria sin duda recurrirían a que nuestra nación no toleraría millones de niños que no supieran leer mínimamente y son habilidades matemáticas. ¿Pero sabéis qué? Eso es exactamente lo que está produciendo el sistema actual. No puedo pensar en una mejor manera de sabotear la enseñanza que llenar aulas con niños que en definitiva solo están ahí debido a agentes armados de policía.
Incluso en los niveles superiores, los enormes subsidios públicos animan a demasiados estudiantes y obligan a rebajar la calidad educativa. Si la sabiduría prevaleciente es que “todo niño debería tener un grado universitario”, de esto se deduce necesariamente que un grado universitario no vale mucho. El problema no es simplemente que deban rebajarse los estándares para que aprueben los estudiantes más flojos. No, incluso los estudiantes más brillantes sufren por la presencia de compañeros de aula a los que superan enormemente, ya que el maestro no puede cubrir tanto material y porque los mejores estudiantes se vuelven vagos cuando incluso un mínimo esfuerzo les garantiza una “A” en clase.
Todo esto desaparecería prácticamente de la noche a la mañana con la introducción de la disciplina del mercado en el sistema educativo. Los chicos que no quieran ir a clase ya no se verán obligados a hacerlo. El resto de los niños serán los que quieran aprender. Además, una vez que los estudiantes (o sus padres) se vieran obligados a pagar todos los gastos de educación, trabajarían mucho más duro y las escuelas se harían mucho más competitivas. Aunque, en general, los estudiantes recibirían menos años de escolarización formal, esto no se traduciría en estudiantes menos formados, pues el tiempo empleado en la escuela se usaría mucho más eficazmente. Sí, menos estudiantes tendrían grados universitarios, pero incluso los diplomas de secundaria serían una señal mucho más fuerte para los empresarios, una vez las escuelas se privatizaran completamente.
Conclusión
La educación en este país nunca se “arreglará” de verdad hasta que el gobierno detenga su intromisión contraproducente. Si realmente quiere ayudar a los estudiantes, el consejo escolar de Chicago debería dimitir y animar la abolición del papel público en la educación. Su rendimiento hasta ahora ha hecho que el consejo reciba un enorme suspenso.
[1] Aunque el gobierno regula los sectores alimenticio y de la vivienda, las intervenciones son en buena parte prohibiciones o productos inaceptables, en lugar de prescripciones para los aprobados. Por ejemplo, si el estado regulara el sector alimenticio de la misma forma que la escolarización, se obligaría a todos los restaurantes a servir una comida equilibrada, consistente en cosas de los distintos grupos de alimentos.
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