martes, 10 de marzo de 2015

¿Democratizar la economía es aumentar el gasto público?

Diego Barceló responde al artículo "¿Cómo democratizar la economía?, que no es más que aumentar más el gasto público, el déficit, las nocivas políticas "de estímulo" y más intervencionismo político y menor libertad y competitividad.

O lo que es lo mismo, justo lo que ha venido aplicándose durante todos estos años. Y es que efectivamente, "las dramáticas consecuencias sociales que aún padecemos son consecuencia de aquellos errores".

Pero nunca puede faltar mencionarse la supuesta "austeridad", sí, ese término que gusta tanto manipular para engañar, y que lleva a afirmar que austeridad es gastar 560.000 millones de euros por parte de la Administración Pública más de los que ingresó entre el 2008 y el 2014, y que los mínimos recortes que se han podido dar en ciertas partidas suponen una mínima proporción del gasto en que aumentaron dichas partidas los años previos (en que se hipertrofiaron muy por encima de lo que somos capaces de mantener).

Artículo de El Confidencial: 

Foto: El ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos. (EFE)

Confieso que, tras leer más de una vez el artículo “Cómo democratizar la economía”, no he sido capaz de encontrar la respuesta a tal propósito. Sí he encontrado otras cosas que creo merecen una breve puntualización. Me limitaré a tres.

Se habla de la necesidad de “individuos movilizados en defensa de sus libertades”. Está claro que los autores no se refieren a la libertad económica. La actividad económica en España está sometida a múltiples regulaciones estatales, autonómicas y municipales, que se suman a una pesada carga tributaria. Además, el sector público interviene de manera directa en diversos sectores a través de empresas. No por casualidad, el Índice de Libertad Económica que elabora la Heritage Foundation coloca a España en el puesto 49º del mundo, veinte posiciones por debajo del que alcanzó en 2009. Si la libertad económica ya está en retroceso en nuestro país, los autores parecen sugerir una retracción aún más marcada mediante la mayor intervención estatal en la economía que proponen.

Se menciona la supuesta aplicación de políticas de “austeridad”. Sin embargo, desde 2008 hasta 2014, el conjunto de Administraciones Públicas españolas gastó 560.000 millones de euros más de los que ingresó (¡un déficit medio equivalente a 9 millones de euros por hora, incluso mientras dormimos!). El recorte del gasto público no financiero (antes del pago de intereses de la deuda pública) del 10% entre 2009 y 2014 apenas corrigió una parte del temerario incremento registrado entre 2003 y 2009, que fue del 65%. ¿Puede llamarse a eso “austeridad”?

Ajenos al enorme incremento de gasto público que ya ha soportado la economía española, los autores reclaman una “política fiscal expansiva”. Es decir, aumentar aún más el gasto público. Es sabido que un mayor gasto público exige cobrar mayores impuestos y/o aumentar el déficit público. En 2015, las AA.PP. gastarán 47.000 millones de euros más de los que ingresarán. ¿Hasta qué punto querrían los autores expandir dicho déficit? ¿Hasta qué punto desearían aumentar la deuda pública?

Saliendo ya del análisis de la “letra” del artículo y refiriéndonos ahora a su “espíritu”, creo que hay un error de diagnóstico en sus propuestas. El error, desde mi perspectiva, es que parecen referirse a una economía en depresión cuando la realidad es que, desde hace ya un año y medio, la misma está en expansión. Es evidente que me encantaría que el crecimiento fuese aún mayor para que el paro descendiera más de prisa (recordemos que entre marzo de 2013 y diciembre último, el número de parados se redujo en 820.500 personas). Pero ¿de verdad creen que aumentando el gasto público el mismo podría acelerarse? Si fuese tan simple, ¿por qué el fenomenal aumento del gasto no evitó que el PIB se hundiera un 3,6% en 2009?

Entre 2003 y 2009, la economía española fue literalmente “bombardeada” desde el sector público por una combinación de falta de reformas, aumento temerario del gasto público, endeudamiento externo y pérdida de competitividad. Las dramáticas consecuencias sociales que aún padecemos son consecuencia de aquellos errores y no del esfuerzo posterior por enderezar el rumbo.

Al igual que una ciudad, la “reconstrucción” de una economía no es cuestión de semanas ni de meses, sino de años. El tiempo de la “reconstrucción” es proporcional al daño causado por el “bombardeo”. Los economistas nos equivocaríamos gravemente si creyéramos que esa tarea tiene atajos (¿hay algún ejemplo de éxito de países que hayan querido vivir permanentemente por encima de sus posibilidades?). Peor aún haríamos si indujéramos a los no economistas a creer que dichos atajos existen.

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