martes, 23 de junio de 2015

El experimento del dinero barato de Japón y el futuro

Brendan Brown analiza la situación del experimento del dinero barato de Japón (un error con graves riesgos ante la peligrosa inflación global del precio de los activos originada por el Gran Experimento Monetario de la Reserva Federal, y cuyo estallido es cuestión de tiempo) y su futuro.

Artículo de Mises Hispano: 
El Fondo Monetario Internacional (FMI), en un tiempo director de un patrón cambio oro global basado parcialmente en la convertibilidad en oro, se ha transformado en la plataforma oficial para el patrón inflación 2% iniciado subrepticiamente por la Fed de Greenspan en julio de 1996. El Comité Federal del Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) aprobó entonces una decisión de postura de la profesora Yellen de que la estabilidad de precios debía significar un inflación eterna del 2%. Europa se unió al patrón en 1998 y Japón se convirtió en el miembro más nuevo en enero de 2013.

Terremotos y estancamiento económico

El FMI advierte en el recién publicado “Article IV Assessment” que el Banco de Japón debe estar dispuesto a implantar pasos monetarios todavía más radicales, incluyendo una flexibilización cuantitativa mejorada y recortar los tipos a corto plazo por debajo del 0,1% (la forma del FMI de decir tipos negativos), ya que es probable que “lleva más tiempo del previsto” llegar al objetivo de inflación del 2%. ¿Rechazará Tokio ese consejo y en su lugar decidirá que el último miembro del patrón inflación 2% debería ser también el primero en salir? Por el bien de Japón, uno esperaría que esto se produjera antes de que se produzca un terremoto financiero en la última fase peligrosa de la inflación global del precio de los activos originada por el Gran Experimento Monetario de la Reserva Federal.
Esta decisión requeriría que el primer ministro japonés, Shinzo Abe, renunciara a una postura clave para su victoria política en diciembre de 2012 y que ha sido en centro de la política económica desde entonces. Mientras todavía era el líder de la oposición con el Partido Liberal Democrático (PLD), Abe había galvanizado el apoyo popular en el contexto de una incompetencia y torpeza ampliamente percibida por parte del gobierno del Partido Democrático de Japón (PDJ) ante las emergencias nacionales relacionadas con el desastre nuclear de Fukushima.
Abe declaró la guerra a la deflación y a la “mentalidad deflacionista” aunque Japón no estaba en deflación bajo ningún concepto monetario respetable. De hecho, los cambios en el rendimiento económico se debían más probablemente al número decreciente de personas en edad de trabajar de Japón, que ha superado seriamente a EE. UU. durante la década previa (un punto infravalorado en el último informe trimestral del BIS).
En todo caso, la campaña de antideflación de Abe jugaba directamente con los extendidos miedos económicos descontrolados en medio de la dislocación de un terremoto financiero y la concurrente guerra ofensiva de divisas por parte de la Fed de Obama-Bernanke.
El PDJ había sido el punto de apoyo del principio de la moneda fuerte en Japón, con consejeros como Eisuke Sakakibara, que rechazaba “inflacionismo y devaluación”, pero en 2012 el partido no estaba en disposición de lanzar una defensa eficaz de una política de yenes fuertes. El entonces profesional jefe del Banco de Japón, Masaaki Shirakawa, que se había resistido en buena medida (no totalmente) a la marea del populismo monetario moderno, se convirtió en un objetivo fácil de ridiculizar.

¿Abandonará Japón el experimento del 2%?

Si Japón abandonara su vía monetaria tendría que deberse a que el primer ministro Abe demostrara ser un gran estadista. Tendría que hablar a sus conciudadanos acerca del acechante peligro de terremoto financiero al aproximarse la inflación global de precios de activos creada por le Reserva Federal a su fase final imposible de determinar en el tiempo. Tendría que convencerlos de que Japón debería restaurar una moneda fuerte como acompañamiento de una profunda liberalización económica. La aparición del terremoto postfinanciero y la ofensiva de la divisa de EE. UU. que una vez justificaron se heterodoxa política monetaria se habrían terminado. Nombraría a nuevo jefe del banco central consumado en comunicar estas ideas, así como en ser sólido como una roca en los principios.
Según todos, el primer ministro Abe se enorgullece del auge de la bolsa. Los miembros leales del equipo de jefe del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, destacan cómo atacar la psicología de la deflación, ha mantenido a flote el apetito por los activos de riesgo, fundamental para el prometido renacimiento de Japón. Señalan además las medidas públicas directas para estimular la toma de riesgos, por ejemplo, haciendo que los fondos de pensiones del sector público se añadan a sus existencias de valores nacionales y extranjeros.

Cómo habría ayudado a los japoneses una moneda (más) fuerte

El problema aquí es que estas políticas están estimulando al capital japonés a acudir globalmente a activos de alto riesgo justo en un momento en que estos están ya seriamente hinchados por la política de la Reserva Federal y cuando el yen está históricamente barato en términos reales. Los inversores japoneses pueden todavía arrepentirse del día en que el primer ministro Abe les indujo a ese comportamiento irracional. Indudablemente les hubiera ido mejor si Japón se hubiera atenido a la ortodoxia monetaria, los tipos de interés a largo plazo hubieran estado libres de manipulación y el yen hubiera ganado una gran clientela internacional como moneda fuerte del sistema global, igual que el marco alemán fuerte de la década de 1970.
Sí, los inversores habrían hecho algunas adquisiciones de activos extranjeros, pero a 80-90  yenes el dólar estas habrían tenido un mejor valor que a 120-130. Los inversores japoneses no habrían estado incentivados a buscar un beneficio fugaz y difícil de obtener en el carry trade (arbitraje de riesgo en créditos de alto rendimiento, divisas con altos tipos de interés y bonos públicos de vencimiento largo). Y el yen no se convertiría en sujeto a fustigar en forma de apreciación repentina por el colapso de ese comercio al extender el terror del terremoto.
En un escenario a largo plazo con una moneda más fuerte, los inversores japoneses habrían acumulado gradualmente sobre los activos extranjeros a largo plazo que, en agregado, habrían estado financiados por influjos en el yen valorado por sus características de moneda fuerte. Sin embargo habrían comprado una cantidad mucho mayor después de que la enfermedad de la inflación de precios se hubiera acabado en lugar de en la fase actual de alta temperatura especulativa. Y entretanto, tipos de interés sustancialmente positivos en Japón habrían actuado como disciplina sobre el gobierno japonés, al que ahora le falta totalmente.
Muchos sospechan que el objetivo final del “establishment político” es sin embargo restañar las finanzas públicas a través de una enorme dosis de inflación. Una vez la mayoría de la deuda pública se haya convertido en bonos a tipos exiguos a largo plazo, entonces la depreciación monetaria puede hacer su tarea de impuestos confiscatorios. El plazo de ese estallido de alta inflación es de por sí incierto: depende de que el tipo neutral esté muy por encima de los tipos de mercado debido a varias posibles circunstancias (por ejemplo, mayores déficits presupuestarios, mayores oportunidades de inversión y miedo a una depreciación acelerada). Podría ser muy posterior al siguiente terremoto financiero.
Naturalmente, Japón no podía haber evitado todo peligro de desastre económico ni aunque hubiera estado siguiendo una vía de moneda fuerte desafiando al FMI y el club de los banqueros centrales. Pero un progreso vigoroso en la liberalización del sistema financiero de Japón, la internacionalización de un yen fuerte y la realización de grandes reducciones en el gasto público habría puesto a Japón en un rumbo mejor. Y es incluso posible que con estas disposiciones la economía japonesa hubiera sido más dinámica, ya que los individuos que toman las decisiones, ya sea en empresas o en hogares, se hubieran beneficiado de una menor exposición a una sacudida de deflación de precios de activos y su consiguiente caos monetario. El gasto empresarial y el emprendimiento habrían florecido completamente. Por el contrario, el experimento monetario de Abe-Kuroda ha llevado a la economía japonesa a un veranillo de San Martín desde el punto de vista de los inversores en la bolsa de Tokio. Muchos de los que toman decisiones empresariales no tienen sin embargo ninguna ilusión acerca del invierno que viene. El fracaso del Gran Experimento Monetario de Obama-Bernanke-Yellen, ciluminando en un terremoto financiero global significaría necesariamente el fracaso del experimento monetario de Abe-Kuroda. Esto les hace comprensiblemente cautelosos. Lo que venga después puede sin embargo ser muy distinto en Japón que en EE. UU.
Un escenario ortodoxo es que el péndulo político en EE.UU. podría cambiar alejándose de la experimentación futura y hacia la ortodoxia monetaria. En Japón, por el contrario, el péndulo bajo las circunstancias políticas actualmente visibles es más probable que se dirija hacia una experimentación monetaria intensificada.

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