El arqueólogo Pepe Cervera muestra las maravillas desconocidas y subestimadas de la medicina medieval, descubiertas en unas excavaciones en un monasterio agustino en Edimburgo (Escocia).
Artículo de RTVE (Vía Barcepundit):
A veces ejercer de arqueólogo tiene que resultar bastante asqueroso. Y no porque uno se vea obligado a meter la mano en agujeros llenos de bichos o haya que entrar en cavernas repletas de restos humanos momificados, como el infausto Dr. Jones hacía en alguna de sus películas, sino por las cosas aún más repugnantes que pueden aparecer en una excavación. Un buen ejemplo es la excavación del último edificio superviviente del monasterio agustino medieval de Soutra, en Escocia, no lejos de Edimburgo. Fundado en 1164 Soutra fue el hogar de la Casa de la Santísima Trinidad, uno de los hospitales más importantes de toda Escocia en la Edad Media, desde el siglo XII hasta su desaparición en el XVII, aunque la decadencia era notable desde que resultara castigado por la Corona a partir de 1460 por un escándalo. Soutra Aisle es una porción de la antigua iglesia del monasterio y sobrevivió por ser capilla funeraria de una familia de nobles locales. Al excavar una zona del yacimiento apareció una sustancia negra, espesa y viscosa, que una vez analizada resultó ser sangre humana. La excavación había encontrado un pozo donde los monjes arrojaban los residuos del hospital; no sólo sangre, vertida en abundancia, sino huesos de miembros probablemente amputados, ingredientes de medicamentos que aún conservaban capacidad tóxica e incluso esporas todavía viables de enfermedades infecciosas medievales. Un prodigio de conservación debido al clima escocés que de seguro los excavadores que hicieron el hallazgo debieron considerar su día de suerte, quizá no ese mismo día, pero sí después, cuando aquel peculiar hallazgo pudo ser analizado en profundidad. Porque lo que descubrieron los arqueólogos es que la medicina medieval no era tan bárbara e ignorante como pensábamos; los monjes de Soutra tenían acceso a potentes y eficaces medicamentos, y los usaban.
Las pruebas mostraron el uso de una mezcla de semillas de opio con cicuta y beleño, las tres plantas venenosas en elevadas dosis pero que también pueden combinarse en un potente analgésico capaz incluso de dejar dormida a una persona durante varios días (facilitando, por ejemplo, la cirugía). Y también de Tormentila, Consuelda roja o Loranca, una planta usada para detener diarreas y que ayuda a expulsar parásitos intestinales. Los arqueólogos encontraron pruebas de un dramático remedio para la resaca en forma de una mezcla de extracto de Berza de perro (Mercurialis perennis) con salmuera que provocaba al parecer un episodio de vómitos de un par de horas de duración. E incluso pruebas del uso de plantas que estimulan las contracciones uterinas que se pueden usar en partos o abortos, a pesar de que las reglas prohibían a los monjes tratar a mujeres.
Hasta está documentado el uso de otras plantas como la llamada Almorta de Heath (Lathyrus linifolius), un pariente de la almorta mediterránea muy consumido entonces en Escocia que se caracteriza por contener una sustancia que suprime el apetito; una especie de píldora para adelgazar (o más bien para no pasar hambre), o de berros para luchar contra el escorbuto. Los monjes agustinos de Soutra no sólo tenían un exhaustivo conocimiento de la farmacopea botánica; incluso conocían las propiedades desinfectantes de la cal, que utilizaban para tratar sus pozos de residuos; sin duda origen de más de un aroma más bien poco agradable. Los descubrimientos en la Casa de la Santísima Trinidad, que aún continúan, cambian nuestro entendimiento de lo que era la medicina medieval, y coinciden con una creciente tendencia a considerar que los avances en ciencia y tecnología de aquella época están muy subestimados. Puede que después de todo entre la Edad de Oro antigua y el Renacimiento las eras oscuras del Medievo resulte que no eran tan oscuras.
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