domingo, 3 de abril de 2016

Cintora no defrauda y la calle le responde: "No me interesan las gilipolleces"

Juanma del Álamo analiza otro nuevo programa de Cintora, a cual más patéticamente demagógico, manipulado y superficial.
Como bien dice, "alpiste para bobos". 

Artículo de Libre Mercado: 
Tercera emisión de Cintora a pie de calle. Este nuevo y enorme trabajo de investigación, titulado Trabaja y paga, pretende abordar la situación laboral en España: paro, capitalismo y precariedad. Cintora volvió a cumplir con lo prometido y se plantó desde el principio a pie de calle. Esta vez fue a la Puerta del Sol con una pizarra bajo un brazo y el economista y profesor José María Gay de Liébana bajo el otro.
Empiezan a llover datos y el profesor los apunta en una pizarra por si alguien no supiera cómo se escribe un nueve. Como ya comprobamos en su estrenoel programa de Cintora no se caracteriza por la precisión de los números que se difunden. Rara vez explican de dónde han sacado un dato y, lo que es peor, a menudo meten la pata.
Cuando apenas llevamos unos segundos de programa, nos comentan que "un tercio de los españoles está en el umbral de la pobreza". Un error típico. Mal empezamos. Un umbral es una línea imaginaria, un límite, un valor mínimo o máximo a partir del cual se produce un efecto determinado. No hay un tercio de los españoles "en el umbral", sino, en todo caso, por debajo de él. Realmente, en Cintora a pie de calle se refieren a que el 30% de españoles está en riesgo de pobreza, según el índice Arope.
Es un índice creado, a buen seguro (déjenme pensar mal), para obtener unas cifras más escandalosas de las que obtenemos con el tradicional umbral de la pobreza del que hablaban en el programa. Son varios los medios que confunden riesgo de pobreza y pobreza sin el más mínimo sonrojo. Y no son lo mismo. Cintora, para colmo, parece no entender lo que es un umbral. Los que quieran profundizar en el tema, pueden hacerlo, por ejemplo, siguiendo este enlace. Nosotros debemos continuar.
Poco después, Gay de Liébana nos cuenta que nueve de cada diez contratos son temporales. Es un dato ridículamente engañoso,también repetido hasta el aburrimiento desde que gobierna Rajoy. No lo escucharán en Cuatro, pero antes de la crisis la proporción era la misma y apenas variará mientras no se cambie la legislación laboral. ¿Por qué? Por la dualidad en el empleo y por algo tan obvio como que un trabajador indefinido suma un único contrato un único mes (cuando es contratado), mientras que un trabajador temporal va sumando varios contratos todos los meses.
El dato que ofrece Gay de Liébana es tan absurdo como establecer una proporción entre los matrimonios y las relaciones de una noche que se constituyen cada mes. La realidad es que en España tres de cada cuatro empleados son indefinidos y casi el 90% de ellos trabaja a jornada completa. De esto no se comentó nada, faltaba más.
No corregiré más datos, esto no acabaría nunca, pero que quede aquí mi granito de arena. Mi consejo es que antes de cada Cintora a pie de calle añadan una pequeña sección para corregir los errores del programa anterior, aunque no creo que eso les interese especialmente.
Cuando ha terminado la lección del profesor, Cintora permite hablar a los curiosos que se han acercado a fisgar. Por allí hay de todo. Un señor cree que la situación está mejorando y lo percibe así en su entorno. Otro, bastante cabreado (con razón), pregunta a los presentes:"Si las grandes empresas se marchan de España a otros países, ¿qué vais a comer todos? Nada". Lo dice mientras señala a la masa con su dedo acusador.
Pero esas opiniones son una nulidad ante los testimonios de aquellos ciudadanos que se acercan a contar sus dramas personales, que resuenan como pitos al himno en el Camp Nou. Hay hasta una chica que reconoce haber estudiado Periodismo (mala idea, se lo digo yo) y haber hecho un máster (madre mía). No encuentra trabajo en lo suyo.
Otra joven responde al señor que defendía a las grandes empresas: "La gente necesita, lo primero de todo, vivir". Eso parece importante. Prosigue: "Nos hemos sometido a este sistema de capitalismo, nos hemos acostumbrado a vivir de las grandes empresas. Si ellas no existieran y no estuvieran utilizándonos como esclavos…".
Antes de que termine la frase, el señor del dedo acusador decide desaparecer. "No se vaya, caballero, no se vaya", le dice Cintora. El hombre, un sabio, contesta: "No me interesan las gilipolleces". Luego se aleja. Ay, la calle, ¡cómo vibra! Cuando el señor está casi por Leganés, Cintora sigue llamándole a gritos para que parezca un loco. Ya les digo yo quién lo parece…

Pagar para trabajar

Cintora saca de su bolsillo un recorte de prensa en el que lee que un padre ofrece 5.000 euros a quien dé un empleo a su hijo. "¿Esto está ocurriendo?", pregunta muy serio a Gay de Liébana. Está ocurriendo. Pero, precisamente, el hecho de que un caso así aparezca en la prensa evidencia que es la excepción más absoluta. Un pingüino recorre más de 8.000 kilómetros cada año para ver al hombre que le salvó la vida. Esto está ocurriendo. Venden un perro en China por 2 millones de dólares. Esto está ocurriendo. El representante bielorruso pretende actuar desnudo y rodeado de lobos en Eurovisión. Esto está ocurriendo.
Pero, claro, Cintora no iba a dejar pasar por alto un caso tan extremo. Dejamos la Puerta del Sol. Va a entrevistar al bienintencionado padre que había puesto un anuncio en el Heraldo de Aragón con la generosa oferta a cambio de que contrataran a su hijo. El hombre admite que otros medios le habían llamado antes, pero había rechazado aparecer. A pesar de su oferta económica, desgraciadamente, su hijo sigue en el paro.
El padre reconoce que "si tuviera que hacerlo otra vez, a lo mejor no lo haría", y añade que sus otros cuatro descendientes sí tienen empleo. Lo que este hombre está admitiendo es que todo fue una ocurrencia.Ocurrencia que, por cierto, da título al programa. "Ojalá esta entrevista sirva para que quien deba tome nota", dice Cintora para terminar.
Madrugón. En el programa consideraron que podía ser una buena idea ir a una cola del paro a mostrar lo que el programa denominó "ofertas de trabajo engañosas" encontradas en Internet. A pesar de que las ofertas eran ridículas, algunos de los entrevistados reconoce que las aceptarían.
En la más vergonzosa de todas ofrecían 40 euros semanales por ser repartidor de un restaurante. Cintora decidió optar él mismo al puesto y se plantó con una cámara oculta en el establecimiento ofertante. Allí, un hombre extranjero le explica las condiciones: cinco horas diarias, sin días libres y a prueba. Por supuesto, sin contrato y sin seguro. Aunque Cintora no aceptó la oferta, por la tarde el puesto había sido ocupado.

Viajar para descubrir

Hora de viajar. Primero, a Chozas de Canales (Toledo), el municipio con más paro de España. En la terraza de una cafetería y rodeados de curiosos se va a desarrollar un pequeño debate. "¿Qué se puede hacer con la gente que ha venido aquí y que tampoco tiene gran cosa que hacer?", pregunta Cintora, refiriéndose a las personas que rodean la mesa. Aparentemente, nadie se sintió ofendido a pesar de ser considerado como ganado.
El cara a cara de esta semana es entre la periodista Cristina Fallarás y el director de Actualidad Económica, Miguel Ángel Belloso. Este último defiende flexibilizar el mercado laboral, bajar impuestos y reducir las indemnizaciones por despido: "Lo importante es que la gente trabaje, no que esté en casa parada. Que trabaje al precio que sea". Belloso considera que el salario mínimo es solamente una barrera para que un parado regrese al mercado laboral, así que propone su eliminación. "¿Tú vivirías con menos de 650 euros?", pregunta Cintora, absurdamente. "Eso es independiente. Lo que no se puede es vivir sin nada", contesta Belloso.
La indignada periodista Fallarás contestaba airadamente: "Lo que tú estás diciendo es que haya una élite que gane 5.000 ó 25.000 al mes y el resto de trabajadores gane miseria. Eso no es trabajar, porque trabajar consiste en hacer una actividad que te permita vivir". Belloso no había dicho nada ni parecido.

¿Qué haría para crear empleo?

Cintora interrumpe el absurdo debate para preguntar a la gente que observa. Todos en paro, algunos desde hace mucho tiempo: un empleado de la construcción, una empleada de hogar o un transportista. Al último de ellos le preguntan: "¿Usted qué haría para crear empleo?". Y contesta: "No estoy seguro, pero quitar a uno para meter a tres, desde luego que no".
Belloso defiende que cualquier trabajo, por mal que esté pagado, puede ser "la palanca para que tú puedas prosperar en el futuro". Para doblegar al malvado director de Actualidad Económica, Cintora busca algún otro testimonio cómplice. Una señora declara que trabaja limpiando casas "cuando me llaman. Hay semanas que saco 30 ó 40 euros". Belloso reconoce que "hay situaciones dramáticas" como la de la señora en cuestión, pero Fallarás matiza: "No es una excepción, es lo común". Tal comentario no merece ninguna valoración que no sea una injuria, así que dejémoslo.
Fallarás cree que para solucionar el problema del paro "tiene que haber voluntad de hacerlo. Por lo tanto hay que invertir en I+D, hay que invertir en tecnología y ciencia, hay que invertir en cosas que no sean el ladrillo. Hay que invertir en sistemas modernos". Sistemas modernos… Yo también estoy a favor de todo lo moderno y personalmente no tengo nada en contra de la ciencia o de la tecnología. Esta respuesta de instituto (de instituto malo) que da Fallarás es lo que cierra el debate. Estoy convencido de que la inversión en I+D no acabaría con el paro de un conductor, una limpiadora y un obrero de un pueblo de Toledo antes de que terminara el siglo.
Según la prestigiosa periodista, si hay paro es porque los políticos no tienen suficiente voluntad de acabar con él. Lo de la voluntad política es un término muy utilizado por los podemitas, al menos, antes de llegar al poder. Una vez alcanzan una alcaldía, se dan cuenta de que no todos los problemas se solucionan a base de hacer esfuerzos con algún esfínter.
Todo el debate es un engaño penoso. Mientras Belloso defiende una posición realista de empleos, aunque sean mal pagados (estamos en un pueblo con un 70% de paro), Fallarás habla de trabajos bien remunerados mientras está rodeada de personas que tienen un salario de cero euros. Así que Belloso queda como el malvado de la película frente a la bondadosa e inconformista periodista que pide más y más para aquellos pobres hombres que observan encorvados.
Los mini enfrentamientos, habituales en el programa de Cintora, no buscan aclarar nada. Tras el montaje final lo que queda es una batallita entre buenos y malos, dogmas baratos y caras sobreactuadas del presentador. Todo sin profundidad alguna. El espectador, si no es (o está) muy despierto, quedará con la sensación de que un tertuliano desea que todo el mundo sea pobre y sufra y de que el otro merece ser canonizado por la Iglesia de la Santa Renta Básica. Es alpiste para bobos.
El segundo viaje es a Alemania. Cintora visita allí una bonita empresa informática en la que diecisiete trabajadores españoles disfrutan de unas buenas condiciones laborales. Las opiniones de una de las empleadas, contenta con su puesto, sirven para que el programa llegue a la conclusión de que en Alemania las condiciones de trabajo son mejores y "se cuida más al trabajador".
No vamos a discutir que el mercado laboral alemán está mejor que el nuestro, pero vean el doble salto mortal con tirabuzón con el que Cintora va a terminar su programa: en España busca la oferta laboral más penosa que es capaz de encontrar y luego se va al pueblo con más paro del país. En Alemania, se introduce en una exitosa empresa tecnológica y habla con los titulados y felices trabajadores españoles. Parece una comparación justa, claro que sí.
He pensado que el Cintora de Alemania podría hacer exactamente lo mismo: primero entrevista a unos vagabundos berlineses para luego visitar, por ejemplo, las oficinas de Telefónica en Madrid o las de Grifols en Barcelona. Cintora podría haber encontrado fácilmente en España trabajadores con las mismas y mejores condiciones laborales que los que encuentra en Alemania. Pero esos no aparecen porque el engaño no funciona así.
Por suerte, para matizar un poco el ridículo contraste, Cintora visita a algunos jóvenes españoles que viven en Berlín y para los que no todo es tan fantástico. Alguno de ellos incluso piensan en volver a España. Aquello no es el paraíso para todos.

El programa no funciona

Está muy visto el juego de hacer pasar un caso particular por algo general o intentar hacernos creer que hay más pobres desgraciados de los que realmente hay. Este Cintora a pie de calle de nuevo dio la sensación de trasnochado. Podría haberse hecho hace tres años (incluso hace diez) y apenas habría cambiado nada. Repetir los síntomas de la crisis una y otra vez al más puro estilo goebblesiano aburre a los monos. Cintora abusa de los lugares comunes, insiste en los problemas, da poco espacio a las soluciones y apenas ofrece algo nuevo. Y estamos en 2016.
El programa sigue estando excesivamente editado. Está compactado, comprimido. Para el tiempo disponible hay demasiados contenidos (algunos ni han sido mencionados aquí) y eso obliga a recortar en exceso. En repetidas ocasiones el espectador se queda con las ganas de saber lo que un entrevistado iba a decir. Incluso, en algún momento, cuesta entender el motivo u origen de determinadas opiniones. El que participe en el programa debería tener miedo de acabar reconociendo haber matado a Manolete en el montaje final. Estos desequilibrios, por supuesto, aniquilan cualquier pretensión de profundizar en los temas (si es que la hubiere).
Aunque se ha mejorado con respecto al primer programa, sigue dando la sensación de desorden, casi de caos. Las grabaciones en distintas localizaciones están muy débilmente hiladas entre sí y hay una excesiva tendencia a irse por las ramas, acabando lejos del tema inicial y viajando a determinadas localizaciones sin que se entienda muy bien el motivo. He llegado a pensar que Cintora va a Alemania o a Suiza simplemente por el placer de viajar y de tomar el aire.
De verdad, quiero encontrar algo bueno, porque lo hay por alguna parte a buen seguro. Supongo que lo mejor es que el programa termina en algún momento y que hay un gran margen de mejora. Esta emisión fue uno de los veintiún programas de televisión más vistos del día. No está tan mal, supongo. Hay que tener en cuenta que están empezando. Seguiremos atentos a nuevos episodios y puede que se los hagamos llegar por aquí... Para que no tenga que verlos quien no quiera. Siempre a su servicio.

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