Alberto Artero muestra otro dato malísimo y preocupante que pone nuevamente en evidencia el sistema público de pensiones y la necesidad de una profunda reforma, que por supuesto nadie quiere ni se atreve a acometer.
Y lo pagará muy caro el conjunto de españoles...
Artículo de El Confidencial:
Manifestación convocada en Madrid en defensa de las pensiones. (EFE)
Hay datos malos, muy malos y malísimos.
Muchos de ustedes argumentarán, no sin razón, que todo revés tiene un anverso y que cualquier valoración subjetiva es, precisamente, eso: una interpretación parcial de la realidad por parte de quien la realiza.
Estoy de acuerdo.
Sin embargo, convendrán conmigo que uno de los debates esenciales que están ahora sobre la mesa es el de las pensiones, eso sí, mal enfocado. Se discute sobre su cuantía, que da réditos electorales, a fin de no entrar en su sostenibilidad, que los quita. Nadie propone una reforma de calado sobre el particular en un momento en que el aumento de la esperanza de vida y del coste asociado a la misma, la precariedad del empleo y las amenazas que lo rodean y la debilidad de las cuentas públicas la convierten en imprescindible. A ver quién se atreve.
Sea como fuere, la realidad siempre termina por imponerse, y pensar que podemos seguir como hasta ahora por años sin término es de un ilusorio insultante. Precisamente por eso hay que trabajar natalidad y conciliación, hay que ajustar aportación y prestación —bonificando a quienes apostamos por tener hijos—, hay que incentivar vida activa versus pasiva, hay que controlar gasto para evitar cualquier despilfarro y, sobre todo, hay que crear una cultura del ahorro entre el españolito que ve la tele, nos guarde Dios.
Es en ese contexto en el que cobra especial relevancia, negativa en este caso, el último dato de ahorro de la unidad familiar dado a conocer por el Instituto Nacional de Estadística. Se situó en 2017 en el 5,7% de la renta bruta disponible, lo que supone su nivel más bajo desde el inicio de la serie en 1999. Cayó un 24,2% interanual mientras que el consumo se incrementó en un 4,2%, apoyándose parcialmente en financiación bancaria por primera vez desde 2008. También el pago de impuestos está en máximos de una década. 'Montorator' usando el exprimidor y la mejora de la actividad económica tienen la culpa.
Volvemos a gastar por encima de nuestras posibilidades. Y la hucha no solo no se llena sino que cada día pesa menos. Ande yo caliente, ríase la gente. Y el Estado que apechugue… hasta que no pueda hacerlo. Entonces serán el llanto y el rechinar de dientes, porque de donde no hay no se podrá sacar.
Es evidente que en un país en el que una parte fundamental de su masa salarial la conforman mileuristas puede parecer heroico pedirles que, además, hagan una reserva de fondos para un futuro en el que muchos de ellos ni siquiera creen. Pero ese es precisamente el quid de la cuestión. Hay que cambiar la mentalidad de aquellos que por voluntad propia o forzada solo viven el presente. No admite más demora el desarrollar planes de formación que les permitan visualizar el impacto de cualquier decisión financiera sobre su mañana, por nimio que sea. Son necesarias una oferta de productos y unas ventajas fiscales asociadas a los mismos que limiten el impacto del tsunami de carencias que está por venir gracias a nuestro esquema Ponzi de Seguridad Social. De lo contrario, España devendrá un país imposible.
No es, ni mucho menos, tarea fácil. Pero hay que acometerla. Quienes salvaron a España y sus familias durante la última crisis fueron sus familias y la economía informal. La segunda sigue ahí en un porcentaje que asusta sobre el total del PIB, y siempre será asimétrica: sus integrantes buscan no aportar pero quieren percibir. Deberíamos hacer un examen de conciencia sobre las implicaciones de esto, con lo que somos extrañamente tolerantes. Nos jugamos el porvenir. Respecto al relevo intergeneracional, no está tan claro que el traspaso de riqueza que se dio en el pasado vaya a continuar con hijos y nietos y, siendo así, y estando la sociedad cada vez más estructurada, las tragedias llegado el momento se pueden llegar a contar por cientos de miles.
No es del augurio de un demente de lo que estamos hablando, sino de aritmética pura y dura. Echen cuentas y verán que no salen. Los hay que seguirán defendiendo que no pasará nada porque, al final, siempre quedará el endeudamiento público. Bueno, vayan al verano de 2012 y me dicen si es así… o no.
Cuídense… que falta les va a hacer.
Física y económicamente.
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