sábado, 2 de noviembre de 2019

Réplica a Más País: seguís anteponiendo la ideología a la ecología

Juan R. Rallo replica a Más País tras su artículo donde sigue anteponiendo la ideología a la ecología. 


Artículo de El Confidencial: 

Foto: El candidato de Más País a presidente del Gobierno, Íñigo Errejón. (EFE)El candidato de Más País a presidente del Gobierno, Íñigo Errejón. (EFE)

En Más País, no ha gustado que les acusara de anteponer la ideología a la ecología y, para mostrar su enfado, dos de sus miembros —Héctor Tejero y Emilio Santiago— han contestado con un artículo en el que continúan anteponiendo la ideología a la ecología. Recordemos: ¿a qué se debieron mis críticas a la formación de Errejón? A que acusaron al neoliberalismo —vagamente definido— de instituir el primer sistema económico en la historia de la humanidad en que la supervivencia de las generaciones futuras no está garantizada. ¿Por qué esto constituye un exabrupto del todo demagogo?
Primero, porque si definimos neoliberalismo como 'capitalismo', las sociedades precapitalistas tenían tasas de mortalidad infantil superiores al 20% o 30%, de modo que culpar al capitalismo de robar el futuro a nuestros hijos supone soslayar que el mayor incremento de la historia en la esperanza de vida de las personas se ha dado bajo el capitalismo. ¿Cómo afirmar sin sonrojarse que ahora es la primera vez que las generaciones futuras no tienen futuro si la falta de futuro ha sido la constante en la historia precapitalista de la humanidad?
Segundo, porque si definimos neoliberalismo como la fase del capitalismo posterior a los años ochenta —la revolución conservadora de Reagan y Thatcher—, la era neoliberal es la primera en la historia en la que el conjunto de la sociedad ha prosperado volviéndose simultáneamente más sostenible desde un punto de vista ecológico. Es verdad que la era capitalista pre-neoliberal (la que partidos como Más País parecen añorar y reivindicar) también arrojó mejoras materiales para los ciudadanos, pero merced a una enorme ineficiencia energética (fue la época del petróleo barato y, por tanto, del consumo muy intensivo de combustibles fósiles).
En su réplica, Tejero y Santiago reformulan la tesis de Más País: aclaran que lo que quiso realmente decir (pero no dijo) la formación de Errejón fue que “el neoliberalismo es la primera sociedad de la historia que viola el derecho al futuro porque, sencillamente, ha sido la primera sociedad en tener un conocimiento científico irrefutable de que el cambio climático —de origen humano— iba a destruir las posibilidades vitales básicas de las generaciones venideras y no ha hecho nada para evitarlo”. Es decir, el problema ya no es que esta sea la primera vez que las generaciones presentes no tienen futuro, sino que por primera vez hemos alcanzado, bajo el neoliberalismo, un conocimiento suficientemente profundo sobre el cambio climático y no estamos haciendo nada por evitarlo.
Pero ¿realmente no hemos hecho nada? En el artículo anterior, ya tuve ocasión de exponer cómo la eficiencia energética había mejorado y las emisiones de CO2 per cápita habían bajado por primera vez en la historia bajo el periodo que Más País califica de 'neoliberal'. Tejero y Santiago, sin embargo, niegan la mayor: la reducción de las emisiones de CO2 se debe a la deslocalización productiva desde los países desarrollados a los países en vías de desarrollo. Es decir, no se trata de que la era neoliberal haya mejorado la eficiencia ecológica de nuestros procesos productivos, sino que simplemente hemos trasladado las fábricas más contaminantes desde el Primer Mundo al Tercer Mundo.
Como poco, los autores deberían reconocer que se trata de una afirmación controvertida. Por ejemplo, uno de los últimos 'papers' publicados sobre el tema (Baumert, Kander et alii 2019), afirma que “al contrario que en otros estudios anteriores, no hallamos evidencia de una sistemática y sólida deslocalización de emisiones desde los países desarrollados a los países en vías de desarrollo” (el único patrón de deslocalización de emisiones que sí encuentran es desde EEUU a China, pero no desde otros países desarrollados a otros en vías de desarrollo). En todo caso, y más allá del debate sobre cómo imputar nacionalmente las emisiones de CO2 en un mundo globalizado, lo que sí resulta incuestionable —y Tejero y Santiago ocultan— es que la eficiencia ecológica de la economía mundial ha mejorado durante la era neoliberal.
En el siguiente gráfico, encontramos los kilogramos de CO2 emitidos por unidad de PIB producida en el conjunto del planeta: es decir, cuánto dióxido de carbono necesitamos generar para alumbrar una unidad de producción. Desde 1990, ha caído más de un 50%: nos hemos vuelto tremendamente más eficientes a la hora de producir mercancías (o, dicho de otro modo, si estuviéramos conformes con empobrecer el conjunto del planeta hasta los niveles de producción de 1990, nuestras emisiones actuales de CO2 serían menos de la mitad que entonces). Nótese además que, en contra de lo que señalan Tejero y Santiago, esta incuestionable mejora ecológica no deriva de haber “barrido las emisiones debajo de la alfombra gracias a los procesos de deslocalización productiva y libre comercio”, sino que es una mejora que se alcanza en todo el planeta (se ubiquen donde se ubiquen las fábricas) bajo la era neoliberal.
Kilogramos de CO2 por unidad de PIB (en dólares PPP)

Emisiones de CO2 por unidad de PIB. (Fuente: Banco Mundial)



Emisiones de CO2 por unidad de PIB. (Fuente: Banco Mundial)

Por supuesto, cabe afirmar que el neoliberalismo no está haciendo lo suficiente para contrarrestar el cambio climático, pero lo que desde luego no puede afirmarse es que no haya hecho nada: el incremento generalizado del precio de los combustibles fósiles desde los años setenta ha incentivado la canalización de un enorme volumen de inversión hacia la descarbonización parcial de nuestra economía. Si consumir combustibles fósiles sale más caro, el mercado impulsa la reducción de su demanda y la investigación de bienes sustitutivos más baratos.
De hecho, si el mercado no ha hecho mucho más por contrarrestar el cambio climático es porque las emisiones de CO2 no llevan un precio asociadas: es decir, que actualmente les estamos mandando a todos los agentes económicos el mensaje de que emitir CO2 es gratis. Y, claro, si el consumo de CO2 es gratis, no hay incentivos a economizarlo y buscar alternativas.
Por eso, a falta de mejores vías para internalizar tal externalidad negativa, una forma de acelerar la transición ecológica desde ese mercado neoliberal que Tejero y Santiago aborrecen es mediante contribuciones pigouvianas: esto es, poniendo un precio al CO2. ¿Qué precio? El que sea necesario para reducir las emisiones de CO2 tanto como resulte menester para garantizar la sostenibilidad ecológica de nuestras economías. Encareciendo el CO2, lograremos los mismos efectos de mercado que ya propició el encarecimiento de los combustibles fósiles: menor demanda de mercancías cuya producción genere mucho CO2 y desarrollo de oferta sustitutiva no intensiva en CO2.
Con una contribución pigouviana sobre el CO2, no necesitamos que nuestros políticos, a modo de planificadores tiránicos, nos ordenen qué medio de transporte debemos utilizar, cuánto hemos de viajar o cuál ha de ser la procedencia de los productos que compramos (pues cabe gravar en la frontera las importaciones intensivas en CO2 que no hayan sido sometidas a ese tributo en origen): podemos simplemente dejar al mercado actuar para acelerar la descarbonización de nuestras economías al tiempo que respetamos la libertad de cada persona para vivir su vida como juzga más conveniente. Es cada individuo quien ajusta su comportamiento en función del daño que genera a través del CO2.
Vaya, que poniéndole un precio al CO2 compatible con los objetivos de sostenibilidad ecológica no necesitamos que partidos como Más País tutelen íntimamente el día a día de la vida de los ciudadanos; es decir, no necesitamos establecer, como Tejero y Santiago postulan, “el control energético ciudadano a través del fomento del autoconsumo organizado en fórmulas de colaboración público-social y empresariales cooperativas”. ¿Más capitalismo de amiguetes teledirigido desde plataformas clientelizadoras como Más País con la excusa de combatir el cambio climático? Mejor no.
En definitiva, Más País metió la pata cuando culpó al 'neoliberalismo' de haber arrebatado, por primera vez en la historia, el futuro a las nuevas generaciones. Al contrario, la principal causa por la que históricamente (y aun hoy en muchas partes del mundo) las nuevas generaciones carecían de futuro han sido la pobreza y el subdesarrollopobreza y subdesarrollo que globalmente no han parado de descender durante la 'era neoliberal'. A su vez, esa era neoliberal que tanto ha potenciado el crecimiento y el desarrollo de las regiones más pobres del planeta también ha logrado importantes ganancias de eficiencia energética y ecológica (las emisiones de CO2 per cápita se reducen en los países ricos y el CO2 por unidad de PIB ha caído a menos de la mitad desde 1990): puede que esas ganancias hayan sido insuficientes y, por eso, convenga asignarle un precio al CO2 para que familias y empresas, al internalizar el coste real de sus decisiones, aceleren la descarbonización de nuestras economías.
El objetivo de Más País, empero, no es apostar por aquellas medidas que compatibilicen el desarrollo económico con la sostenibilidad ecológica del modo más eficiente posible, sino multiplicar las redes burocráticas, regulatorias, fiscales y clientelares sobre el conjunto de la economía con la excusa de la protección medioambiental. Reitero lo dicho: anteponer la ideología a la ecología.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Twittear