lunes, 18 de noviembre de 2019

Vox rompe la barrera entre los bloques

José Carlos Rodríguez analiza el voto en las recientes elecciones generales, centrándose en el fenómeno Vox. 
Artículo de Disidentia:
La gran operación política de François Mitterrand fue darle alas al Frente Nacional para crear una alternativa al gaullismo en la derecha, y asegurar así una mayoría permanente del Partido Socialista francés. Su fracaso fue mayúsculo. Por un lado, al PS francés lucha por mantenerse en la irrelevancia, porque la alternativa es la desaparición. Y por otro, la evolución del Frente Nacional ha sido muy distinta a la que esperaba el presidente francés.

En el FN se produjo una sucesión dinástica y política, en la persona de Marine Le Pen. La hija de Jean François heredó la estructura y su visión nacionalista, etnicista y xenófoba de la sociedad francesa. Pero fue desprendiendo de su ideario varios de los elementos más execrables de su proposición política, como el antisemitismo, y en general el racismo. Se sustituyó éste por una xenofobia con una base nacional, y con una lógica económica, por un lado, de seguridad por otro, y de libertades públicas por último.
La propuesta económica del Frente Nacional, ahora rebautizado como Reagrupación Nacional (RN), consiste en una cerrada defensa del Estado de bienestar. Como los franceses no pueden sufragarlo para el universo mundo. Y a medida que aumenten la inmigración, y en consecuencia el denominador de la ecuación disminuye lo que cada francés puede obtener del Estado. RN ha hecho suyo el discurso de la izquierda, constituido en canon político de la república francesa. RN está, aquí, en el centro político nacional. Sólo ha necesitado añadir que, si se tira de la manta en un sentido, se descubre la nación en el otro. El lado de la seguridad está cubierto por la vinculación de la población musulmana con el crimen y el terrorismo; al señalarla como amenaza para judíos y homosexuales, también ha recabado un importante voto en esos dos grupos.

Mientras, la izquierda se ha alejado de la idea de restituir al obrero lo que le roba el empresario. La materia ha dado paso a la cultura, y el obrero, cada vez más aburguesado, no tiene la conciencia taladrada por el socialismo, necesariamente. De modo que la izquierda ha buscado su supervivencia en la creación de otras identidades. Son identidades creadas a partir de cualidades personales, importantes pero no esenciales de la persona (el sexo, los comportamientos sexuales, la condición de minoría racial, o de refugiado o inmigrante), y con exclusión de las comunidades políticas nacionales. Este discurso ha atraído a una sociedad urbana, con aspiraciones, cuitas, usos y gustos indistinguibles de los de millones de personas de otros países.
Esa nueva izquierda identitaria no da respuesta a las viejas preocupaciones de una parte de la sociedad que vota mayoritariamente a la izquierda, que rechaza la nueva moral, puritana y revolucionaria, de la izquierda, y que se aferra a un aspecto en el que se siente identificada y reconfortada, que es la nación. Es en esta parte de la sociedad en la que el mensaje de RN en Francia, de La Liga en Italia, y de otros partidos asimilables en diversos países de Europa, ha calado.
Gracias, entre otras cosas, a que Reagrupación Nacional ha cosechado un importante apoyo entre los votantes de izquierda tradicional, se ha convertido en el primer partido de Francia, o el segundo, según sea la elección. Todos miran a Vox, que ha obtenido un gran éxito en las últimas elecciones generales, con el temor, o con la esperanza, de que repita en España lo que ha hecho en antiguo Frente Nacional en Francia. En las elecciones de marzo no estaba claro que hubiese rascado en la izquierda. Pero podría ser que ahora sí lo hubiera hecho.
Esto es, al menos, lo que dice Narciso Michavila en su análisis del resultado de las elecciones generales. Vox habría recibido 230.000 votos procedentes del PSOE, y más de 300.000 de la izquierda en su conjunto. Es una cantidad significativa, pero no decisiva. Tiene más influencia el reparto de voto entre bloques, o la composición de la abstención, que ese trasvase del voto de izquierda a un partido de derechas. De hecho, como señala el propio Michavila, “por cuarta vez en cuatro años, los partidos de izquierda y derecha, excluyendo a los nacionalistas, han empatado en votos”. Sólo que en este caso “la mayor abstención de la derecha liderada por Cs se compensa con un ligero trasvase de voto de izquierda a derecha”.
Numéricamente se compensan, pero políticamente no. Una vez un voto abandona un partido para votar por otro es difícil que vuelva, y más si no sólo se cambia de partido sino de una rivera a la otra. La abstención es reversible, pero el cambio en el sentido del voto lo es mucho menos.
Según el prolijo análisis realizado por Gabriela Sánchez para Eldiario.es, Vox ha extendido en gran parte su apoyo por la España rural con una presencia importante de extranjeros, menos en Cataluña. Uno puede perderse por el mapa calle a calle del voto en España, para llegar a la misma conclusión. Pero, como veremos, estas observaciones tienen que matizarse.
Aunque tiene sus limitaciones, a mí me gusta especialmente este análisis de datos que hace Eldiario.es a partir del perfil de los ayuntamientos de más de 1.000 habitantes, comentado por Raúl Sánchez. Porque relaciona los datos demográficos de esas poblaciones con el voto real recogido en ellas. Son datos reales, no encuestas sobre datos personales, o recuerdos o intenciones de voto.
Ahí aprendemos, por ejemplo, que el voto al PSOE es mayor cuanto mayor es el porcentaje de población sin graduado escolar, y menor en las poblaciones con más universitarios. También es mayor cuanto menor es la renta o hay menos población extranjera.
Pero lo más interesante, en mi opinión, es lo que señala de Unidas Podemos y Vox. El voto a la formación de Pablo Iglesias, y a su imagen fractal Más País, está muy marcada por estos factores con los que controla el sentido del voto. Así, sube claramente cuanto mayor es la renta y la formación de la población, y cuanto menor es la edad media. Esto no pasa con Vox. Destaca sobre el resto de partidos porque no se ve una tendencia clara en ningún sentido. Ni siquiera en la mayor presencia de extranjeros (cosa que sí pasa con UP: cuanto más extranjeros hay, más sube la formación de Iglesias). Esto se puede explicar porque hay una relación clara en ciertas partes de España (Murcia, Andalucía, Alicante…) que no se da en otras (Cataluña, Galicia…).
Vox, en realidad, no es del todo comparable con la Reagrupación Nacional de Marine Le Pen. La propuesta económica de Le Pen es la defensa acérrima del Estado del Bienestar, y Vox habla más del gasto político y de despojos vinculado a las Comunidades Autónomas. Vox propone una reforma económica de carácter liberal, arruinada en parte por sus concesiones al nacionalismo económico, mientras que en este aspecto RN es socialdemócrata. Pero en otros aspectos sí se puede comparar, y es muy posible que acabe encandilando a una parte sustancial del voto de izquierdas.
Con 52 escaños, con la capacidad de plantear cuestiones de constitucionalidad, con mayor y más regular presencia en los medios de comunicación y la perspectiva de crecer en las siguientes elecciones locales y regionales, e incluso en las nacionales de incierta convocatoria, Vox va a tener un mayor control sobre el mensaje que quiere hacer llegar a los ciudadanos. Y puede llegar de forma más franca y directa al voto de izquierdas para el que puede resultar atractivo.
De hecho, esto es lo que sugiere otro análisis de datos realizado por Raúl Sánchez. Allí compara los resultados de los diversos partidos de las dos elecciones generales de 2019. En estos meses, claramente Vox ha ganado más porcentaje de votos cuanto menor es la renta del municipio: traza una línea prácticamente recta desde los 7,7 puntos más en los ayuntamientos más pobres hasta los dos puntos que ha avanzado en los más ricos.
Sé, por fuentes de la dirección de Vox, que estas son las intenciones del partido. Esta es su visión política, la de apelar al ciudadano común, con las referencias de siempre y los anhelos de sus padres y abuelos. Un ciudadano al que la izquierda actual ya no le habla.

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