martes, 5 de abril de 2016

Panamá bluff

Andrea Martos analiza la cuestión de los "papeles de Panamá", las mentiras al respecto y los detalles que hay que conocer para entender esta filtración (que no investigación), los tres problemas que acarrean, así como la finalidad de la propaganda del Ministerio de Hacienda. 

Desconfíen de las informaciones que empiecen con una cifra. A nuestro cerebro le encantan, se fascina y no es capaz de ver más allá. Hoy su vecina y la mía se han levantado hablando de “la mayor investigación de la historia del periodismo, 2’6 terabytes de información”. Recuerda la frase porque así es como empiezan la mayor parte de las notas de prensa sobre los ya conocidos Papeles de Panamá. Nadie sabe muy bien cuánto es eso de dos-con-seis-terabytes, pero al oído le parece una barbaridad que se transforma en festival de neuronas cuando la cifra se antecede de la laudatio que la prensa responsable se regala desde la primera línea.
Las mentiras se propagan por la vía del agotamiento: repita unas cuantas veces que dos y dos son cinco y a la vuelta de unos meses le tildarán de loco si aventura que son cuatro. De modo que no queda otra que recorrer el mismo camino para desmontarlas. Sea. Aquí va una vez más: Las sociedades offshore son perfectamente legales. La ilegalidad, de haberla, está en ocultar capitales procedentes de actividades ilegales. Sin abandonar ni la vía del agotamiento ni la de los hechos jurídicos, Panamá no es un paraíso fiscal. La OCDE no lo considera así e incluso el país tiene abierto un tratado de doble imposición con España.
Esta clase de vehículos financieros son utilizados tanto por inocentes como por delincuentes. Delincuentes que, insistamos, ya lo eran antes de destinar aquí su dinero y no por el hecho mismo de la cuenta en Panamá. Clientes de una sociedad offshore pueden ser ciudadanos amenazados por las condiciones de seguridad en su país, artistas o diseñadores que protejan propiedad intelectual o simplemente una persona que decida por el motivo que considere que quiere depositar allí su dinero, que para algo es suyo.
Que la perfección estaba en los detalles, si bien la perfección no era un detalle es algo que Da Vinci conocía bien, pues durante su vida construyó no solo muchos aparatos sino múltiples historias. También aquí los matices son relevantes: los papeles de Panamá no recogen una lista de culpables sino una ciénaga de presunciones. Hubiera sido la mayor investigación periodística de la historia si los no menos mayores investigadores hubiesen discriminado qué datos de todos esos dos-con-seis-terabytes corresponden a delitos reales. No ha sido así. Estamos por tanto ante una filtración, inmensa, pero una filtración.
Quizá quede algo de romanticismo en todo el asunto, reuniones clandestinas, gabardinas oscuras y números de teléfono camuflados en el dorso de la tira de seda que adorna el sombrero de turno. Sin embargo, la realidad no hace prisioneros. Esta investigación de trinchera está financiada por la Open Society Foundations y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), es decir, la fundación George Soros y el gobierno americano. Naturalmente, que en los famosos papeles no aparezcan empresas o personajes estadounidenses es una coincidencia cuántica.
Shakespeare, Mr. William, además de un evasor de impuestos profesional a mayor gloria del Imperio Británico, advirtió en boca de Yago, personaje genial y odioso de Otelo: “Cuídese de la envidia, mi señor, es un monstruo de ojos verdes que disfruta devorando a sus víctimas”. La envidia es un pecado absurdo como pocos. Al contrario que la avaricia o la soberbia, perjudica a quien la padece. A la brisa panameña, nuestro pecado patrio se aviva y deja ver la cuestión de fondo. ¿Cuál es el problema de la sociedad offshore? Que no es mía. Una vez más, la explicación al revuelo mediático empieza en lo más íntimo.
Los Panama Papers tienen tres Panama Problems, a cual más peliagudo. Uno, el legal y quizá el más sencillo, ya está descrito. El segundo refiere a la capacidad real de acceder a estas soluciones fiscales. El verdadero cambio en España es la revolución fiscal. No existe una Asociación de Contribuyentes, como sí sucede en otros países. Ningún partido propugna bajadas de impuestos significativas y reales. Los del Cambio, el Recambio, la Casta y la Neocasta tienen ahora una oportunidad de oro para pedir SICAVS para todos. Estimado conciudadano, hermano de gleba, no se deje seducir por la propaganda del Ministerio de Hacienda: el escándalo no es querer salvar unos euros de la muy visible mano del Estado sino trabajar medio año para el gobierno y contemplar con pasmo cómo se dilapida nuestro esfuerzo con poco tiento y menos celo.
Último, el papel de la moral. Actuar acorde a las propias creencias le permite a uno dormir más tranquilo. Pero lo tranquilo que uno quiera dormir es cuestión estrictamente personal. Si el folclórico correspondiente decide que no es relevante, no seré yo quien le afee la conducta en la medida que su actividad no parasite el presupuesto público. Asunto bien distinto es el de los caudales de los mandatarios nacionales. Para el tripulante de un avión de pasajeros, la seguridad de la aeronave va estrictamente ligada a su vida: si se estrella, se estrella él. Nada diría a la actividad anterior y posterior a la dedicación política. Ahora bien, mientras su sueldo dependa del madrugar de sus conciudadanos la inversión no debería ir más allá del Tesoro Público. Jugarse la piel. Como uno más. Porque su dormir tranquilo también es el nuestro.

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