Artículo de El Mundo:
Camille Paglia: "Sin el hombre, la mujer nunca hubiera salido de la cueva"
La escritora Camille Paglia. MARCELLO MENCARINI
Algunos presentan a Camille Paglia (Nueva York, 1947) como la feminista a la que odian las feministas. Natural. La escritora y profesora de Humanidades de la Universidad de las Artes de Filadelfia huye de lo políticamente correcto. «Creo en las mujeres fuertes que se protegen solas, no en las que corren a refugiarse en un comité», afirma en esta entrevista exclusiva.
Atea, lesbiana y siempre libertaria, admiradora de Almodóvar y crítica con el ultrafeminismo de series como Girls -llamó a su creadora «neurótica»-, ahora publica Feminismo pasado y presente (Ed. Turner). A su juicio, el famoso patriarcado que, según el feminismo, es responsable de todos los males de este mundo, no existe. Y a partir de ahí...
-El pasado 8 de marzo, miles de españolas salieron a la calle.
¿Ah sí? ¿Por qué motivo?
-Por muchos. Se habla de la brecha salarial, de...
No sé cómo es en España, pero en EEUU desde Kennedy, por ley, se tiene que pagar lo mismo a un hombre y a una mujer si hacen el mismo trabajo.
-Tenemos la misma ley en España desde 1980.
Mire, yo soy una feminista igualitaria. Eso es que exijo un trato equitativo para hombres y mujeres en todos los ámbitos. Y si una mujer hace el mismo trabajo que un hombre, le tienen que pagar lo mismo. Sin embargo, ahora las feministas se apoyan en no sé cuántas estadísticas para afirmar que las mujeres en general ganan menos que los hombres. Pero esos gráficos son fácilmente rebatibles. Las mujeres suelen elegir trabajos más flexibles (y, por lo tanto, peor pagados) para poder dedicarse a sus familias. También prefieren los trabajos que son limpios, ordenados, seguros. Los que son sucios y peligrosos se los suelen endosar a los hombres, que también suelen estar más presentes en áreas más comerciales. Tienen una vida mucho más desordenada pero eso, por supuesto, se remunera.
-En España la brecha empieza con el nacimiento del primer hijo.
Lo que es evidente es que las mujeres tienen también derecho a elegir diferentes caminos. Y a lo mejor para muchas mujeres el trabajo no es tan importante.
-Para otras mujeres sí que lo es.
Pero hay otras muchas que prefieren un trabajo más flexible para pasar más tiempo con sus hijos y no dejarlos al cuidado de extraños. El problema del feminismo es que no representa a un amplísimo sector de las mujeres. Por eso se ha centrado en la ideología y en la retórica antimasculina en lugar de hacerlo en el análisis objetivo de los datos, de la psicología humana y el significado de la vida. No creo que la carrera laboral deba ser lo más importante de la vida de una persona. Si permites que tu trabajo defina tu personalidad, es que eres un enfermo. La vida humana está dividida en la vida privada y en la pública. Y es muy importante desarrollar la vida familiar, afectiva... Centrarse sólo en la vida pública puede ser propio de personalidades distorsionadas. Por eso las nuevas generaciones en EEUU se atiborran de antidepresivos. Identifican la vida con el trabajo y eso sólo te puede hacer sentir miserable.
-Las élites feministas...
En los años 60 el feminismo de izquierdas trataba de atraer a las mujeres trabajadoras y adoptaba las maneras y el lenguaje de la clase trabajadora. En los 70 se empezó a imponer una corriente que se centraba en las burguesas de profesiones liberales, principalmente profesores, periodistas... Ese tipo de feminista que cree saber qué es lo mejor para las mujeres. Pero lo cierto es que sólo están centradas en hacer carrera y no se dan cuenta de lo distintas que son sus vidas de las mujeres de clases trabajadoras que pretenden representar. Hay una actitud muy elitista en el feminismo. Y las periodistas y las que se llaman intelectuales tienen mucha culpa.
-Usted defiende que el feminismo también debería incluir la visión de las conservadoras.
Sí. El debate sobre el aborto es un claro ejemplo. Yo estoy 100% a favor de la libre elección de las madres y de todo eso de que mi cuerpo es mío porque ni el Estado ni la Iglesia pueden decir a ninguna mujer lo que tiene que hacer. Sin embargo, respeto los movimientos antiabortistas y me parece atroz que el feminismo los excluya de sus manifestaciones y sus marchas. Es ridículo. Y además, fue nefasto que la segunda ola del feminismo tuviera una visión tan negativa de las mujeres que se quedaban en casa para cuidar a sus hijos. Se las miraba como a unas ciudadanas de segunda y ellas, claro, rechazaron el feminismo.
-El feminismo aún se sorprende de que tantas mujeres votaran a Trump.
La idea de que las mujeres tuvieran que votar por Hillary, uno de los seres más corruptos de nuestra Historia, por el mero hecho de ser mujer, era ridícula. Le explico: en 2008 voté por Obama; en 2012 lo hice a los verdes. ¿Por qué? Porque la administración Obama ha sido un desastre. Se ha dedicado a inflamar las tensiones sociales en lugar de resolverlas. Obama ha dejado un país desastroso en términos de tensión social. Él prometió armonía pero ha dejado un país resquebrajado. Y diría más: si en vez de presentar a Trump, los republicanos hubieran nominado a un candidato clásico, habrían arrasado porque los demócratas han sido un desastre. ¿Qué han hecho? Promover las tensiones identitarias porque creen que es la única manera de permanecer en el poder.
-En Europa también se fomentan las identidades frente a la ciudadanía.
En 1972 yo era la única estudiante de Yale abiertamente lesbiana. Y Dios sabe lo que me pudo costar aquello profesionalmente. Pero luego a finales de los 70 y los 80 empezó a proliferar el identitarismo. Se crearon los departamentos de género, los estudios afroamericanos... Y esa institucionalización de las identidades es lo que está a punto de cargarse las universidades en EEUU. Ahora lo que hay es una serie de administradores y burócratas que justifican su sueldo enseñando, por ejemplo, Literatura y Arte desde un punto de vista identitario. ¡Enfermizo! Yo abogo por la visión verdaderamente multicultural que teníamos en los 60, que era lo opuesto a los estudios de mujeres, de gays, de afroamericanos... No se puede meter el Arte o la Historia en compartimentos de jerga, clichés...
-En uno de sus
ensayos usted critica que el feminismo haya prescindido de Freud en favor de
autores como Derrida y Foucault.
Tampoco se trata de mitificarlo, pero el desprecio a Freud es un desastre
para el feminismo porque es incapaz de entender o analizar las relaciones
sexuales. Sin Freud no se explica lo que pasa entre hombres, mujeres,
hermanos... Y por eso el feminismo es incapaz de construir una teoría del sexo.
La realidad es que la única aportación de este feminismo es un análisis desde
el punto de vista político. ¡Una locura! El sexo no se puede explicar con
política. Lo que pasa es que estas burguesas, las feministas, lo que buscan es
una forma de religión. Quieren un dogma y eso es lo que han encontrado en las
identidades. Y si la gente contempla la política como si fuera su salvación, su
dogma, pues acabas de crear el infierno. ¡Otro!
-Es evidente
que las mujeres deben ser protegidas. ¿No?
En mi
generación pedíamos a las autoridades que no se metieran en nuestras vidas
privadas. Cuando llegué a la Universidad en 1964, los dormitorios de las chicas
se cerraban a las 11 de la noche. Sin embargo, los hombres no tenían toque de
queda y podían pasarse toda la noche por ahí. Pensábamos que era una vergüenza
pero en la universidad nos respondían que eso no podía ser porque el mundo era
peligroso. Y nos quejamos al rector: «Denos libertad aunque eso acarree el
riesgo de que nos violen». Y lo logramos porque aceptamos los peligros. El
problema es que a nosotros nos educaron personas que habían ido a la Segunda
Guerra Mundial y vivido la Gran Depresión. Nuestros padres entendían lo que era
la realidad y nos advertían de los riesgos. Por lo que, aunque estábamos muy
protegidos, nos habían explicado los peligros del mundo y habíamos desarrollado
una personalidad que nos permitía afrontar las contrapartidas de la libertad.
Hoy, dos generaciones después, la gente joven, de clase media, es blanda e
incapaz de sobrevivir. Viven en un entorno protegido, educados para no ser
ofendidos. No se les enseña la sucesión de horrores que ha sido la Historia.
Sólo se les habla de esta basura identitaria y victimista.
-¿Infantiles?
La cosa es
que las chicas creen que se pueden vestir como Madonna (en los 80) para ir por
una calle oscura en mitad de la noche y que no les va a pasar nada. Y tienen
perfecto derecho a creerlo, pero yo les advierto que si lo hacen tienen que
estar preparadas para todos los peligros a los que puedan enfrentarse. Entre
ellos, los que representan unos pocos hombres que no sólo son abusivos sino
psicóticos. Pero a los chicos de hoy en día les han enseñado que todo el mundo
es bueno y que la única forma en la que te conviertes en malo es mediante la
injusticia social.
-Habla de
psicópatas pero el movimiento Me too...
La revolución
sexual que liberó a mi generación y que fue fabulosa no está afectando de
idéntica forma a las nuevas generaciones. Está forzando a las niñas a tener
relaciones mucho antes de lo que ellas quieren y creo que eso también está
alterando la relaciones entre sexos. De esta forma, las mujeres están perdiendo
dignidad y estatus. Para los hombres es fantástico porque tienen un acceso al
sexo inimaginable. ¡Y no quiero pensar en todas esas citas que se hacen ahora
por teléfono! El sexo se ha hecho demasiado banal... Creo que hace falta una
reasignación de la sociedad contemporánea para que hombres y mujeres vuelvan a
valorar los códigos del cortejo. Los hombres y las mujeres ven el sexo de
manera diferente. Y éste es otro error del feminismo. Ha abandonado la biología
y dice que no hay diferencias entre sexos.
-Es que...
Es de locos.
Si se crean estudios de género, qué menos que incluir el estudio de la
biología, esencial incluso cuando, como sostienen algunos, se trata de una mera
construcción social. Por eso yo digo que los estudios de género son mera
propaganda y no son una disciplina académica. No hay diferencia entre este
discurso y la propaganda fascista durante la II Guerra Mundial. Es mentira que
el género sea totalmente una construcción social porque, como expliqué en
'Sexual Personae', se trata más bien de una intersección entre la cultura y la
naturaleza.
-Usted sostiene
que hay una crisis de masculinidad.
Ahora hay una
crisis de roles de género y un debate centrado únicamente en las necesidades de
las mujeres. Mientras, a los hombres se los retrata como violadores, criminales
y todo lo masculino se desprestigia. Hasta llegan a decir que los hombres son
mujeres incompletas. ¡El feminismo ha conseguido envenenar la atmósfera
cultural con su aversión a lo masculino! Claro, los muchachos ven esto como
algo terrible y yo lo siento mucho por ellos. Atravesamos un periodo de caos.
Es cierto que tenemos muchos privilegios, lujos... pero la gente es miserable.
-¿Por qué?
En realidad
durante muchos milenios hombres y mujeres tuvieron poco contacto. Ellos se iban
de caza (o lo que fuera) y ellas se quedaban en casa haciendo lo que tuvieran
que hacer. Hoy, hombres y mujeres trabajan juntos, pero las mujeres dicen que
los hombres las discriminan y las acosan. El feminismo debería abstenerse de
seguir con esa retórica tan antihombre porque no está ayudando a que sus niños
se conviertan en adultos. La culpa de los males de las feministas no la tienen
los hombres, sino este sistema profesional en el que vivimos.
-Despotrica
pero usted es muy feliz enfocada en su carrera.
De pequeña me
quería parecer a Amelia Earhart, a Katharine Hepburn... Pero el caso es que no
me identifico únicamente con mi papel profesional o público. La vida real es
también la familia, los amigos... Las carreras también se han convertido en una
identidad para muchas. Sin embargo, las mujeres obreras no le dan tanta
importancia al trabajo, es algo que hacen para ganar dinero. Y tienen su
verdadera vida en casa, durante las vacaciones. Entonces se olvidan del
trabajo. Las clases medias y altas, la burguesía, sin embargo, piensan
constantemente en el trabajo y eso no es saludable.
-El feminismo
sostiene que se ha ocultado la historia de las mujeres.
En mi libro
'Sexual personae'...
-'Mein Kampf',
según Gloria Steinem.
...escribí
que si la civilización hubiera quedado en manos de las mujeres seguiríamos viviendo
en la cueva. La gente no lo entendió bien. Lo que yo quería decir es que las
grandes estructuras fueron producto de los hombres. Y luego hubo mujeres que
crearon a partir de esas estructuras. Y las mejoraron.
-Me refiero a
las mujeres olvidadas del Arte, de la Literatura.
Y cuando
investigas te das cuenta de que son artistas de segunda fila a las que se les
prestó poca atención. Ahora se habla mucho de Artemisia Gentileschi pero,
bueno, es una figura menor. Los hombres han sido los que han roto los estilos y
los que han creado la Historia del Arte. No tengo duda. Los grandes proyectos
de irrigación de Mesopotamia, las pirámides de Egipto fueron idea de los
hombres. ¿Por qué? Porque los hombres son capaces de matarse a sí mismos y a
otros para llevar a cabo sus proyectos. O sus experimentos. Siempre tratan de
ir más allá del conformismo, de la cueva en la que estaban las mujeres. En
parte, quizás, para escapar de las cuevas porque en las cuevas mandaban las
mujeres.
-¿Entonces?
Que es muy
desagradable no reconocer los logros de los hombres porque las estructuras que
han creado es lo que ha permitido a las mujeres escapar de la opresión de la
propia naturaleza y tener sus propias carreras, identidades, logros... Así que
ha llegado el momento de dejar de vilipendiar y minusvalorar a los hombres.
-¿Y el
heteropatriarcado?
No existe. Es
una estupidez que descalifica cualquier análisis. En Occidente, las mujeres no
viven en ningún patriarcado.
-A menudo usted
recalca que en EEUU las mujeres de la frontera, del Oeste, obtuvieron el
derecho al voto antes que las cultivadas señoras de la Costa Este.
En las
sociedades agrarias, más familiares, los hombres miraban a las mujeres más como
sus iguales porque hacían mucho trabajo físico. En Nueva York las mujeres eran
delicadas y llevaban corsé y tomaban el té. Las mujeres trabajadoras tratan más
como iguales a sus hombres y les hablan más claro que esas mujeres de clase
media y alta que son incapaces de lidiar con su jefe en la oficina. Se debe a
que están educadas para comportarse de una forma burguesa, a moderar su voz a
complacer, a ser pasivas. Por eso yo llamo a mi feminismo un feminismo de la
calle. Yo creo en las mujeres fuertes, que son capaces de crecer y protegerse
solas. No en las que corren a refugiarse en las leyes o en un comité.
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