martes, 28 de mayo de 2019

La incoherencia liberticida del feminismo radical

Juan Morillo expone la incoherencia liberticida del feminismo radical imperante hoy (y de ideología marxista). 

El feminismo radical presenta numerosos errores intelectuales que hemos presentado en algunos artículos anteriores (aquíaquí y aquí). Pero quizás lo más alarmante es la falta de coherencia de sus postulados o propuestas para la mujer.
Así, cuestiones como el aborto, la prostitución, el consumo de drogas, la eutanasia o la gestación subrogada reciben, curiosamente, un apoyo distinto.
Desde un punto de vista liberal, estas cuestiones se resuelven desde el principio de libertad individual que emana del principio de autopropiedad. Este principio es la base filosófica del pensamiento liberal, y establece que el individuo es propietario de su propia persona o, dicho de otra manera, que tiene un derecho natural o moral a controlar su cuerpo y vida. Ciertamente, según la concepción liberal, cada ser humano se conforma como una entidad diferenciada y distinta del resto. No en vano, el cuerpo físico de cada individuo es el primero y principal de los bienes escasos, en el sentido que constituye en sí mismo un medio de uso excluyente para alcanzar fines.
El liberalismo apoya la legalización de las drogas, el aborto o la eutanasia porque cada individuo pacífico debe estar en libertad para disponer de su persona, tiempo y propiedad como a él le plazca. La fuerza es permitida solamente en defensa propia y solamente cuando se encuentra dirigida al ofensor.
El liberalismo apoya la legalización de la prostitución, el modelaje o la gestación subrogada porque, de la propiedad total de una entidad, en este caso el cuerpo, derivan el derecho a usarla como el propietario crea oportuno según su escala de fines y valoraciones subjetivas, y el derecho a prohibir que otros la utilicen sin su consentimiento.
En este sentido la coherencia del pensamiento liberal es total: el ser humano es propietario de sí mismo y puede tomar cuantas acciones considere oportunas sobre su persona siempre que no viole el principio de agresión a terceros.
El feminismo radical cambia su razonamiento según del tema de que se trate. Así, cuando del aborto o la eutanasia se trata, exhiben un pensamiento liberal impecable: “es mi cuerpo y yo decido sobre él”. Sin embargo, se oponen a la legalización de la prostitución, a la gestación subrogada, a la legalización de drogas o al modelaje y concursos de belleza.
Entonces, ¿las mujeres deben poder abortar pero no ejercer la prostitución voluntaria? ¿Las mujeres pueden decidir acabar con su vida mediante eutanasia pero no pueden llevar a cabo una gestación subrogada? ¿Las mujeres pueden abortar pero no pueden dedicarse al modelaje o usar su cuerpo para desarrollarse profesionalmente si así lo desean? ¿El cuerpo les pertenece si deciden abortar o aplicar la eutanasia pero deja de pertenecerles si desean tomar drogas, prostituirse o llevar a cabo una gestación subrogada? No deja de ser curioso y tremendamente confuso.
¿Cómo pueden entenderse estas contradicciones aberrantes? Sencillamente el feminismo radical es un instrumento ideológico-político más que un sistema de pensamiento coherente. Es un instrumento al servicio del colectivismo más rancio y denigrante, que pretende que todas las mujeres piensen y sientan de la misma manera e imponerles coactivamente una determinada moral. Cayendo, por cierto, en una actitud profundamente machista, ya que presupone que las mujeres no pueden decidir por sí mismas lo que les conviene.
El feminismo radical no puede proclamar defender los derechos de las mujeres de ninguna manera. Y es que la mujer es un ser único, independiente, que tiene el derecho de elegir qué hacer con su vida y con su cuerpo sin que nadie le tenga que tutelar o imponer una determinada moral a través de una legislación colectivista, liberticida y autoritaria. Y no cabe ninguna duda de que el único feminismo que apoya y defiende la libertad de cada mujer en este sentido es el feminismo individualista liberal.

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