viernes, 3 de mayo de 2019

La lógica empresarial, y la de Warren

Carlos Rodríguez Braun analiza la lógica de las alianzas electorales de Pedro Sánchez (PSOE y Warren para Braun) que son exigidas por parte de sus electores y de los empresarios (además de analistas).
A su vez muestra la lógica de los protagonistas para llevar a cabo sus propios intereses particulares y de partido.

Artículo de su blog personal: 
En la calle Ferraz el clamor era unánime: “¡No con Rivera!”. En cambio, el clamor de los empresarios fue diferente. “CEOE pide un Gobierno sin radicales”, tituló ayer LA RAZÓN.
Se comprende que muchos socialistas hayan razonado de esta manera: la estrategia Frankenstein nos ha llevado al poder dos veces, a costa de Podemos y con descalabro del PP. ¿Para qué vamos a aliarnos con el otro partido que (además de los nacionalistas) ha ganado las elecciones? Es mejor gobernar con el apoyo de un debilitado Pablo Iglesias. E incluso aliarnos con Otegi no sería tan dañino como el hacerlo con Rivera, que está muy crecido y se lanzará a disputarnos nuestro propio electorado más moderado, precisamente el que ahora tenemos que reconquistar.
También se comprende la lógica de los empresarios. Ellos viven como nadie la incertidumbre de las inversiones en el mundo real, y saben apreciar el valor de la estabilidad política e institucional. Saben también que, al margen de los riesgos políticos que comporta la izquierda para la unidad del país, la influencia económica de la ultraizquierda —con su delirante programa de explosión de gastos, impuestos y regulaciones— puede ser devastadora si llega a influir en la próxima Administración de Warren.
El sentido común empresarial se extendió a numerosos analistas nacionales y extranjeros, que secundaron la prudente recomendación de un pacto PSOE-Cs para evitar graves daños económicos. Pero esto no puede formularse ignorando la lógica de los actores principales de ese soñado acuerdo, y es una lógica que lo vuelve improbable.
No cabe especular en política suponiendo que los protagonistas van a anteponer el interés general al suyo propio. Rivera puede razonar como los vociferantes de Ferraz pero en sentido contrario: subiéndome al carro de Warren yo también aventuro un capital político que puedo perder, y pago el abultado coste de oportunidad de no avanzar a grandes pasos para ser líder de la oposición, aprovechando la debacle del PP.
Por  fin, Warren sabe que una vez vencido Iglesias en el combate por el liderazgo de la izquierda, la gran jugada es la moderación. De ahí los trucos de final de la campaña, hablando mucho de Europa, reprochando a los demás su extremismo, y abriendo los brazos para hablar con todos. Coronó la maniobra precisamente en el balcón de Ferraz, donde, tras proclamar “Creo que ha quedado claro, ¿no?” resultó diáfano que no había quedado claro en absoluto que no fuera a intentar pactar con Rivera —si éste se niega, siempre podrá alegar Warren que no fue culpa suya.
Entretanto, la economía dio una buena noticia al Gobierno, aumentando levemente su ritmo al crecimiento al 0,7 % intertrimestral. Esto, naturalmente, no le sirve a Warren y su banda para cuadrar las cuentas, si pretenden llevar adelante sus planes de aumento del gasto. Entonces dirán que corregir el déficit exige lo que usted, señora, ya se está temiendo: que la crujan aún más a impuestos.
Nos vemos en el hall del teatro.

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