Luís. I. Gómez analiza los objetivos políticos de reducción del CO2 y su coste para las familias y la sociedad de cumplir con datos en la mano lo que se está diciendo, comprometiendo y exigiendo.
Artículo de Disidentia:
Está de moda en Europa, y en España no íbamos a ser menos: declaremos el estado de emergencia climática, que nos van la vida y el futuro en ello. El objetivo del PSOE para esta legislatura es reducir un 20% las emisiones de gases de efecto invernadero y de un 90 para 2050. Para 2030, pretenden que el consumo de energía final sea de un 35%, con al menos “un 74% de generación de electricidad de origen renovable”, llevando a cabo, además, una reducción del coste de utilización de las energías renovables al precio de la electricidad y con un calendario de cierre de todas las centrales nucleares. Para impulsar la transición energética, reducir la contaminación y alcanzar la sostenibilidad medioambiental, los socialistas optan por una política económica “marcadamente europeísta” con medidas como fomentar una fiscalidad medioambiental.
Los niños salen los viernes a la calle y reclaman un impuesto al CO2 de -por ejemplo, en Alemania- 180 €/T al año… ¡desde ya mismo! Y proponen un nivel CERO de emisiones de CO2 para el 2035. En España, donde emitimos unos 325 millones de Toneladas de CO2 al año, la factura de un impuesto como el propuesto supondría unos 58.500 Millones de Euros al año. Para que se hagan una idea de lo significativo de la cantidad: en 2018 nos gastamos en educación 51.275 Millones de Euros. Hablamos de 58.500 Millones de Euros que, repentinamente, abandonarían las arcas privadas para engrosar las del Estado, supongo que para subsidiar organismos de control, observatorios diversos, parados y empresas de dudoso éxito comercial, pero con un “encomiable” proyecto sostenible.
A pesar de que el pasado enero el Wall Street Journal nos mostraba cómo la política energética alemana era la más estúpida posible, nuestros próceres -arropados por los cabilderos de turno- siguen mirando a la ‘”Energiewende” germana como un modelo a seguir: cierre de la centrales nucleares, abandono de los combustibles fósiles, fijación únicamente en las energías renovables. Los plazos cambian, pero no las metas. Poco más de un año antes de aparecer el artículo en el WSJ, las academias de ciencias alemanas (reunidas todas bajo el ala de la Union der deutschen Akademien der Wissenschaften , es decir, la “crème de la crème”) publicaban un estudio en el marco del proyecto “Sistemas energéticos del futuro” con el titulo “Acoplamiento sectorial: investigaciones y consideraciones para el desarrollo de un sistema energético integrado” con datos muy interesantes que los diseñadores del futuro energético español deberían revisar con fruición.
Lo primero que quiero destacar es la imprudente terquedad con que lo más granado de la ingeniería y ciencia alemanas, desde sus academias de ciencias, fundamenta el futuro del suministro de energía en Alemania esencialmente en solo dos tecnologías: energía eólica y fotovoltaica. ¿Por qué estos científicos no le prestan absolutamente ninguna atención a la fusión nuclear, o a tecnologías de energía nuclear inherentemente seguras, sin residuos de larga vida (reactores de fluido dual)? Es que ni siquiera se refieren a tecnologías que permiten el uso de carbón sin emisiones de CO2 mediante la captura y el secuestro de carbono. Me temo que solo hay una respuesta posible: porque la ciencia en Alemania (y a lo que parece en España también) ya solo es capaz de pensar en el ancho de banda del mainstream, dictado por el alarmismo que nos sacude, en lugar de preguntarse críticamente si lo que hacen y saben es suficiente como para modelar un futuro siempre incierto, impredecible.
Pero echemos un vistazo a lo que nos cuentan los académicos germanos: para su estudio consideran por vez primera todos los sectores, electricidad, transporte y calefacción. Y he aquí los datos: el 80 por ciento de la energía total en Alemania es generada por combustibles fósiles, el 7,5 por ciento por energía nuclear y el 13 por ciento por energía renovable. Si restamos la biomasa (incluyendo biogás y biocombustible) de las energías renovables, nos quedamos con que un 1.5 por ciento de la energía primaria generada procede de la energía eólica y un 1 por ciento de la energía fotovoltaica (Página 10 del estudio). Parece que el camino hacia el 100% se antoja largo y costoso.
El estudio llega a la conclusión de que, si quiere seguir el camino de la descarbonización hasta un 90 por ciento para 2050, hablamos de ” aproximadamente 1,150 teravatios hora, se necesitará casi el doble de electricidad que en la actualidad” (página 10), porque el transporte y la calefacción también se generan a partir de la energía eléctrica. Dado que el estudio se autolimita tercamente al uso de energía fotovoltaica y eólica, los autores llegan a la conclusión: “La capacidad instalada de energía eólica y fotovoltaica tendría que aumentarse en ese caso siete veces en comparación con la actual “.
El estudio también deja entrever el abismo al que nos acercamos si adoptamos ese camino. “El dominio de las energías renovables fluctuantes requiere un alto grado de flexibilidad tanto del lado de la generación de energía como del lado del consumo”. En otras palabras, si la naturaleza no suministra suficiente energía eólica y solar, también debemos ir acostumbrándonos a guardar la calma y la resignación sin electricidad. De vez en cuando. Sólo de vez en cuando.
Pero el hermoso nuevo mundo de las Gretas y los niños huelguistas tiene un precio. En las páginas 114 y siguientes, los expertos nos revelan los costes de la descarbonización de la economía alemana según varios modelos. Según sus datos, una reducción de hasta el 60 por ciento costaría 1,500 billones; la siguiente fase, hasta el 90 por ciento, 3,100 billones. Esto da un coste total de 4,600 billones hasta el año 2050. Los alemanes tienen que gastar 4.600 billones de euros extra para evitar 800 millones de toneladas de CO2. Es la cantidad de CO2 que China emite cada año.
Para que los padres y profesores de los niños del “Friday For Future” entiendan correctamente los 4,600 billones: estamos hablando de 153 billones al año hasta 2050; Como en Alemania hay 40 millones de hogares, cada hogar deberá pagar 320 euros al mes, netos. Y si Greta y sus acólitos se saliesen con la suya, es decir, lograr un 100 por ciento de energía renovable en 15 años, estaríamos hablando de 640 € al mes, si no se presentara antes el colapso del suministro de energía alemán, lo cual sería bastante probable.
¿Y por qué todo esto? Por supuesto, debido al estado de emergencia climática mencionado al comienzo de este texto. Sí, lo más probable es que hayamos abandonado la era de los combustibles fósiles a finales de este siglo. Pero recuerden que disponemos de esos 80 años porque la sensibilidad climática del CO2 es mucho más pequeña de lo que los alarmistas y diseñadores de futuros quieren hacernos creer.
Los políticos y economistas a su sombra ya tienen un nuevo lema: “La protección del clima no puede estar sometida a los mecanismos del mercado”. Pues nada, si ello es así, ya les propongo yo la solución: ¡nacionalicemos el clima!
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