Artículo de El Confidencial:
EFE
Posiblemente han visto ustedes 'La vida de nadie' (2002), ópera prima del director español Eduard Cortés. Basado en un caso real, el filme está protagonizado por José Coronado, que encarna a Emilio Barrero, un economista aparentemente bien situado en el Banco de España, experto en inversiones y enamorado de su esposa Ágata –Adriana Ozores-. Pero, en realidad, vive de estafar a su familia y amigos, que le confían su dinero para que lo invierta. Todo se viene abajo cuando se hace amante de Rosana –Marta Eturra– y se ve forzado a mantener una doble vida, económicamente insostenible. Tanto, que son los problemas financieros los que le descubren. Pues bien, algo similar ocurre con la economía global, que vivimos una mentira basada en los estímulos monetarios y que China y las materias primas están evidenciando.
La gestación de una burbuja...
Una mentira sustentada en la expansión artificial del crédito de los últimos 20 años y que ha distorsionado enormemente la economía y cuyas consecuencias estamos viviendo. Piensen si es propio de una economía sana, una cuyo crecimiento se basa en el ahorro previo, y con un mínimo de disciplina financiera y prudencia inversora, construir ciudades fantasmas en un país como China, donde se estima que hay entre 50 y 65 millones de apartamentos vacíos -en la década de 2000 al 2010, se construyó cada año en China cerca del equivalente a todo el parque residencial de España-. Pero no es de la burbuja inmobiliaria china de lo que quería hablarles hoy sino de las materias primas y sus industrias asociadas.Que no se ha traducido en inflación de los precios al consumo
Ya hemos tenido ocasión de comentar aquí dónde se esconde la inflación causada por la borrachera de tinta digital destilada por los programas de quantitative easing (QE) y por qué no se ha manifestado en los precios de los bienes de consumo –IPC–, sino que se ha canalizado hacia activos de inversión como acciones, bonos, inmuebles, arte, etc. La razón es que el dinero creado ex nihilo ha encontrado su camino hacia las grandes empresas que, a su vez, lo han invertido en activos financieros y de otro tipo –incluyendo recompra de acciones y otras operaciones de ingeniería financiera–, presionando al alza sus precios. Y a la vez que las valoraciones se disparaban, sus propietarios literalmente se forraban, reinvirtiendo sus ganancias e impulsando más aún las cotizaciones, realimentando la burbuja.Por otro lado, los programas de QE y las políticas de tipos de interés cero (ZIRP por sus siglas en inglés) han motivado que las empresas prioricen la inversión en bienes de capital sobre la contratación de mano de obra, de ahí que los salarios reales –ajustados por la inflación– hayan bajado para el 80% de los trabajadores, aquellos con menor cualificación y más fácilmente substituibles por maquinaria. Un fenómeno que no es nuevo, sino que viene produciéndose desde principios de los años 2000 y que se ha intensificado tras la crisis financiera de los países desarrollados en 2008. Y dado que los salarios bajos no favorecen el consumo, en un mundo dominado por el keynesianismo, la respuesta natural de los bancos centrales ha sido convertirles en deudodependientes, proporcionándoles deuda barata e intensificando los estímulos.
Ha fomentado las maliversiones en materias primas y bienes de equipo
Sin embargo, el diluvio monetario universal ha resultado en un incremento sustancial en los niveles de precios de las materias primas necesarias para construir esos bienes de capital y suministrar la energía necesaria a sus procesos de producción y funcionamiento posterior. Incremento de precios y, por consiguiente, de márgenes que ha atraído aún más dinero a estos sectores, incrementando el gap entre capacidad de producción y demanda real sostenible. Y no olviden que para fabricar la maquinaria industrial necesaria para la minería, hacen falta materias primas adicionales, dándose un efecto acumulativo en la fase expansiva del ciclo. Fase expansiva en la que el precio global de las commodities ha superado el 300% de crecimiento en su cénit de 2011-12.Al estallar motiva el desplome de las materias primas e industrias asociadas
¿Les parecen estos crecimientos razonables y propios de una economía sana cuyo crecimiento se basa en el ahorro y las mejoras de productividad?Es evidente que no. Por eso los gigantescos estímulos que el gobierno chino puso en marcha tras 2008, comenzaron a perder tracción en 2011-12. Una desaceleración en la que los efectos acumulativos del exceso de capacidad funcionan reforzándola. Porque tengan en cuenta que los proyectos de creación de nueva capacidad de producción de commodities toman entre cinco y diez años, de forma que, para cuando en 2011 se iban completando los proyectos iniciados en el boom, ya había acaecido la crisis de 2008 y el frenazo de China. Y, sin embargo, la capacidad seguía incrementándose movida por la inercia.
Muchos se sorprenden de las caídas que está experimentando el precio de las commodities, pero el colapso de las materias primas y su onda expansiva en los mercados financieros no pilla por sorpresa a los economistas de la escuela austriaca. Las dos décadas de auge y expansión económica en los países emergentes, alimentada por la impresión masiva de dinero por parte de los bancos centrales de todo el mundo, se está enfriando bruscamente, poniendo en evidencia los errores que Mises bautizó como malinversiones. Es decir, lo sorprendente no son las bajas cotizaciones, sino el nivel alcanzado en el boom.
La doblemente falsa vida de Emilio Barreiro ha sido descubierta y ahora toca asumir responsabilidades.
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