Muy interesante análisis de Thomas Sowell sobre la obsesión existente con las "diferencias" y las "desigualdades" en los sueldos, las desigualdades entre países, la cuestión de la redistribución de la riqueza y sus efectos de las mismas, el negocio y finalidad e interés político alrededor de la misma, la generación de la riqueza, la falacia del precio justo y objetivo y la intromisión política y de terceros en temas de los que nada entienden.
Artículo de Liberalismo.org:
Los medios de comunicación y el mundo académico viven obsesionados con las "diferencias" y las "desigualdades" en los sueldos. Como decía un tertuliano, "no tiene sentido" que un ejecutivo gane 50 millones de dólares al año. Pero cualquier persona es incapaz de encontrarle el sentido al 99% de todas las cosas que suceden en este mundo. ¿Sabe usted cómo funciona la transmisión de su vehículo? ¿Podría arreglarla si se estropeara? ¿Entiende usted cómo logra calmar el dolor de cabeza la aspirina? ¿Cómo se hace el yogur?
Hace años, un famoso ensayo hacía hincapié en que nadie sabe cómo hacer un simple lápiz de grafito. O sea, que ningún individuo en el mundo sabe cómo producir la madera, extraer el grafito, sacar la goma y fabricar la pintura. Los procesos económicos complejos hacen que todas estas cosas puedan ser hechas coordinadamente por una gran variedad de personas, sólo para producir algo tan sencillo como un lápiz. Esto puede multiplicarse por cien o por mil cuando se trata de la complejidad de producir un coche o un ordenador.
Si no puede entender algo tan simple como la fabricación de un lápiz, ¿por qué debería sorprenderse de no entender las razones por las que unos ganan mucho más dinero que otros?
Además, si esta obsesión con las desigualdades de salario no se queda en un simple lamento o un rechinar de dientes, la conclusión a la que se quiere llegar es que alguien debería "hacer algo" para cambiar eso que usted no entiende. Por lo general, eso significa que el Gobierno –los políticos– deberían imponer medidas basadas en su ignorancia sobre lo que está sucediendo. ¿Se puede imaginar algo más peligroso que permitir que los políticos decidan cuánto dinero podemos ganar cada uno de nosotros?
Por supuesto que ese control político de los ingresos es generalmente defendido para encargarse solamente de los "ricos". Pero cuando se introdujo el impuesto a la renta, a principios del siglo XX, solamente se le aplicaba a los "ricos" y era un pequeñísimo porcentaje de sus ingresos. Pero una vez que se abrieron las compuertas de semejante poder político, hemos visto cómo el impuesto a la renta no solamente se extendió mucho más allá de "los ricos" sino que también acaparó una parte importante de los ingresos de las clases medias.
Además, el impuesto a la renta ha generado una burocracia invasiva, creando una complejidad y un papeleo tan grandes que millones de ciudadanos de a pie tienen que buscarse un gestor que les rellene las solicitudes y luego firmarlas bajo pena de perjurio atestiguando que están bien hechas. Pero si usted supiera hacerlas correctamente, ¿para qué necesitaría que otra persona se las hiciera?
Dicho sea de paso, en Estados Unidos hizo falta una enmienda constitucional para permitirle al Gobierno federal la imposición de un impuesto sobre la renta. Aquellos que escribieron la Constitución norteamericana eran lo suficientemente sabios como para entender lo peligroso que sería permitirle al Gobierno que tomara el dinero del pueblo solamente porque el pueblo tenía dinero.
Desgraciadamente, los "progresistas" fueron lo suficientemente tontos, o envidiosos, como para señalar con el dedo a los "ricos" como únicos objetivos de un proceso que inevitablemente se extendería a toda la sociedad y convertiría sus exigencias en insaciables.
Hoy en día, los "progresistas" quieren extender aún más el control político a los ingresos. Lo llaman "justicia social" pero también podríamos llamarlo Rumpelstiltskin y seguiría significando que los políticos decidan cuánto dinero nos permiten tener a cada uno de nosotros.
También merece la pena hacer hincapié en que las personas de las que se dice que ganan cantidades "escandalosas" de dinero son por lo general ejecutivos de empresa. No hay una indignación semejante cuando son las estrellas de Hollywood, que ganan muchas veces más que los ejecutivos de empresa. Eso es un prejuicio social o ideológico alimentado por la envidia y la ignorancia. Es una mezcla demasiado explosivo como para basar en ella la política nacional.
La palabrería grandilocuente sobre "justicia social" o "equidad" se reduce a ampliar los poderes a los políticos, ya que estas palabras tan hermosas no tienen una definición concreta. Son un cheque en blanco para crear desigualdades en el poder que empequeñecen las desigualdades de los ingresos... y que son muchísimo más peligrosas.
Desigualdades entre países
Las obsesiones de los medios de comunicación y del mundo académico con las "desigualdades" económicas han alcanzado nivel internacional. Las noticias recientes proclaman que la mayor parte de la "riqueza mundial" pertenece a una pequeña fracción de la población. Vamos a analizar esto desde el principio. ¿Qué es eso de "la riqueza mundial"?
Puede mirar en su guía telefónica, navegar por Internet o hacer investigaciones genealógicas: no hay ninguna persona que se llame "El Mundo". ¿Cómo puede un ser que no existe poseer riqueza? Son los seres humanos quienes poseen riqueza. Si logramos dejar de lado esas tonterías poéticas grandilocuentes sobre "la riqueza mundial", puede que tengamos alguna oportunidad de que se empiece a hablar con sensatez sobre realidades.
¿Quiénes son estas minorías de la población mundial que son dueñas de una mayoría de la riqueza mundial? Son la población de Estados Unidos, Europa occidental, Japón y unos cuantos países ricos más. ¿Cómo es que estas naciones en particular llegaron a poseer mucha más riqueza que las otras? Lo hicieron a la antigua usanza. O sea, produciendo la riqueza que poseen. Es como preguntarse por qué las abejas tienen mucha más miel que otras criaturas.
La retórica de los listillos puede colectivizar verbalmente toda la riqueza que fue producida individualmente y luego sumirse en el horror ante las "desigualdades" que mágicamente se convierten en "injusticias" en lo concerniente a la distribución de "la riqueza mundial".
¿Han tenido todos los habitantes de este mundo las mismas oportunidades de producir riqueza? No, ni en el mundo ni dentro de una determinada sociedad ha tenido todo el mundo las mismas oportunidades.
La geografía por sí sola ha creado enormes desigualdades en esas oportunidades. ¿Cómo iban a cultivar piñas los esquimales o los beduinos aprender a pescar en medio del desierto? ¿Cómo hubieran podido los habitantes de los Balcanes tener una revolución industrial como la de la Europa occidental cuando los Balcanes no tenían ni la materia prima necesaria para ello ni una forma económicamente viable de transportarla desde otros lugares? Las desventajas geográficas de África podrían llenar un libro. El historiador francés Fernand Braudel dijo que "para entender al África negra, la geografía es más importante que la historia".
¿Qué se supone que deberíamos hacer con estas desigualdades? ¿Presentar una demanda colectiva contra Dios? Seguramente el Tribunal de Apelaciones de la Novena Jurisdicción de Estados Unidos aceptaría semejante demanda, pero es poco probable que fueran capaces de hacer algo para arreglar la situación.
Y las desigualdades geográficas son sólo la punta del iceberg. Innumerables culturas han evolucionado de forma distinta en distintos lugares, y entre pueblos distintos en el mismo lugar. Ninguna persona determinada controló este proceso y cada generación desarrolló la cultura en la que se criaron y que generaciones anteriores habían creado. Algunas culturas demostraron ser económicamente más productivas en determinados lugares y épocas y otras culturas demostraron ser económicamente más productivas en lugares y épocas distintas.
En nuestra propia era, los efectos económicos de estas diferencias culturales a menudo empequeñecen los efectos de las diferencias en cosas como los recursos naturales. Los recursos naturales en Uruguay y Venezuela valen muchas veces más per cápita que los recursos naturales en Japón y Suiza. Pero la renta per cápita en Japón y Suiza es cerca del doble de Uruguay y muchas veces más que la de Venezuela.
A nadie le gusta ver pobreza en un mundo en el que la tecnología y el saber hacer económico existentes podrían ofrecer a todos en todas partes un nivel de vida digno. Todo lo que hay que hacer es cambiar a las personas. ¿Pero alguna vez ha intentado hacerlo usted?
La solución rápida es transferir riqueza. Pero más de medio siglo de "ayuda exterior" ha dejado un funesto historial de fracaso e incluso de regresión en países del Tercer Mundo.
Algunos países han acometido por sí mismos los cambios que los han sacado de la pobreza y llevado a la prosperidad. En efecto, los países ricos de hoy vivieron alguna vez en la pobreza. Pero no lograron salir de ella con chapuzas rápidas o cediendo peligrosamente el poder a los políticos.
Producción y pobreza
Los periodistas, profesores universitarios e intelectuales en general que viven obsesionados con las "desigualdades" en los ingresos y la riqueza, por lo general no muestran ni el más mínimo interés en saber cómo se producen esos ingresos y esa riqueza en primer lugar. Les encanta redistribuir los ingresos y la riqueza ya existentes pero parecen desconocer completamente que la forma en que se haga eso hoy puede afectar cuántos ingresos y riqueza se producirán mañana. Por eso diversos esquemas de redistribución de riqueza probados en varios países lo que han acabado logrando es redistribuir pobreza.
Los "progresistas" de los medios de comunicación, del mundo académico y de la intelectualidad aseguran estar interesados en acabar con la pobreza, pero la producción de más artículos es la única forma de acabar con la pobreza para millones de personas. Y esto no sólo puede lograrse, sino que se ha hecho ya en muchos países que alguna vez fueron muy pobres según los estándares de hoy. Pero la mayoría de los autoproclamados progres muestran un interés prácticamente nulo en historia económica o en economía en general.
Incluso en Estados Unidos, la mayor parte de la gente no tenía un teléfono o una nevera a finales de los años 30. Hoy, la mayor parte de los americanos que viven por debajo del umbral de la pobreza no sólo tienen esas cosas sino que también tienen televisión a color, aire acondicionado, microondas y un vehículo motorizado. ¿Cómo pudo suceder? La intelligentsia progre no muestra interés alguno en esta pregunta.
Incluso países históricamente golpeados por la pobreza como India y China, repetidamente azotados por hambrunas masivas, han cambiado sus políticas económicas en las dos últimas décadas, lo que ha sacado a una enorme cantidad de personas de la pobreza más desesperante. Aproximadamente unos 20 millones de personas en la India salieron de esa miseria en sólo una década y más de un millón de chinos sale de la pobreza cada mes. Sin embargo, ¿ha escuchado usted a algún intelectual progre explicar cómo ha podido producirse un cambio para bien tan impresionante?
El negocio progre consiste en quejarse y denunciar como preludio a la búsqueda de amplísimos poderes para controlar la vida de otras personas en aras de curar los males de la sociedad. Lo último que ellos querrían es que se desvelara y discutiera cómo millones de personas han salido de la pobreza con métodos completamente distintos, a menudo gracias a la liberalización de las economías, apartándolas de las manos de quienes disfrutaban de amplísimos poderes para controlar la vida de otras personas.
La pobreza y las disparidades económicas son las materias primas a partir de las cuales la izquierda política se fabrica un sentimiento de superioridad moral, arrogancia y poder político. Con ese trasfondo, es comprensible que se esfuercen en mantener vivo el tema de la pobreza, incluso cuando afirmen que quieren acabar con la pobreza jugando a ser caritativos con los pobres.
Buena parte de la intelectualidad progre define la pobreza al alza, así la gente con comodidades que las clases medias luchaban por conseguir hace dos generaciones, siguen siendo llamados "los pobres" o los "desposeídos". Excepto en aquellos que no pueden o no quieren trabajar, hay muy poca pobreza real en Estados Unidos a día de hoy, excepto entre quienes vienen de países azotados por la escasez y la traen consigo.
Hablar de "trabajadores pobres" aún tiene eco en el mundo de la política pero la mayor parte de la gente comprendida en el 20% de los hogares norteamericanos de más bajos ingresos no trabaja a jornada completa todo el año. Hay más cabezas de familia que trabajan todo el año y a jornada completa entre el 5% de mayores ingresos que entre el 20% de los más bajos.
La izquierda ha luchado denodadamente para que ya no sea necesario trabajar para tener derecho a una parte de lo que otros han producido, sea ésta una parte de la riqueza de "la nación" o "del mundo".
También han luchado denodadamente para inflar el número de pobres contando entre ellos a los jóvenes que trabajan en sus primeros empleos y que están entre las personas de más bajos ingresos por estar al inicio de sus carreras, a pesar de que la mayor parte de ellos ganarán más de la media nacional cuando sean mayores.
La verdadera obsesión de la izquierda es ganar el poder o, al menos, dedicarse al exhibicionismo moral.
La falacia del "precio justo y objetivo"
Una de las preguntas más habituales entre los obsesionados con las "diferencias" y las "desigualdades" es: "¿Vale alguien de verdad todos esos millones de dólares al año que algunas personas tienen como sueldo?"
Semejante pregunta presupone que existe un valor "real". Ese supuesto data de la Edad Media, cuando la gente pensaba que había un "precio justo y equitativo" para las cosas. Pero si hubiera un valor objetivo –ya sea de bienes o de mano de obra– entonces las transacciones económicas no tendrían ningún sentido.
Cuando usted compra un ordenador, la única razón por la que usted se desprende de su dinero es porque para usted el ordenador vale más que el dinero. Pero la única razón por la que alguien le vende a usted un ordenador es porque para él el dinero vale más que el ordenador.
La diferencia de valor de la misma cosa para diferentes personas es el principio fundamental de las transacciones económicas. Si hubiese algo que tuviese un valor objetivo, las transacciones no tendrían sentido. ¿Para qué molestarse en hacer un intercambio si lo que usted recibe no tiene más valor que lo que usted da?
Si hay un valor objetivo para un ordenador que sea mayor que lo que uno paga por él, entonces el vendedor ha sido engañado y es un tonto si sigue haciendo semejantes transacciones. Lo mismo sucede si el valor objetivo es menor de lo pagado: el comprador es un tonto por comprar algo que no vale su precio.
Es exactamente lo mismo que cuando a Derek Jeter le pagan millones de dólares para que juegue de parador en corto en el equipo de los Yankees. Él gana intercambiando su tiempo y habilidades por el dinero que George Steinbrenner le paga. Pero Steinbrenner también gana al pagarle a Jeter para que juegue de parador en corto porque eso le hace ingresar más dinero en entradas, derechos televisivos y otras fuentes de ingresos. En lo que a nosotros respecta, no es asunto nuestro lo que Steinbrenner le pague a Jeter. Eso es asunto de ellos. Si no lo entendemos, no hay razón por la que nuestra ignorancia deba influir en lo que sucede.
La noción medieval de que hay un "precio justo y equitativo" objetivo se niega a morir, a pesar de que incluso en el medievo Santo Tomás de Aquino detectó algunos problemas con esa idea.
Los economistas clásicos británicos del siglo XVIII y principios del siglo XIX consideraron que el coste de la producción era una base objetiva para los precios. Pero, desde 1870, economistas de todo el mundo han reconocido que el valor es subjetivo y han incorporado eso en sus análisis de precios, basados en la oferta y la demanda.
Si la producción de algo cuesta más que lo que la gente está dispuesta a pagar, entonces el productor pierde dinero. Pero un principio que parece tan obvio después de haber sido enunciado puede necesitar generaciones en evolucionar e incorporarse a nuestro bagaje cultural.
Y aquí estamos, en pleno siglo XXI y hablando todavía de si a la gente se le paga más o menos de lo que "realmente" valen, y plenamente dispuestos a darle poder al Gobierno para que "haga algo" si no entendemos por qué algunos ganan mucho y otros poco.
Si la ignorancia es mala, la confusión es peor. La productividad, por ejemplo, es a menudo confundida con el mérito. Si Derek Jeter hubiera trabajado como un loco durante años para perfeccionar sus habilidades como jugador de béisbol, algunos podrían pensar que se merece ganar el sueldazo que tiene. Pero si hubiese nacido con ese talento natural y todo fuera fácil para él, entonces no se merecería una paga tan grande.
Pero Steinbrenner no está pagando por los méritos de Jeter. Le está pagando por su productividad, sea con el bate o en el campo. Alguien que trabajara el doble pero que sólo fuera la mitad de bueno jamás conseguiría ganar el mismo dinero que Jeter gana.
Muchos de los pobres del Tercer Mundo trabajan con más ahínco que la mayoría de norteamericanos pero, por una serie de razones, no producen tanto como los americanos. Ésa es la razón por la que esos países son pobres. Transferir la riqueza de 300 millones de norteamericanos y repartirla entre los más de 2.000 millones de indios y chinos no iba a servir de mucho. Pero posibilitar que haya cada vez más gente en India y China más productiva puede ayudarlos a ellos y a nosotros, como así ha sido.
Las empresas multinacionales están entre quienes mayores mejoras de productividad han llevado a los países del Tercer Mundo y, por lo general, pagan mejores sueldos que las empresas locales. Pero los exhibicionistas morales, a los que les encanta la redistribución del dinero de los demás, se encuentran entre los más fieros críticos de las multinacionales.
Nadie decide el valor de otro
Quizá sea uno de los frutos del énfasis que ponen nuestras escuelas en la "autoestima" lo que hace que haya tantos que se sientan tan seguros de sí mismos a la hora de ventilar sus fuertes convicciones acerca de asuntos sobre los que saben poco, nada o aún peor, sobre los que están mal informados.
Una de las cosas más difíciles de saber es el valor de productividad de otra persona. Sin embargo, se oyen alaridos por todas partes porque a algunos se les paga "demasiado" y a otros "muy poco". ¿Pero quién puede estar mejor informado sobre el valor de lo que otra persona produce que aquellos que usan los artículos o servicios que esa persona suministra y por los que paga con su propio dinero?
Las cosas tienen o no tienen valor según cada persona particular. Lo que estas cosas puedan valer para otra persona es irrelevante.
Todos aquellos que piensan que deben ser ellos, o el Gobierno, quienes decidan cuánto deben ganar los demás, lo que realmente están diciendo es que saben el valor de la producción de estas personas mejor que los que usan esa producción y pagan por ella con su propio dinero.
¿Cómo logró obtener su fortuna Bill Gates? No fue porque alguien decidiera cuánto valor tenía Bill Gates para la "sociedad", sino por las decisiones de innumerables personas por todo el mundo al evaluar si lo que Microsoft ofrecía valía la cantidad que Microsoft cobraba. Lo que todas esas ventas sumaron –los ingresos de Microsoft y la fortuna de Gates– no lo decidió nadie. Tampoco hay ninguna razón para que nadie tomara esa decisión, incluso si no tuviéramos en cuenta que nadie está calificado para tomarla.
Cada uno de nosotros podemos decidir por nuestra cuenta si lo que Microsoft ofrece tiene valor para nosotros. Esa es la única opción para la que somos competentes, y sólo en lo que se refiere a nosotros individualmente cuando gastamos nuestro propio dinero.
La idea de que deberíamos juntar nuestra ignorancia colectiva y luego decidir cuáles son los ingresos totales que es "justo" que Gates o cualquier otra persona perciban es tan ridículo como peligroso, porque significa armar a los políticos con el poder arbitrario de decidir la suerte económica de cualquier persona. ¿Queremos que el estándar de vida de nuestra propia familia quede a merced de los políticos? ¿Estamos tan consumidos por la envidia que arriesgaríamos eso para evitar que Gates gane "demasiado" dinero pagado por gente que voluntariamente compró los productos de Microsoft?
Una reciente campaña en California para castigar con mayores impuestos a las compañías petroleras hizo una publicidad ostentosa a partir del hecho de que los beneficios de esas empresas eran de 78.000 millones de dólares. Parece un montón de dinero. Aunque si por eso fuera, también 78 millones parecerían un montón de dinero. Para ser sincero, hubo una época en que 78 dólares a mí me hubieran parecido un montón de dinero.
Pero bueno, ¿y qué más da? ¿Qué sabemos sobre la economía de la industria del petróleo? ¿Cuántos miles de millones se invirtieron para conseguir 78.000 millones en beneficios? ¿Y cuántos miles de millones se perdieron en los años malos? La ignorancia absoluta sobre todas esas cosas no ha sido suficiente como para impedir que se deje de exigir a gritos que el Gobierno "haga algo" con la "industria petrolera" y sus ganancias.
La misma seguridad en su ignorancia se aplica al otro lado de la escala económica. Quienes no saben nada sobre la venta al detalle, mercados laborales y economía emplean sus energías en exigir que el Gobierno a nivel local, estatal o federal "haga algo" sobre los bajos sueldos de los empleados de Wal-Mart.
Esos empleados saben cuáles son sus oportunidades alternativas de trabajo y otros empresarios saben lo que su productividad vale para ellos. Si los trabajadores escogieron por sí mismos a Wal-Mart como su mejor opción, ¿qué nos capacita para decir que su elección o la de Wal-Mart están equivocadas?
La mayor parte de quienes cobran poco, sea en Wal-Mart o en otro lado, no se queda en ese nivel eternamente, o más de unos cuantos años. La mayoría de los norteamericanos en el 20% de los niveles más bajos durante un determinado período se encuentran años después en la mitad superior de la distribución de los ingresos, después de haber adquirido algo más de experiencia laboral.
¿Es que las decisiones individuales hechas por personas que saben lo que es mejor para sí mismas deben ser revocadas por entremetidos ignorantes, obsesionados por cosas que no entienden? ¿Es que todo el sistema económico de oferta y demanda, sobre el cual se basa la prosperidad de la nación, tiene que verse afectado cada vez que los exhibicionistas morales sientan la necesidad de satisfacer sus egos?
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