Una evidencia que se muestra en este caso con las declaraciones de Rajoy (o Mas) en la que dice (o muestra) no tener líneas rojas, si ello le permite seguir en la poltrona...
Patético una vez más...
Artículo de Libertad Digital:
Como ha hecho Mas con la CUP –qué disgustado se le ve al pobre, rechazado después de tanto arrastrarse–, Rajoy nos dice que está dispuesto a cualquier cosa con tal de llegar a un acuerdo, léase, mantenerse en el poder.
"Yo no tengo líneas rojas", asegura el todavía presidente; es decir, que no le importa tragarse o, mejor dicho, que nos traguemos cualquier píldora, reformar o derogar leyes, cambiar la Constitución… No hay límites que no sean los extremadamente obvios: la unidad nacional –que habría que ver cómo se formula– o una igualdad entre los españoles que hoy en día ya es más que dudosa.
Lo más curioso, sin embargo, es que el propio Rajoy se desmiente: sí hay líneas rojas, cosas por las que no está dispuesto a pasar, porque puede negociarlo todo y transigir casi con todo… pero no con las poltronas: él tiene que ser el presidente del Gobierno sí o sí, y también tiene que designar con su divino dedo al presidente del Congreso. Los principios se pueden aparcar, pero las poltronas, ni tocarlas.
Cualquier observador imparcial le diría al todavía presidente que él ha sido la rémora que ha venido lastrando al PP en todas las convocatorias electorales de los dos últimos años; que sus errores tácticos y su nefasta gestión han llevado al PP a perder un tercio de sus escaños y de su electorado; que su apuesta por el voto del miedo es un fracaso que ha hecho que no pueda gobernar; que con casi cualquier otro candidato las opciones del PP en unas hipotéticas elecciones en primavera serán mucho mayores…
Pero eso a Rajoy le da igual, porque a él lo único que le preocupa es pasar unos meses más en La Moncloa, disfrutar algo más de tiempo de un poder con el que no hace política, con el que no hace otra cosa que tratar de mantenerse en la poltrona, la única y verdadera línea roja para aquel que está dispuesto a sacrificarlo todo a cambio de mantenerse a flote.
Lo que hay que preguntarse es si su electorado y, sobre todo, su partido se lo van a consentir.
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